Era 26 de Enero, un día como cualquier otro. Mientras salía de mi hogar para dirigirme a la casa de Dios como cualquier domingo, me fijé en lo preciosas que estaban las rosas de la entrada y en cómo habían crecido desde que las planté por primera vez. De camino me encontré con algunos de los hijos de Dios que frecuentaban la Iglesia en cada misa.
Llegué algo temprano, así que hablé un rato con el Padre Isaac ya que tenemos bastante confianza. Después de unos 27 minutos, comenzó la misa
Al principio era todo normal y corriente, sin embargo, después de los primeros 15 minutos, uno de los allí presentes se levantó y se dirigió hacia el Padre Isaac, sin escuchar ni una palabra de lo que le decía ni los gritos del resto de personas que solo querían la misa de siempre, el hombre siguió su camino. Caminó hacia él y se arrodilló a sus pies, empezó a besar el suelo mientras afirmaba que era rastro divino, y que debían apiadarse de él. Seguidamente, Isaac le colocó las manos en la cabeza de forma suave y le dijo: "Hijo mío, ¿qué ha ocurrido para que actúes de así? No es necesario besar el suelo de esa forma", el hombre levantó la mirada, y justo cuando lo hizo, Isaac se alejó atemorizado de él. Nunca vi en él tanto temor por un ser humano.
Seguidamente el hombre se giró mirando al público y un fuerte escalofrío recorrió mi cuerpo; sus ojos carecían de iris o pupila, además de un tono inhumanamente pálido de piel. Ante tal situación, todos los allí presentes echaron a correr, algunos no reaccionaron deprisa debido al shock que sintieron, sin embargo, yo permanecí dentro.
Mientras intentaba que la multitud no me arroyase, corrí hacia el lugar de lo ocurrido. Allí encontré a Isaac en el suelo a pocos metros de aquel misterioso hombre.
-¡Isaac!- exclamé mientras los gritos del público cada vez se alejaban más.
-¡Damian, huye de aquí!- gritaba con fuerza mientras el hombre se le acercaba lentamente.
-¡Padre, coja mi mano!- le extendí el brazo justo en el lado contrario a aquella amenaza, Isaac lo agarró y corrimos hasta que la distancia con ese humano era la suficiente. Intentamos establecer diálogo con él, pero de poco o nada sirvió.
Rápidamente, aquel hombre saltó y como si de un gato se tratara, se agarró con unas fuertes garras a una de las paredes de la Iglesia, se acercó a nosotros y justo cuando pareció que era nuestro fin, exclamó: "Altera visita die Februarii 1".
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Apocçalupsis
SpiritualDamian es un chico muy eclesiástico, siempre que podía iba a misa, creía fuertemente en la existencia de un ser superior. Llegó el momento que muchos creyentes esperaban, pero no positivamente.