Una cita para siempre

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Una Cita... Para Siempre





Severus sentía curiosidad por saber cómo luciría su despacho aquella noche, pero siguiendo las indicaciones de Harry, no salió de sus habitaciones sino hasta que dieron las nueve de la noche en punto. Respiró hondo antes de girar la perilla, y sonrió al ver que su despacho lucía como siempre. No había nada que cubriera sus estantes ni libreros, ese detalle le gustó, era una forma de sentir que Harry le aceptaba con todos los inconvenientes de su profesión.


En esa ocasión no estaba la misma mesa redonda, sino una cuadrada muy bajita, casi al nivel del piso, confeccionada con una elegante madera negra, sin mantel.


La rodeaban una serie de cojines y almohadones que lucían lo suficientemente cómodos como para poder permanecer sobre ellos por un tiempo prolongado. Algunos eran de un rojo escarlata, otros verde esmeralda y con los escudos de un león y una serpiente bordados en cada uno.


El detalle que tampoco podía pasar desapercibido era la rosa flotante, no era extravagante ni fastuosa, tan sólo se trataba de un botón de rosa roja.


Dejó de mirarla cuando tocaron suavemente a la puerta. Sonrió brevemente, sujetó la flor y fue a abrir.


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Harry sentía sus rodillas temblar de emoción, el corazón no dejaba de palpitarle escandalosamente. Se revisó bien su atuendo antes de decidirse a tocar, quería estar impecable y aunque no tenía ropa demasiado elegante, usó su mejor pantalón y una camisa verde, y sólo un abrigo encima. Había querido usar su túnica de gala pero ya no le quedaba bien, como no tenía tiempo de comprarse otra, esperaba no parecer demasiado informal ante los ojos de Severus.


Cuando éste le abrió, volvió a sentir que su corazón casi le dolía de tan fuerte que se alborotó. El profesor sí llevaba túnica de gala, en esa ocasión también era oscura, pero a diferencia de su costumbre, la camisa que se asomaba era de una tonalidad azul clara que daba mucha luminosidad a su rostro.


Severus le sonreía cariñosamente y sin decir nada, extendió la rosa para Harry.


— Aún... no he hecho nada para merecerla. —respondió sonrojándose.

— Ha hecho más que cualquier otra noche.


Harry la tomó sintiendo sus mejillas más acaloradas cuando sus dedos rozaron los de Snape. Era tan extraña la situación, antes ya se habían tocado de esa manera pero hasta el momento relacionó con el corazón el placer que siempre le provocaba.


Y para sorpresa del ojiverde, de pronto se vio envuelto en un suave abrazo mientras sentía unos labios rozándole con suavidad la piel de sus sonrojadas mejillas. Lo único que podía ver era el cuello de Snape a unos centímetros de su rostro y tuvo curiosidad de saber cuál sería su sabor.


Pero era demasiado cohibido para atreverse, aunque cuando se dio cuenta, su lengua ya se había relamido los labios como si tuviese ante sus ojos un anhelado manjar.


Lentamente, Severus regresó sobre sus pasos hacia el despacho, llevándose consigo a Harry y cerrando la puerta tras de ellos. El chico sintió un desagradable y frío vacío cuando el Profesor se apartó en el momento en que estuvieron cerca de la mesa. En ningún momento relacionó ese frío al hecho de que Snape le había quitado el abrigo porque en cuanto volvió a tocarlo, empezó a sentir un exceso de calor.


Afortunadamente la disposición de los almohadones les permitió sentarse sobre ellos sin quedar demasiado lejos el uno por el otro. Incluso Snape se las arregló para que su rodilla estuviese siempre rozando la de Harry, le fascinaba verlo con ese tono rosado en el rostro, y sus ojos verdes reluciendo excitados.


— Me parece que ha dejado lo mejor para esta cita, Potter. —comentó mientras aparecía sobre sus platos la cena de esa noche y un par de botellas de oporto.

— Lo mejor de las citas siempre era usted, Profesor.


Severus se acercó a Harry aún más, y apoyándose sobre su mano en el suelo, inclinó su cuerpo hacia el chico, quien sonreía nervioso por la proximidad entre ellos.


— Si esto es una cita, no creo que deberías decirme "Profesor" o "Señor"... Dime sólo Severus, ¿de acuerdo?

— Sev-Severus. —titubeó apenado.

— ¿Cómo dijiste?

— Severus.

— No... creo que me gusta sólo "Sev", se escuchó realmente bien en tu voz.


Harry sonrió pero ya le costaba trabajo hasta pensar, el rostro de Severus estaba demasiado cerca y le era humanamente imposible apartar sus ojos de los labios de su profesor... tal vez, tal vez era hora de olvidarse de los nervios.


Y aunque le fue imposible deshacerse de su sonrojo, Harry fue recostándose sobre los cojines, satisfecho al ver que Severus le seguía. Ya ninguno de los dos lo pensó más, cerraron sus ojos y unieron sus labios.


Todos los sentidos de Harry estaban concentrados en corresponder al beso, llevó su mano derecha hacia el rostro de Severus con la intención de acariciarlo, pero apenas podía rozarlo temblorosamente, sintiendo otra vez que su mente sólo quería sentir el beso.


Un beso que se prolongó por bastante tiempo, en el que lograron trasmitirse una gama de sentimientos tan prodigiosa para una sola caricia. Harry jadeó cuando Severus abandonó sus labios y hundiéndose en su cuello le succionó la piel provocándole un suave dolor que, a su vez, resultaba en extremo placentero. Él mismo hizo la cabeza de lado otorgando el permiso para que continuara explorando.


Era electrizante sentir la punta de la deliciosa lengua de Severus terminar lamiéndole el sitio del chupetón. Gruñó juguetonamente cuando sintió que el Profesor se apartaba. Abrió los ojos sonriendo al verlo apoyado sobre su costado.


— Aún no hemos cenado. —dijo Severus acariciando el rostro de Harry con su dedo índice.

— Yo sólo tengo hambre de ti. —aseguró Harry capturando el dedo cuando pasó por sus labios.


Severus permaneció un rato dejando que Harry succionara su dedo, le gustaba la sensación de sus dientes rozando su piel, y la joven lengua rodearle para saborear cada parte de piel... Fue imposible no imaginarlo haciendo lo mismo pero con otra parte de su cuerpo, y antes de que perdiera el control, se incorporó quedando nuevamente sentado en los cojines, pero en esta ocasión llevó a Harry consigo, acomodándolo en su regazo, procurando mantenerlo envuelto entre sus brazos... Ahora que lo tenía tan cerca, estaba dispuesto a disfrutar de sentirlo suyo.


— Parece que tú sí tienes hambre. —rió Harry.

— Quiero probar lo que cocinaste para mí. —susurró acariciando con su nariz la oreja de un ruborizado ojiverde.

— De acuerdo, espero que te guste... ¿Y sabes? Creo que será muy rico comer tan juntitos.


El Profesor estuvo de acuerdo. Por algunos minutos no hicieron más que cenar, pero siempre permitiendo jugar en todo momento. Severus mantenía rodeado a Harry y partió su filete para darle de comer. El ojiverde se divertía mucho y le imitó dándole de comer también mientras se reían de sí mismos.


Harry estuvo muy pendiente de la expresión que hacía Severus cuando probó el postre de esa noche, un exquisito tiramisú en el que había puesto todo su cariño para elaborarlo a la perfección.


— Harry... —musitó luego de dejar el tenedor en el plato.

— ¿Qué?

— Esto fue... celestial.


Harry sonrió emocionado, volvió a tomar un poco de postre para darle a Severus, pero éste le sujetó suavemente por la muñeca.


— ¿No se te apetece comer más?

— Es suficiente por hoy... En realidad, muero en deseos de continuar algo que dejamos pendiente ayer.


Las mejillas del ojiverde volvieron a encenderse al ver que Severus se puso de pie y caballerosamente le ofreció la mano para ayudarlo a levantarse. Cada noche se había repetido el mismo movimiento, pero en esta ocasión, con solo tocar la mano de Severus, Harry sentía que su corazón se le saldría del pecho.


