parte única.

892 75 93
                                    

Era una cálida mañana de estío; las ansiadas vacaciones finalmente habían comenzado, dando paso al primer festival de aquella estación. En aquel pequeño pueblo ya podía apreciarse el característico ambiente de tales tórridas fechas, donde las mañanas estaban inundadas de voceríos y constante jaleo, las calles ornamentadas, con largas filas de flores que hacían compañía a los distintos mercados ambulantes, donde chiquillos gritaban y gritaban, tratando de atraer nuevos clientes que les proveyesen el capital que les ayudaría a costearse sus necesidades.

Somnoliento, Xiao se acomodó en su cama. Apenas eran las nueve de la mañana, mas el ruido exterior hizo creer al joven que era ya realmente tarde, motivo por el que se levantó de golpe con cierto miedo, consciente de que a las once tenía un asunto que atender.

Al lado de su cama, justo en la cabecera, reposaba una mesita de noche, donde había un par de libros, uno junto al otro, las gafas de su padre –que parecía haber olvidado la noche anterior– y una bujía blanca, sobre un plato manchado de cera, cuya llama había expirado hacía ya varias horas.

El ambiente era sofocante. Podía sentir sus prendas húmedas a causa del sudor, pegadas asquerosamente a su cuerpo. Se levantó de su cama mientras dejaba escapar un suspiro, abandonado la habitación sin molestarse en arreglarla, habiendo únicamente tomado ropa para cambiarse tras la ducha con la que pensaba deshacerse de aquel molesto malestar, y, obviamente, asegurándose antes de que era temprano.

A tales horas de la mañana, la mente del muchacho no era más que un manojo de ideas inconexas, como si una bruma cubriese su cerebro y le impidiese pensar con claridad; los pensamientos flotaban, cual si no poseyesen un propósito claro, enredándose entre ellos, llevándolo constantemente de un lado a otro, formando lentamente un camino de memorias hacia el verdadero motivo del bloqueo de Xiao.

La imagen de Venti en su mente logró despertarlo por completo. Todo pensamiento finalmente volvió a su lugar, y pareció haber vuelto en sí tras todo un día de enfermedad y una noche de agitación de sus sentidos.

Aquel serafín había logrado robar el reservado corazón del joven forastero con el paso de los años; ahora ambos se encontraban en un precario equilibrio sobre un palo horizontal alineado en la zona superior de sus corazones. Desde la primera vez que se vieron, una extraña lumbre había ardido en sus agitadas almas, ambos atraídos por la extravagancia y belleza contraria.

Eran tan solo unos niños enfrentados, uno tratando de esconderse tras las piernas de su madre, el otro sujetando firmemente la mano de su padre, vista puesta en el otro, corazón latiendo inquieto.

Los luceros esmeraldas nerviosos del chiquillo de trenzas, paseándose por aquella plaza que conocía como si fuese la palma de su mano a modo de evitar contacto visual con Xiao, eran increíblemente hermosos. Irradiaban una candidez jamás vista por los dorados luceros del otro chiquillo, quien quedó embelesado, no solo por la belleza de aquellos ojos, sino por la dulzura de su actitud; aquel físico angelical tan similar al de una chiquilla, de complexión delgada y tez pálida, cabellos azul marino y garzas trenzas enmarcando su rostro redondo.

Aquella primera impresión infantil fue el primer paso al amor; precedido por miles de distintos recuerdos, sentimientos y pensamientos que acompañaron a ambos a lo largo de tantos años conociéndose.

— ¡Xiao, llevas quinientos años en el jodido baño! ¿Te estás pajeando? ¡Sal de una vez!— Hu Tao lo sacó abruptamente de su ensimismamiento, dándole un vuelco a su tranquilo corazón, completamente sumergido en un mar de pensamientos donde Venti y sus sentimientos hacia él predominaban.

— ¡Ya voy, ya voy! ¡Eres una desagradable!— Se quejó el de cabellos negros y mechas verdes, saliendo rápidamente de la ducha para secar su cuerpo con la toalla que había dejado encima de su ropa.

efebo ⎯xiaoven.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora