Prólogo

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Cuentos para dormir

Esta es la historia de dos hermanos, rebosantes de curiosidad y libertad, unidos tal como las estrellas lo hubieran querido.

Historia que empieza con otra, siendo esta última narrada en una cabaña en medio del bosque, donde la tranquilidad reinaba, dos niños oían cuentos inventados por su padre en un intento de hacerlos dormir, cosa que realmente no funcionaba pues, solamente alimentaba más la curiosidad de las criaturas.

- ¿Puedes contarnos la historia de nuevo? - preguntó el niño rubio mientras se acurrucaba en su cama con los ojos abiertos y brillantes.

- ¿De nuevo? ¡Pero si ya la escucharon mil veces! -

-Por favor Papá- suplicó el otro niño, quien se encontraba sentado en su propio lecho.

-Está bien- El hombre juntó sus manos frente a su rostro y las froto -Aquí vamos-

"En tiempos donde el sol no tocaba la tierra y el agua olvido como fluir... Al comienzo del mundo surgió una unión, tres estrellas en el cielo; Atlas, Electra y Maia alinearon sus cuerpos en una conjunción perfecta.

Cuentan las historias que las estrellas otorgaron dones a nuestros ancestros, dones para hacer de este nuevo mundo un lugar mejor. Cada don eligió un portador capaz de utilizar su poder de forma correcta. Muchos los consideraron dioses, pero, por otra parte, otros deseaban su poder, así la envidia creció en el corazón de la humanidad cazando las vidas de tales portadores.

Los ancianos cuentan que, durante años, estos debieron escapar y mantenerse ocultos, que incluso el poder de Electra y Maia había desaparecido junto a sus usuarios, sin embargo, aún quedaba Atlas, cuya peculiaridad se perdió con el décimo tercer portador.

Sin embargo, una cosa es cierta; y es que cada 139 años se da la convergencia de las estrellas gemelas y cuando ocurra la última, aquellos nacidos en el mismo día heredarán los poderes de ellas, para librar a la humanidad de toda maldad".

-¿Crees que la historia sea cierta?- interrogó Eren, el niño de cabellos castaños y alisos, insistente al momento en que se obsesiona con algo, obsesión que en este preciso instante era tal historia.

-Yo pienso que es real- dijo Armin, aún con los ojos muy abiertos, su rostro emanaba energía y curiosidad, igualando la persistencia de su hermano.

- Pues a decir verdad, yo considero que son solo historias- dijo el padre -Pero quien dice que no pueden ser verdad- concluyó Grisha.

Estrelló sus manos en sus rodillas, como antecedente de su retiro de aquella incómoda silla de madera para dirigirse a su cuarto, cosa que marcaba la hora de dormir de los niños.

-¡Tal vez los ancianos tienen razón y las estrellas siguen vivas!- exclamó hiperactivo el rubio, ganándose la sonrisa de su padre y hermano.

- ¡Eso sería genial Armin!, ¡Seguramente son tan geniales como Hannes cuenta!– le siguió la corriente Eren.

- No creo que deban darle tanta importancia a lo que el señor Hannes les cuenta...-el hombre expiró derrotado por toda la energía que tenían sus niños- real o no sigue siendo una historia y ahora ya es muy tarde, así que......-

- Nooo.... ¡No queremos dormir!– respondieron los niños en coro, obligando a su padre a quedarse, a tratar de callarlos y hacerlos tener al menos unas horas de sueño.

Mientras discutían si ir a la cama o seguir contando cuentos, ni los niños ni el padre se percataron de que alguien más estaba presente en la habitación, de pie detrás de Grisha, con las manos en las caderas y la voz preparada para interpelar a los chicos.

- ¿Acaso escuché que alguien no quiere dormir? - exclamó autoritariamente haciendo temblar, en hipérbole, toda la habitación, sobre todo a los niños que se rehusaban a reposar.

Así es, la figura que acaba de ingresar a la habitación era Carla; la madre de los niños, una mujer capaz de asesinar solamente con la mirada y esa mirada ahora era dedicada a sus hijos y esposo.

Antes de que pudiera decir algo más, los niños ya estaban acurrucados y listos para dormir, aterrados de las consecuencias de rebelarse ante Carla.

Grisha se despidió de los niños, besó a su esposa y se retiró de la habitación; sin embargo, la morena mujer se quedó, acercándose a sus hijos.

Acurrucó primero a Eren, estampó un beso en su frente, y luego fue el turno de Armin.

-Ma... ¿Tú también crees en esa historia? - Preguntó el rubio con la voz ya cansada y adormilada.

-Si cariño, creo que es cierta- respondió Carla con una sonrisa en su rostro, acariciando la cabellera del pequeño.

Armin no pudo llegar a articular palabra, en su lugar una media sonrisa cansada fue lo que obtuvo su madre de respuesta antes de que este caiga en los brazos de Morfeo.

Carla besó en la frente a Armin, y antes de retirarse de la habitación apagó el velador del lugar y susurro al aire:

Que duerman bien mis niños.

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