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Por la mañana, cuando Jungkook despertó, todo se sentía diferente.

El aire parecía más fresco. La luz parecía más brillante. Por primera vez desde que podía recordar, se sentía feliz de estar despierto, de estar vivo. Él tenía una razón, un propósito. Por primera vez, alguien lo necesitaba. Él era el protector de Yoongi, su proveedor, su propio ángel guardián personal.

El corpulento adolescente saltó de su litera y miró a Yoongi. El pequeño rubio dormía pacíficamente debajo de él. Aunque había sido tentado en el pasado, por primera vez, Jungkook cedió a su deseo de arrodillarse junto a su cama y verlo dormir.

Siempre había sido consciente de lo lindo que era el rubio desde la distancia. Pero de cerca, a la suave y dorada luz de la mañana, Yoongi parecía un pequeño Ángel. Sus pestañas, imposiblemente largas y gruesas, descansaban sobre sus dulces mejillas rosadas. Sus labios regordetes estaban separados y suaves mientras respiraba. Su cabello parecía un halo dorado. Era un angelito hermoso, perfecto e inocente. Él no pertenecía a un lugar como este. El pequeño rubio despertó sentimientos en Jungkook que nunca había sentido antes, oleadas de intensa protección e incluso posesividad más intensa.

Esa mañana, Yoongi fue el primero en la fila para el desayuno y no recibió una, ni dos, sino tres porciones de comida cuando Jungkook se puso de pie detrás de él con sus penetrantes ojos dorados y amenazó al trabajador de la cafetería. Nadie lo hizo tropezar o intentó derramar su bandeja cuando Jungkook lo guió al mejor asiento del comedor. Nadie siquiera se acercó al niño.

Yoongi parloteó alegremente, balanceando sus pequeños pies desnudos debajo de la mesa. Jungkook los miró con el ceño fruncido y se disculpó. Le tendió la mano al chico que había tomado los zapatos de Yoongi. El niño tragó saliva y luego se inclinó y se quitó los zapatos. Jungkook los aceptó y luego hizo un gesto para que se quitara los calcetines... y su cinturón... y su chaqueta. El matón terminó parado en sus bóxers en medio de la cafetería, cuando Jungkook le rompió el dedo meñique de su mano derecha frente a todos. Fue un mensaje muy público y evidente: «No toques lo que es mío».

Jungkook llevó la ropa a su protegido. Los bonitos ojos azules de Yoongi miraban sin ver a Jungkook mientras balanceaba los pies y comía la manzana más roja y brillante que Jungkook pudo encontrar. La había robado directamente del plato de otro niño.

—¿Qué fue eso, Jungkook? —Preguntó inocentemente, totalmente ciego a la violencia frente a él.

—Nada, Yoongi; dame tus pies, —gruñó. El pequeño rubio levantó un pequeño pie y dejó que Jungkook le pusiera los calcetines y los zapatos. Jungkook le puso una segunda camisa sobre la primera y luego cubrió sus delgados hombros con la chaqueta robada. Sonrió por cuán abrigado el pequeño Yoongi lucía con sus ropas nuevas. Él nunca volvería a tener frío. Jungkook se aseguraría de eso. El chico dejó de comer a la mitad y Jungkook le dio un toquecito en la mano.

—Come Yoongi, estás demasiado delgado—. Yoongi tomó dos bocados más, tratando de complacerlo, y luego se levantó las camisas, mostrando a Jungkook su vientre abultado.

—¡No puedo comer más, Jungkook! Estoy todo lleno, ¿ves?

Jungkook dio unas palmaditas en la barriga suave y gordita del niño y se rio de buena gana. Cada ojo en el lugar se giró para mirarlo. Nadie había visto al adolescente de aspecto enojado tanto como romper en una sonrisa. Ciertamente, nunca lo habían visto reír.

—Así que lo estás. —Limpió una mancha de comida de la barbilla de Yoongi—. ¿Estás listo para la clase?

El chico asintió exuberantemente y Jungkook le tomó la mano. Para cuando llegaron a la clase de Yoongi, la sala estaba llena, esperando que llegara la profesora. No era raro que hubiera muchos más niños que escritorios y, por lo general, los más pequeños estaban sentados en el suelo. Jungkook miró fijamente al chiquillo con la cara con granos en el mejor asiento del frente. Cuando no se levantó lo suficientemente rápido, Jungkook lo agarró por el cuello y lo arrojó por la ventana abierta. Él comenzó a gritar cuando cayó al suelo. Era solo el segundo piso así que Jungkook no estaba excesivamente preocupado de que estuviera gravemente herido; estaba bastante seguro de que los rosales en los que había caído el muchacho eran el problema.

ängeln föll till markenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora