Prólogo

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Prólogo

Noviembre 2007

8 años...

No quería llegar tarde.

No pensaba llegar tarde.

No iba a llegar tarde.

Salte del auto tan pronto como se detuvo.

— ¡Adiós, papá!—partí a correr sin esperar respuesta.

A lo lejos escuché la puerta cerrarse y un "¡¡vas a caer!!" de parte de mi primo. No le hice caso y seguí en corriendo a toda velocidad.

No iba a llegar tarde, odiaba llegar tarde.

El sonido de mi mochila y lonchera acompañaba mis rápidas pisadas. Atravesé el patio delantero, comprobando lo que temía cuando no visualicé a ninguno de mis compañeros, y aceleré el paso.

Surque el pasillo saludando y esquivando a los padres que venían de dejar a sus hijos en las aulas. Mi mamá siempre decía que la desventaja de vivir en una ciudad pequeña, es que todos se conocían. Doblé hacia la derecha, y en ese momento, por el pasillo, vi venir al señor Marc.

¿Qué hacía ahí?

Él no tenía ninguno niño en su casa, excepto su nieto. Pero el pequeño Phoenix solo venía a Tillamook en las vacaciones. Y no tenía hijos pequeños, no que yo estuviera enterada.

— Sam—paso junto a mí.

Yo bajé la velocidad, mientras caminaba de espaldas. Y solo me dio tiempo de saludarlo con un movimiento de mano.

— Adiós—respondí, antes de voltear y correr de nuev...

Los ojos del Sr. Marc se agrandaron.

— ¡Cuidado!—sus manos me indicaron que parara.

A pesar de que el grito fue fuerte, era imposible que la voz detuviera el impacto. Y sin piedad, y con mucha fuerza, choque contra algo.

— ¡Auch!

Debía empezar a obedecer a papá y dejar de caminar en retroceso, decía que podía terminar lastimándome, o a alguien más. Y definitivamente ninguna de las dos acabaría bien.

Alce la vista y entonces lo vi.

Todo paso a la vez. Me paralicé, me asusté, y por ultimo me sorprendí. No lo sé, no recuerdo lo qué sentí en ese instante. No con exactitud, pero sí memoricé tres cosas: que llevaba el cabello bien peinado, que olía a perfume de bebé y que sus ojos eran de un gris verdoso cristalino, tan parecido a esas partes pocos profundas del mar pacifico.

Me quedé sin aliento. De eso hablaba papá, de lastimar a alguien. Lo examiné, tanto con mis manos y mis ojos, en busca de algún rasguño. Respiré con normalidad en cuanto asimilé que estaba totalmente intacto.

Cogí aire por la boca antes de hablar.

— D-disculpa... No quería chocar contigo...

Traté de esquivarlo, pero ambos nos movimos al mismo lado, generando un ridículo baile. No pude dejar de mirar sus ojos, eran tan...tristes.

—... No te vi—explique, y me callé al instante.

Su rostro no albergaba ninguna expresión, no parecía molesto. Me miraba sereno, sin pronunciar palabra. Me le quedé mirando también. Era un poco más alto que yo, su cabello caía sobre su frente y a los lados, rozando la cima de sus cejas y orejas también. La piel clara de su rostro era limpia, ni una sola peca. Sus mejillas un poco rellenas, conformes del rostro de un niño de nuestra edad.

Un Secreto Entre Miradas: cuando el verano se despida de nosotros. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora