1.2 En la biblioteca

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- Lord Bridgerton, no... Mi hermana... 

No podía pensar. ¿Qué estaba haciendo? Mi corazón palpitaba a un ritmo frenético, la respiración entrecortada del señor Bridgerton me ponía aún más nerviosa. Sentí su mano descendiendo por mi espalda, desde el cuello hasta mis caderas, y con fuerza apretó mi cadera contra su cuerpo. 

- Su hermana... Su hermana no se merece n-nada de esto... 

- No se lo merece- nuestras voces eran casi un susurro, el vizconde rozó su nariz con la mía, mi respiración se mezclaba con la suya, sentí, por un segundo, sus labios rozando mi boca y me volví loca mientras las emociones se agolpaban en mi pecho. 

Agarré su camisa abierta y en un esfuerzo de autocontrol que no supe cómo estaba haciendo, la retorcí en mi mano, dudando si atraerlo hacia mí o empujarlo lejos. Lejos, donde mis sentidos no pudieran percibir su olor ni su voz. 

La mano de Lord Birdgerton que aún jugaba con los límites de mi camisón se acercó de nuevo al borde, acariciando mi pecho, temeroso, seguramente, de que se le escapase la mano, pero sin detenerse. 

Se acercó más a mí y, en un momento de lucidez, antes de que nuestros labios volviesen a tocarse, levanté la mano libre y posé con suavidad mis dedos sobre su boca. 

Lord Bridgerton se quedó helado un instante, pero entonces quien se sorprendió fui yo: besó mis dedos y, después, mirándome a los ojos fijamente, abrió la boca e hizo que mi dedo se deslizase dentro muy lentamente, succionándolo con firmeza. Mi cuerpo se estremeció por completo, sintiendo el calor y la humedad de la boca del vizconde; mi mente se fue hacia otros derroteros en apenas unos segundos, justo cuando una pequeña descarga volvió a recorrer mi cuerpo de arriba a abajo descarté cualquier idea perversa sacudiendo la cabeza. Con la mano que aún se paseaba por mi escote tomó la mía y se introdujo un segundo dedo en la boca. Su mirada dejaba claro que disfrutaba de mis estremecimientos y de los suaves gemidos que se me escapaban. 

De repente, sentí cómo su otra mano bajaba y apretaba mi nalga, provocando que me pegase aún más a él.  

- Mi Lord, por favor... Tiene que parar. 

- ¿Desea que pare, señorita Sharma? Yo diría lo contrario...

- N-no...- su mano descendió por mi pierna y se introdujo por debajo de la falda de mi camisón-. No lo deseo, pero debe parar... 

Sentía la mano fría del señor Bridgerton subiendo por mi pierna, suave, acariciando mi muslo hasta...

- No, no...

Intenté apartarme, pero el agarre del vizconde era fuerte. Por lo menos, lo suficientemente fuerte como para superar mi escasa fuerza de voluntad. 

Se me escapó un grito en cuanto su mano alcanzó un punto de no retorno entre mis muslos. Un grito que, lo oyese quien lo oyese, no se podía negar que era de puro placer. 

Mezclado, tal vez con sorpresa. 

Lord Bridgerton liberó entonces mis dedos, algo que, aunque no podía reconocerlo, sentí profundamente que hiciera, y a continuación se arrodilló ante mí. 

Distraída, lo observé con sorpresa: su mirada, de profundo deseo, no se apartaba de mis ojos. Lo vi sonreír con malicia apenas unos segundos antes de que metiese sus manos frías bajo mi falda. 

Mientras subía por mis piernas, acariciando cada centímetro de mis muslos, el señor Bridgerton no dejaba de mirarme. Mi mano acarició  su rostro, hundí los dedos en su pelo y, cuando sentí que posaba sus labios sobre mi piel, no pude reprimir el impulso de de agarrar sus cabellos con fuerza. Él sonrió con esa misma expresión que ponía cuando iba ganando en un juego, y comenzó a ascender, besando mi muslo, sin dejar de mirarme, resistiendo la poca fuerza con que le tiraba del pelo. 

- Lord Bridgerton, debemos parar... 

- Pararé solo si usted me lo pide. 

Hubo un silencio que evidenciaba que yo era absolutamente incapaz de separarme de él. 

- Mi lord...

- Dígame que no me desea. Dígame que no me necesita cerca. Dígame que no siente lo mismo que yo...

Sentí sus dedos alrededor de mi ropa interior, jugando con los bordes y separándola, poco a poco, del lugar en el que debía estar. 

- Lo que yo deseo, qué necesito... No es importante. Usted...- me callé de golpe cuando sentí que ya no había ropa interior que supusiera una barrera para lord Bridgerton.  Esta estaba en el suelo, y mi respiración se aceleraba a pasos agigantados-. Usted está comprometido con mi hermana...

- Si usted me lo pide, yo... 

- No tengo nada que pedir y usted no tiene nada que hacer.

No me lo creía, en realidad. Las palabras salían con facilidad, pero lo que deseaba mi cuerpo era otra cosa totalmente distinta. 

Mi cuerpo y mi corazón, desde el primer día, deseaban que lord Bridgerton no dejase de mirarme. Que mantuviese su mirada en mí mientras bailaba, mientras apuntaba con un arma, que me mirase incluso mientras me volvía loca en las carreras de caballos. Quería sus ojos llenos de deseo puestos en mí como estaban en ese momento. 

Entonces, como si quisiera quitarme toda la razón, la boca del vizconde llegó a mi sexo y se cerró en torno a él, sentí su lengua moverse y todas las ideas que pretendía expresar sobre lo imposible e inapropiada que era esa situación desaparecieron de golpe; fueron sustituidas por gemidos que, de corazón, aunque no en ese preciso momento, deseé que nadie más hubiera escuchado. 

Con su cabello aún entre mis dedos, lo obligué a mirarme, lo dejé hacer y observé cada movimiento que hacía, sin tener la fuerza de voluntad suficiente para apartarlo de mí. Solo quería que siguiera, que aquella noche no terminase nunca y que ninguno de los dos tuviera que volver a plantearse cómo deshacer aquel entuerto. 

Justo a punto de explotar, concentrada como estaba en los ojos y la boca de lord Bridgerton, salí de mi ensimismamiento cuando un ruido en el pasillo nos hizo volver a la realidad. 

Antes de que entrase nadie en la biblioteca, me separé del vizconde, me vestí como pude y salí, dejándolo a él ocultándose en las sombras de la biblioteca y apagando la vela.

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⏰ Última actualización: Apr 23, 2022 ⏰

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Si lord Bridgerton no fuese un caballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora