Historia 2: La Inmarcesibilidad De Una Flor

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Álvaro y Katterine era pareja desde los 16 años de edad, se habían conocido en la preparatoria y tuvieron una manera de conocerse un tanto peculiar, pues Álvaro era el encargado del periódico escolar y había escrito un poema en el cual iba dedicado a una chica imaginaria llamada igual que su ahora esposa; nunca imaginó que alguna chica llamada igual vendría a invitarlo a salir por algo que no iba dedicado hacia ella. Pero las cosas no fueron tan mal en esa cita y siguieron saliendo en repetidas ocasiones hasta que el tiempo les dio la señal de sellar su relación con un anillo de compromiso, demasiado difícil de imaginar para ambos, pues Katterine era hija única y su madre era muy sobreprotectora con ella, pues su niña era lo único que tenía ya que su esposo había fallecido hace unos años, aunado a que la madre de Katie sufría de terrores nocturnos. Aunque hubieron discusiones, llantos y distanciamientos, supieron sobrellevarlo y más tarde ese anillo se reemplazó por uno de casados.
Si bien la pareja era relativamente feliz, querían compartir su amor. Y decidieron tener un bebé; la aflicción que ambos sintieron cuando se habían enterado por parte del médico que Katie no podía concebir un hijo… Era indescriptible, si Álvaro se sentía en ruinas, Katie se encontraba demasiado peor, deseaba que la tierra se la tragar a y maldecía a los cielos por darle semejante tormento.
Han pasado ya unos cuantos años después de aquel innombrable día y ambos habían superado un poco la trágica noticia. Katie trabajaba en su negocio de la pastelería y Álvaro trabajaba en una oficina pública como contador. Tardaron tiempo en recobrar las fuerzas para tratar de seguir con sus vidas. Económicamente vivían bien, pero aún pegaba el sentimiento de vacío emocional en su hogar, y la adopción no era algo que se encontraba en sus alcances, pues la pareja era muy joven.

—Siento la demora –dijo Katie– estaba sirviendo mi plato.
—Esto no puede seguir así… –dijo Álvaro mientras se encontraba engullendo la comida, pues se encontraba almorzando con su esposa esa mañana para irse cada quien a su respectivo empleo.
—Cariño… Prometimos no hablar de esto… –contestó Katie con un tono de tristeza y un nudo en la garganta que sostenía sus ganas de romper en llanto.
—No pienso darme por vencido, quizá otras casas de adopción pidan menos requisitos –dijo Álvaro– el fin de semana planeo conducir a otra ciudad para visitar otra casa de adopción. Espero que no tenga problemas por iniciar otro trámite.
—Qué tengas un lindo día, cielo –interrumpió Katie a su esposo con un beso– vas a llegar tarde y aún no has terminado tu almuerzo.
—No tengo tanta hambre de todas maneras –dijo Álvaro, y se levantó de la silla.

El camino rumbo al trabajo estuvo lleno de tensión y preocupación, pues Álvaro no iba a dejar las cosas así. El no quería que su esposa siguiera triste y conteniendo sus deseos. Al llegar a la oficina se percató de algo, un compañero estaba siendo felicitado por los demás con abrazos y apretones de mano; algo estaba pasando, eso era seguro.

—¿Ya felicitaste a Abraham por su hijo? –preguntó alguien a Álvaro, era uno de los compañeros que apareció al lado suyo, era uno de los nuevos que había entrado hace un par de meses– tú y Abraham son los más viejos aquí, ¿y no te has acercado a verlo?

Álvaro se extrañó por completo, pues sabía que la situación de Abraham y su pareja era la misma que la de el y su esposa; así que guardó su distancia con el durante todo el día hasta el final de la jornada laboral. Pasadas las horas y ya todos yendo de camino a sus hogares, Álvaro alcanzó a la salida a su compañero, pues no se había todavía por estar en llamada con su esposa mientras se encontraba dentro de su auto.

—Oye, Abraham –dijo Álvaro mientras tocaba el vidrio con la falange de su dedo índice– ¿Podemos hablar un momento?
—¡Por supuesto! –contestó Abraham, bajó del vehículo y cerró la puerta– ¿no pudiste felicitarme hace algunas horas atrás? –dijo mientras sonreía.
—¿Cómo fue que sucedió? –preguntó Álvaro yendo directo al punto, mientras soltaba un fajo grande de billetes.
—¿Me creerías si te dijera que fuimos con una bruja? –preguntó con un tono hilarante mientras encendía un cigarrillo.
—Dime con quien fuiste, habla en serio–contestó Álvaro con un poco de desesperación– solo quiero acabar con el tormento de mi esposa.
—Lo preguntaba en serio, ¿me creerías si te dijera que fuimos con una bruja? –de un momento a otro se sentía que el tono de la conversación se tornaba oscuro.
—Para nada… –contestó Álvaro con muchísimas dudas.
—Pues eso fue lo que sucedió, fuimos con una bruja –Abraham sacó una hoja del bolsillo de su camisa y escribió una dirección y dibujó un pequeño mapa– vayan con cuidado.

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⏰ Última actualización: May 08, 2022 ⏰

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