Nuevamente permaneció unos segundos parado frente al Pocionista, sin idea de qué hacer. La música empezó a sonar y él cada vez se sentía más nervioso y preocupado... ¿Qué pasaría si quedaba en ridículo frente a Severus y a él no le gustaba cómo bailaba? Seguramente eso contribuiría a echar a perder la cita.


Sus miradas se cruzaron y Harry no dejó de mirarlo ni siquiera cuando el brazo de Severus le rodeó por la cintura apegándolo a su cuerpo. Iba a colocar sus manos sobre los hombros de su pareja de baile pero él le sujetó de la otra mano. El ojinegro empezó a balancearse rítmicamente, Harry se sonrojó al sentir el frotar de sus cuerpos, y mucho se temió que no pudo contener un jadeo estremecedor.


Severus inclinó su cabeza al percibirlo.


— ¿Placentero, Potter? —le susurró al oído.

— Tu cuerpo... es caliente. —respondió sin pensarlo.

— Hay partes de mi cuerpo más calientes que otras.


Harry no dudaba de ello, y aunque se sentía muy feliz por estar pasando la velada con su profesor, aún su corazón latía asustado al vivir una oportunidad que jamás soñó que podía ser para él.


— ¿Porqué yo? —preguntó intimidado.

— ¿Y porqué no?

— Pues, porque hay mejores candidatos. La Profesora Sinistra es muy inteligente, conoce de infinidad de temas y...

— Ella conocerá cada constelación e interpretar cada movimiento de los astros, Harry, pero a mí me gusta más que tú sepas interpretar corazones y valores a la gente por las pequeñas o grandes cosas que rigen sus vidas.

— Eso fue lindo. —respondió sonrojado.

— Tú eres lindo. —dijo medio en broma pero con una gran carga de sinceridad.

— ¿Y Lucius Malfoy?... Él es realmente elegante y distinguido.

— Lucius podrá ser todo un aristócrata y lucir las mejores túnicas, pero yo prefiero la elegancia de tu sonrisa y la exclusividad de tu mirada más pura y brillante que cualquier joya.

— ¿Y Remus? —preguntó sintiendo que sus mejillas estaban a punto de estallar—. Él es un hombre muy maduro, siempre sabe pensar con sensatez y actuar con inteligencia.

— Su sensatez no me importa, me emociona más tu locura, tu manía por vivir la vida al máximo actuando siempre con bondad y pensando con tu alma generosa, siempre dedicado a hacer algo bueno por alguien... incluso por tu profesor más injusto.

— Oh no, por Umbridge no haría nada ¡ella fue mi profesora más injusta! —aseguró dibujando en sus labios una sonrisa que regaló a Severus con todo su cariño.


Severus dejó de moverse de acuerdo a la música y sosteniendo a Harry por la cintura le levantó del piso. El chico rió aferrándose al profesor y apoyando su cabeza en el hombro de ese hombre que a cada momento le hacía sentirse más feliz.


— No me busques ni una cita más con nadie, Harry, sólo existe una persona que quiero que me seduzca y me permita seducirle.

— ¿Yo?

— Sí, sólo tú. Sedúceme tú, Harry.


Harry se asombró de sentir la voz de su Profesor tan erótica cuando sonaba así de cerca de su oído. ¡Quería tanto un beso justo en esos momentos!... y como si sus pensamientos hubiesen sido órdenes tácitas, Severus buscó sus labios sin bajarlo al suelo y sin dejar de bailar.


Se detuvo un momento dejando salir su respiración por sus labios entreabiertos, acariciando con su aliento la rosada lengua de Harry que ya se dejaba mostrar ansiosa. Él usó la suya para contornear su labio inferior, mordiéndolo con suavidad, disfrutando de su tersura y sabor.


Harry abrió más su boca, deseoso de que la caricia fuera prolongada, y pudo sentir cómo Severus le sostenía de la cintura con más fuerza, seguramente no había soñado que su corazón daba de giros como remolino cuando la humedad de su profesor se posesionó completamente de la suya.


Entonces dejaron de bailar y se concentraron en besarse sin prisas, disfrutando de las succiones y de su abrazo.


Sedúceme túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora