El día del libro

43 8 4
                                    

23 de abril, el día del libro. Remus estaba emocionado desde hacía días porque, al ser fin de semana, en Hogsmeade habría una increíble feria de libros y él estaba demasiado feliz. Amaba la lectura; en su opinión, una tarde con un libro y chocolate caliente era de los mejores planes que podía existir, comparable solo con las tardes de travesuras con sus amigos.

Sirius, aunque jamás lo admitiría, también estaba contento pues, aún cuando no era el mayor fan de los libros, Remus le contagiaba su entusiasmo. Tal vez porque le brillaban esos ojos que tanto amaba, tal vez porque le encantaba su sonrisa… quién sabe.

James y Peter, por su parte, tocaban los libros con un palo, como si fuesen tóxicos y los únicos que leían eran los de clase, y con suerte. Por ello, decidieron quedarse en el castillo, adelantando deberes o planeando alguna nueva broma (probablemente lo segundo) y les dijeron que fueran solos. Especialmente James, que desde hacía meses había notado los sentimientos que sus dos amigos tenían el uno por el otro y quería que POR FIN los confesaran.

Al fin había llegado el ansiado día y ambos se habían levantado sorprendentemente pronto y, utilizando el pasadizo, habían llegado a Hogsmeade. Al ver el ambiente Sirius se quedó de piedra y Remus sonrió, haciendo que las ganas de Padfoot de besarlo se multiplicaran por doscientos. Al instante apartó esos pensamientos; ese día pertenecía a Rems y él no pensaba joderlo así.

Se recorrieron Hogsmeade de arriba a abajo, mientras Remus veía todo maravillado y hojeaba algunos libros con una delicadeza que cautivaba al mayor de los Black, quien no podía evitar sonreír al ver como Moony miraba cada libro, cada página con infinita curiosidad y cariño. 

Tras pasar un rato cruzando esos caminos que hoy parecían hechos de papel y tinta, Sirius y Remus pararon un momento en una plaza, tratando de decidir el próximo sitio al que ir:
—Y bien, ¿cuál es la próxima parada, experto en libros? —empezó el animago.
—Ni idea, donde tú quieras.
—A mí me da igual, enserio Moons, a dónde.
—Elige tú, de verdad.
—Ah no, me niego a que hoy hagas eso. Te pasas la vida aceptando lo que los demás queremos hacer porque siempre antepones al resto antes que a ti, pero hoy no vas a hacer eso, este día te pertenece, es tuyo, y solo tuyo así que repito, ¿a dónde vamos?

Los ojos de Remus brillaron con muchísima fuerza, pensando en cómo era posible que se enamorara cada día más de aquel chico de ojos grises, mientras sonreía con las mejillas algo sonrosadas.
—Pues hay una zona que aún no hemos visitado que me gustaría…
—No se hable más —lo cortó Sirius cogiéndole de la mano y echando a correr—, vamos.
Escuchó la risa de Remus, divertido por la situación, y no pudo evitar reír él también. A lo mejor aquello era la libertad, correr de la mano con el chico que amas sin parar de reír.

Llegaron a los dos minutos pero, aún cuando ninguno se dio cuenta, no se soltaron las manos hasta un largo rato después, y pasearon entre libros, ambos pensando en el otro pero sin llegar a atreverse a decir lo que sentían.

Para cuando terminó la mañana Remus llevaba cinco libros en una bolsa y Sirius, sorprendentemente, dos que le habían llamado la atención. Aún así, los dos, sin que ninguno se diera cuenta, habían comprado algo para el otro.

Fueron a Las 3 Escobas a comer algo y, sentados en una mesa apartada, ambos charlaban animadamente, hasta que Sirius, tan nervioso como feliz, sacó algo:
—Oye… tengo algo para ti. Te he visto mirarlo con mucha curiosidad y al ver que no lo cogías… bueno, lo he hecho yo por ti.

Remus lo miró con una ceja enarcada y una sonrisa de medio lado, pero no cogió el paquete, sino que también sacó otro y lo dejó sobre la mesa.
—Pues creo que hemos tenido una idea parecida, aunque creo que tú no lo has llegado a ver, porque de ser así ya lo habrías comprado. Por cierto, te dedico una de las canciones, pero adivinar cual ya es cosa tuya.

Sirius lo miró con una mirada curiosa pero no dijo nada y se dispuso a abrir el paquete, al igual que Remus. Sirius ahogó un grito al ver lo que contenía en su interior. Un vinilo de Queen; pero no cualquiera, A Night At The Opera. Miró a Remus otra vez, con una sonrisa de oreja a oreja, y éste le guiñó un ojo antes de seguir abriendo su paquete con mucho cuidado.
— ¿You're My Best Friend? —dijo el pelinegro, refiriéndose a la canción.
—Nop.
—Pues espero que no sea Death On Two Legs…
—¡Por Merlín, no!
Sirius suspiró de alivio, volviendo la vista a la lista de canciones y tratando de descifrar qué le querría decir Rems con la canción. No se le ocurría ninguna otra de aquel disco, aunque tal vez hubiera una… No, era imposible.

Mientras tanto, Remus había conseguido abrir el paquete sin rasgar el papel y se encontró de frente con un libro sobre criaturas mágicas. Sonrió, sí era cierto que le había prestado bastante atención a aquel libro. Sin embargo, frunció el ceño confuso, al ver que había un marcapáginas en su interior, y no parecía estar ahí por azar. Abrió el libro por dicha página y se quedó de piedra: licántropos.
Pero extrañamente, aquellas dos páginas dedicadas a personas como él estaban llenas de tachones y escritas otra vez. Donde se llegaba a leer "seres crueles y sin corazón" había un tachón y debajo, Sirius había escrito "seres adorables que solo se merecen un abrazo (al menos tú, Rems)". Por otro lado, donde debería poner "monstruos", ponía "lobitos amantes del chocolate". Todo estaba así, lleno de tachones y notas tan preciosas que Remus notó un leve picor en los ojos a causa de las lágrimas retenidas.

Y aún así, el ojimiel pudo leer una última nota, escrita en la parte baja del marcapáginas, dos palabras que hicieron que su corazón diera un vuelco: te amo. Moony levantó la cabeza para mirar al chico de chaquetas de cuero y pelo negro que le volvía loco, quien también le miraba con la sonrisa más perfecta que había visto en su vida:
—¿Love Of My Life? —preguntó en susurros. 
—Sí.

No hizo falta más; ni palabras, ni gestos, ni nada, solo una mirada, una que hizo que apenas un segundo después ambos unieran sus labios en un tierno beso tan esperado por ambos que ninguno quiso que nunca acabara.

Y quién diría que años más tarde, aquel libro estuviera en una estantería y aquel disco colgado en la pared de la casa que ambos, juntos, pudieron llamar hogar.

FELIZ DÍA DEL LIBRO A TODO EL MUNDOOOOOOOOO

El Día del LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora