—Prométeme... Que nunca olvidarás... Nuestro futuro perdido —dijo Claire con lágrimas en los ojos.
El profesor quiso hablar, pero las lágrimas no le dejaban pronunciar nada. Quería abrazarla y evitar que se marchara. No quería que ese fuera su último beso. Un nuevo último beso que podría sustituir a su antiguo recuerdo.
—Hershel. No me queda mucho tiempo y no tengo tiempo de explicarte nada. Pero necesito tu confianza.
—¡Por supuesto, Claire!
La joven jugueteó con sus dedos nerviosa, pero paró cuando vio que sus manos empezaban a iluminarse.
—¡Cree a ese niño! —gritó desesperada.
—¿Cómo? ¿Qué niño?
—El niño que aparecerá en tu puerta. Cuídalo mucho, por favor —dijo a punto de llorar—. Te amo.
Claire se marchó, desapareció casi delante de sus ojos. El frío empezaba a hacerse de notar y la nieve empezaba a mojar su ropa. Su tristeza no le dejaba pensar en aquellas palabras. ¿Un niño? Estaría delirando. Quizás se refería a Luke.
Al día siguiente Luke embarcaba destino a una ciudad de Estados Unidos de América. Después de tantos años juntos, su aprendiz se iba, igual que se fue su ayudante. Ahora solo le quedaba Flora.
Cuando volvió a casa se quedó paralizado al ver que había un niño llamando a la puerta con una gran maleta al lado. Flora no estaba en casa y Rose tenía el día libre. Se acercó curioso al niño.
—Hola. ¿Puedo ayudarte en algo?
El niño levantó su cabeza y los cabellos pelirrojos se movieron.
—¿Es usted Hershel Layton?
—Así es. ¿Y tú?
—Yo... —jugueteó con sus dedos nervioso—. Yo soy... Yo soy Alfendi... Alfendi Layton.
El profesor Layton abrió los ojos como platos y dejó caer el correo que había recogido. ¿Cómo? ¿Era ese niño al que se refería Claire?
—Mi mamá me dio una carta para ti —le tuteó—. Me dijo que si no volvía a casa algún día viniese aquí y te diera esta carta.
El profesor agarró la carta con las manos temblorosas y abrió con dificultad la puerta.
—Cálmate, Hershel. Actúa como un caballero —se dijo a sí mismo—. Sírvele un té con leche y luego lee la carta.
Después de servirle un té y unas pastas para que comiera algo leyó la carta para sus adentros, pero delante del niño.
«Estimado Hershel,
Sé que és difícil de creer, ni tan siquiera como científica podría explicártelo. Pero Alfendi es nuestro hijo. Es tu hijo.
Aquella noche de ese fatídico día iba a contártelo. ¡Estaba embarazada! Estaba tan contenta de compartir eso contigo... Me metí en la dichosa máquina del tiempo porque estaba segura que no funcionaría, pero por caprichos del destino aquí estoy.
He estado estos diez años vagando con un niño en un... Tiempo que no era el nuestro.
Creía que eso sería para siempre, pero cuando te vi aparecer de nuevo sentí que el mundo temblaba bajo mis pies y sabía que mi tiempo acababa.
Alfendi es un niño maravilloso, ha sacado tu inteligencia, dice querer ser policía. Es un niño especial, es mi mundo. Nuestro mundo, el que nos arrebataron.
Él sabe quién eres, siempre hablamos de ti. Estaba deseando conocerte.
Cuida de él Hershel, y a ti también.
Dile que le quiero, y a ti también.
Sois mi mundo y se me parte el alma no poder compartirlo con vosotros, mis chicos.
Sed felices.
Claire.»
El profesor guardó la carta de nuevo en el sobre y miró al niño terminarse el té. Aquel era su hijo. ¡Era su hijo!
Después de la muerte de Claire nunca jamás pensó en hijos. No merecía vivir aquello sin el amor de su vida. Pero el amor de su vida ya había tenido un fruto de su amor.
—Alfendi.
—¿Sí?
—Eh... Esto... ¿Quieres escuchar un puzle? —sonrió con nerviosismo.
—Claro, papá —respondió sonriente.
En ese momento, Hershel Layton sintió que todo su miedo se iba.
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Esta mini historia se me ocurrió hablando un día con mi amiga sobre quién podría ser la madre de Alfendi. Me dijo que era imposible, pero me da igual jaja, yo le veo sentido y con eso me es suficiente :)
