Sobre nosotros, oíamos dulces melodías de canticos a Dios, como devotos tributos a la divinidad, de un ser superior que desconocíamos. Un dios que bendecía a unos, y maldecía a otros; según ellos por designio sagrado, éramos animales y ellos nuestros amos. Los portugueses solían realizar misas, para santificar sus almas, ignorando las nuestras que se pudrían bajo sus pies.
-En la noche, frente a un fuego que se elevaba en los cielos e iluminaba las selvas del Brasil, Milena recordaba sus días en aquellas oscuras mazmorras en Elmina y el viaje teñido en sangre que le trajo al nuevo mundo. -Aún, en esos días no entendía bien la verdad, que el poder yace en la mente, y el verdadero Amo es aquel quien conoce sus enigmas.
- Milena danzaba frente a la fogata, unos tambores acompañaban su baile, rodeada de sus hermanos de raza que sacudían sus palmas, estremeciendo el silencio nocturno con sus ritmos.
La chica sacó de una caja de madera, una serpiente anillada roja, que llevó consigo, exprimió el veneno de su cabeza, sobre un recipiente de cobre que contenía un aceite extraño. -"De los males y agonías que pude evitar, de haber dominado antes este arte"- Pensaba Milena, observando el recipiente, con el letal veneno iluminado por las llamas. Ella lo bebió, y vertió el resto en su cuerpo, desnudándose, poco a poco y frotando el letal aceite en cada espacio de su piel.
-La noche antes de ser embarcada al nuevo mundo, mi madre murió, mi amada madre Maia, la dulce mujer de tiernos ojos, llevándose consigo mi corazón; las argollas habían roto sus tobillos, y la gangrena había carcomido su carne, tocia cada noche, vomitando sangre, pero siempre me decía que no me rindiera, que un día la gran madre Orisha, habría de declararme su hija, y yo trazaría el destino. Jamás la entendí, ni esa última noche donde su corazón dejó de latir. La abrace mientras contenía mis lagrimas, en aquel triste y oscuro lugar, sintiendo como su cuerpo se enfriaba, como las paredes de aquel maldito castillo. Pero ella siempre estuvo ahí, enseñándome los misterios de la magia Vudú. El secreto del corazón sangrante, un conocimiento prohibido para cualquier maestro hechicero, que se considere con escrúpulos. Para quienes consideraban los pecados reales, y creyese en el castigo de algún dios.- La hechicera recordaba los días dolorosos, que habrían de acabar pronto, esa misma noche.
Milena había aceitado su piel, absorbiendo el veneno por sus poros, las toxinas la indujeron a un trance poderoso; en los cielos como místicas cómplices, (Las Pléyades) brillaban intensamente sobre Mercurio, que destellaba con más fuerza que Sirio. El destino estaba siendo entrelazado por el velo invisible de la providencia divina, la hija de los Orisha: Rabú, nacía. Pero para nacer con un nuevo espíritu, se debe morir en carne y consciencia, y el corazón de la hechicera se detuvo, desplomándose en el suelo, con sus ojos abiertos en dirección a las estrellas, entonces su alma se elevó, al lugar secreto, en la bóveda celestial. Los que le acompañaban la rodearon y empezaron a danzar en torno a ella, cargando cestos con maíz, hojas de tabaco, pescado, dulces y varios tributos para Eleggúa, quien traza los destinos. Comenzaron a sacrificar chivos, y gallos bañando en sangre el cuerpo de Rabú, y alzaban su canticos a las estrellas; Mercurio brilló con una intensidad inquietante, y el aliento regresó al cuerpo de la hechicera, quien se despertó agitada, perdida, sin saber que sucedía, su cuerpo se sentía distinto, más fuerte mas vigorosa, invencible. Poco a poco recobraba la calma, percatándose de su nueva realidad, o mejor dicho de su nueva identidad. La hija de la esclava Maia, ahora era Rabú, la hija de los Orisha. Los negros que la habían acompañado cesaron de bailar, y se inclinaron ante la poderosa hechicera; con un gesto, Rabú dio instrucciones a uno de ellos, quien se retiro para traer ante ella al Señor Figueroa. Rubén Figueroa era el propietario de varias plantaciones de azúcar en Rio de Janeiro, además de fungir como secretario del gobernador, su familia era poderosa, y muy respetada. Esa noche los negros habían confabulado en su contra, hurtando lo necesario para el sacrificio y el ritual que traería a la hija de los Orisha. El señor Rubén estaba atado y amordazado, con una expresión de horror en sus ojos, miró a Rabú atemorizado, creyó que aquel atentado era por venganza, por tantas veces que el señor Figueroa ultrajo a la esclava, por las veces que la azotó en la cocina cada vez que se resistía a sus bajos instintos. '

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Rabú
Ficción General1753, En la colonia portuguesa de Catarse una esclava se libera del yugo de sus amos con su poder de hechicera. Pero tras su místico poder y destino hay una historia que desconoce, una odisea que al ser revelada cambiara su verdad, su identidad y ca...