Evasión

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El constante y rítmico golpeteo resonaba como caprichosas voces que se perdían en la longevidad de la noche. Mi corazón producía una curiosa melodía que iba al ritmo de su carrera, coordinándose como uno solo. Como nosotros. Éramos un solo ser, y mientras los oscuros y misteriosos arboles se sucedían, nuestras almas sonreían a la par. Mientras el viento, travieso, me sacudía la cara con mi propio pelo impredeciblemente, me di cuenta de qué significaba la felicidad, y de que ya la había encontrado, y que siempre había estado allí para socorrerme cuando me sentía morir. Que lo que llevaba persiguiendo toda la vida siempre lo había tenido, los árboles no me habían dejado ver el bosque. Este descubrimiento me dejó sin aire, me dominó el cuerpo, y yo, tonta de mí, pensé que podría dejarme llevar por esta inofensiva sensación. El repentino aturdimiento hizo que se me resbalara el estribo derecho y perdiera el equilibrio. Mis sueños, mi vida, mi propio yo, se desmoronaron como un débil puzzle sin modelo en el cual fijarse. Caí y caí en un mar de oscuridad.

Esto es lo único que recuerdo después de levantarme en una camilla de hospital, los olores de insulina característicos de la sala golpeándome como furiosos duendecillos que querían hacerme ver la realidad. Completamente desorientada, mi cabeza giró involuntariamente para ver lo que sería el ladrón de mi felicidad, una limpia, nueva y resplandeciente silla de ruedas.

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⏰ Última actualización: Feb 12, 2013 ⏰

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