Capítulo Único

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El sonido de los pájaros lejanos lo despertó, él abrió sus ojos perezosos, entonces supo que la opresión en su pecho era real y que no se trataba de un sueño

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El sonido de los pájaros lejanos lo despertó, él abrió sus ojos perezosos, entonces supo que la opresión en su pecho era real y que no se trataba de un sueño. Teseo, su novio, se había ido tras una acalorada discusión que los llevó a decirse cosas horribles.

Cuando los primeros rayos del alba penetraron uno de los rincones más cerrados del laberinto, Milo se sintió solo por primera vez en años. Y de la peor manera, supo con total certeza que su vida había dado un giro descomunal y nada, nada, volvería a ser como antes.

Aquella mañana helada, se colocó un pesado abrigo de pieles sobre sus hombros y por más que lo intentó por varios minutos, no logró calzarse los zapatos que el humano había olvidado a los pies de la cama.

—¿Cómo es que puedes usar esto? No comprendo —comentó el joven bovino, abandonando la iniciativa luego de que el primer zapato se despanzurrara bajo sus pezuñas.

Se miró al espejo, acomodó sus penachos, duros como cuerdas, hacia un costado y luego para el otro pero la rebelde vellocidad sobre su mollera volvía siempre al centro de su cabeza.

—Bueno, basta, voy despeinado y chau —le dijo a su propio reflejo que lo miraba indeciso desde el otro lado del cristal.

—¿Debería pintar mis fauces? ¿O pareceré muy coqueto? No. Nada de labial. Menos es más —volvió a comentar en un intento de autoconvicción.

Tomó la carterita celeste pastel, se la colgó entre las protuberancias de su hombro y salió en busca del hilo de oro que usa Teseo para llegar hasta él y para salir del laberinto.

Regresó sobre sus pasos y se quitó el sobretodo de piel.
—Me haces ver gordo —le susurró al abrigo como si éste pudiera escucharlo.

Moviendo su cola de un lado hacia el otro, el enorme minotauro había tomado la firme decisión de transformar su vida. Él no se quedaría a esperar a que Teseo cambiara de opinión sobre sus relaciones o regresara por una reconciliación como siempre sucede.
No, él tomaría el «toro por las astas» y saldría del laberinto a buscar un trabajo digno para poder sobrevivir fuera de su enmarañado hogar concebido desde la caótica cabeza de Dédalo.

—Este es el primer día del resto de mi vida —se dijo en voz alta dándose ánimos a sí mismo.
—¡Que nada nos detenga, torito!

Saber por donde empezar, era la clave del éxito. Pero... ¿Por donde empezar?

Caminó sin rumbo por la ciudad hasta ver un cartelito pegado sobre una enorme vidriera.

Se solicita empleado, inútil presentarse sin referencias.

—Ese soy yo: ¡Inútil y sin referencias! —saltó de alegría haciendo un hoyo bajo sus patas.

El ingreso por las puertas giratorias del edificio de cristal se convirtió en el primer desafío. Milo no lograba que sus enormes cuernos pasarán a través de las delicadas puertas. Entonces una bonita joven se acercó y tomó uno de sus brazos para llamar la atención del toro que seguía fracasando con éxito.

Milo MinotauroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora