Historia 1: Acontecimientos De Una Granja

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Es una pena que los animales no se puedan comunicar con los humanos; darían muchas perspectivas si pudieran explicar lo que sucede para no quedarnos únicamente con lo que juzgamos por la percepción de nuestros ojos.

Carl era el nuevo granjero aprendiz, pues su abuelo había fallecido hace unos meses y su padre Thomas heredó la granja, la vacante de ayudante se encontraba disponible y puso a su hijo a ayudarle con los deberes.

—¡Qué bien, parece que va a llover en unos dias! –dijo Carl, se había alegrado un poco con las noticias que escuchaba de la radio mientras alimentaba a los pollos– Te daré un poco mas de alimento, Kukin –le dijo al majestuoso gallo blanco que se acercaba tan imponente con su cresta erguida y sus largas barbillas rojas como un tomate, aunque todo eso se esfumó en cuanto tuvo que agacharse guiado por su hambre a picotear el trasto de metal con el maíz como un pollo cualquiera.
—Ya deja esos pollos y ayúdame con los cerdos –dijo Thomas– uno de estos se atoró en la cerca intentando salir.
—¡Ya voy, papá! –contestó Carl al tiempo que soltaba su cubeta llena de maíz y se disponía a correr hacia el chiquero– ¿Otra vez se atoró el mismo cerdo?

Kukin fingía no haber visto que Carl dejo el balde desprotegido en el suelo hasta que vio que se encontraba lo suficientemente lejos para tener tiempo de comerse todo.

—La merienda está servida –dijo Kukin a las gallinas mientras empujaba con su pata un borde del balde para que se derramara todo hacia el suelo.

Todas las gallinas a excepción de una joven gallina corrieron llenas de motivación hacía el balde con maíz para llenarse el cogote con maíz sin ninguna culpa; total, era culpa del joven haber dejado el maíz ahí. La joven gallina se quedó dormida junto a los huevos. Kukin caminó hacia la gallina para darle un picotazo para despertarla.

—Ya despierta, gallina clueca –dijo Kukin a la gallina.
—No quiero comer, papá –contestó Kiki– me quedaré cuidado los huevos.
—Está bien, yo te cubro –dijo Kukin– ve a comer.
Kiki se levantó y caminó hasta el balde a comer, instantes después Carl se acercó corriendo hacia donde había dejado el balde y tomó a Kiki en sus manos.
—Estas muy grande, Kiki –dijo Carl alegremente– hace tiempo que no te dejabas ver, sigues creciendo –dijo mientras soltaba al pollo y dejaba un puñito de maíz sobre el piso– es para ti.

Carl se va mientras deja abierto el gallinero para que los pollos salgan a tomar aire fresco, se dirigió hacia la casa para almorzar y después buscar algo para desatorar al cerdo del corral. Todas las gallinas salieron del gallinero a respirar, Kiki se tomó un descanso y se fue a pasear por ahí.

—¿Otra vez te atoraste, Beg? –dijo Kiki al cerdo asomado por el corral.
—Creí haber visto una zanahoria... Otra vez –contestó Beg.

Ladridos y correderas se escuchaban por la granja de un lado a otro en las afueras, eran unos perros que estaban fuera del establo. De un momento a otro uno de los perros, quien parecía ser el mas fuerte de la manada se encarreró hacia el establo y logró brincar la cerca, corrió ferozmente en dirección Kiki quien no se movía por semejante labrador viniendo. El perro se detuvo al llegar donde estaba y le ladró en señal de saludo.

—Hola, Lucas. ¿Cómo van tus muchachos? –dijo Kiki al labrador.
—Hola, Kiki. Los muchachos son muy enérgicos, apenas puedo seguirles la carrera –dijo Lucas agitado– pero debo de entrenarlos si quiero retirarme.
—Vas muy bien, aunque la prueba final de saltar el corral es mucho para ellos.
—Y dime, ¿cómo va tu hermano? He oído que no puede ni con un ratón pero que tú eres una auténtica cazadora, Kiki. Estoy seguro que tu abuelo estaría muy sorprendido de que heredaras su valentía –dijo Lucas– pero Kok ya es grande y he visto que sabe cuidar muy bien el gallinero, también he escuchado que se le ha adelantado muchas veces a tu padre a cantar por las madrugadas.
—¡Y vaya que lo hace muy bien! –dijo Kukin orgulloso, quien venía acercándose a ambos– sé que es muy joven aún para que se encargue el sólo... Pero algún día tendrá que ser quien se encargue del gallinero... –terminó de hablar con un suspiro– y por fin me retiraré al igual que tú.

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