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La resplandeciente luz del sol llegaba al ventanal de cristal de tonos naranjas y rojos, los cuales reflejaban la misma hacia dentro de la catedral haciendo dar un perfecto efecto nostalgico al altar.
Los invitados observaban emocionados a quien estaba parado en el altar listo para poder recibir a quien seria su pareja de vida; los amigos estaban más que felices de poder ver como se realizaba la unión matrimonial entre sus amigos.
Manjiro acomodó ligeramente su corbata de moño, sentía muchas e inmensas ganas de llorar y reír al mismo tiempo, demasiado indeciso emocionalmente para esos momentos. No podía aguantar la felicidad que le estaba transmitiendo ese evento tan especial; hoy su pequeña hermana menor, Emma, sería desposada.
Ryuguji Ken y Sano Emma, finalmente contraerian matrimonio.
Miró como los ojos de Emma se tornaban levemente rojizos al igual que su nariz; sonrió y con las yemas de sus dedos masajeo el rostro de la menor con cuidado de no arruinar el maquillaje. Emma le devolvió la sonrisa e inmediatamente lo abrazó con fuerza, el peli negro correspondió el abrazo y beso la frente de su hermana; la apartó con cuidado y acomodó mejor la tela del blanco y hermoso vestido que Emma llevaba puesto, sonrió con nostalgia y volvió a dejar un beso en su frente, no podía estar más orgulloso y alegre por ella.
Se colocó al lado derecho de su hermana e hizo un espacio entre su brazo para que Emma pudiera sostenerse a él. La marcha nupcial comenzó; Emma inspiró una gran cantidad de aire y apretó ligeramente el brazo del mayor, Manjiro llevó su otra mano para acariciarle la suya en modo de pasarle tranquilidad, dandole ánimos y seguridad de que todo saldría perfecto, tal y como se lo había prometido.
Las puertas de la catedral se abrieron.
Las miradas de todos se mantenían atentos a ellos, sobre todo en la novia. Caminaron a paso levemente despacio, Manjiro no quería que ocurriera ningún error o problema después tantos ensayos para ese día. Los ojos de Ken se iluminaron al ver lo hermosa que se veía Emma, el vestido realmente era el perfecto, y sin duda Emma era la única que podía hacerlo pensar de esa forma, ella era y siempre sería la más hermosa en el mundo, sin importar qué. Sonrió, dejando ver ese lado suyo que demostraba lo mucho que la amaba.
