Hoy, vamos a leer cuentos en voz alta, dijo el maestro. Pero si hoy toca matemáticas, pensé yo enfadado.
El resto de los niños gritaron de alegría, se libraban de las matemáticas.
Miré a los niños y me acordé del primer día de clase. Era nuevo en la escuela, mis padres habían encontrado trabajo en la ciudad y nos habíamos mudado. El maestro, me presentó al resto de los niños: El es Pedro. Tenemos que ayudarle a conocer la escuela y, estoy seguro que pronto se harán amigos amigos de él. Pedro, cuéntanos dónde vivías y cómo era tu escuela anterior.
Miré al maestro y luego a todos los niños de la clase. Noté como mi corazón empezaba a ir más rápido y las manos me sudaban. En mi antigua escuela todos los niños me conocían y sabían cuál era mi problema. Leyendo un cuento tardé en empezar a hablar, algunos niños ya se estaban dando codazos entre ellos y me señalan con la cabeza. Vamos Pedro, no tengas vergüenza, dijo el maestro.
Bu bu bueeenos di di días. La carcajada general fue inmediata. Baje la cabeza y dejé de hablar. El maestro enseguida se dio cuenta de lo que pasaba, se puso serio, levantó la mano e hizo que todo el mundo se callara.
Pedro, siéntate en tu sitio que voy a contarles una historia.
Noté que todos los niños me miraban mientras caminaba por el pasillo hasta mi mesa.
Mi compañera de mesa me dijo sonriendo: me llamo María y yo no me he reído, no les hagas caso.
Mientras, el maestro, empezó a contar la historia.
Trataba de un patito, que de pequeño era diferente a sus hermanos y que todos se burlaban de él, incluso su madre lo rechazó.
El huyó de la granja y cuando pasó el invierno, llego a un estanque donde vio las aves más preciosas que había visto. De pronto al ver su aspecto reflejado en el estanque, el "patito feo" se dio cuenta que en realidad no era un patito sino un precioso cisne.
El maestro nos dijo que hay que aceptar a las personas como son y que todos tenemos algo que nos diferencia de los otros. Tienen que buscar en los demás lo bueno que los hace diferentes. Siempre encontraran algo que, a lo mejor, necesitan para ser mejores. Unos serán más altos, otros más bajos, unos delgados, otros correrán más, otros cantarán mejor...
Miren, si todas las personas fueran iguales la vida sería muy aburrida. Sólo sabríamos hacer las mismas cosas que los demás. Por ejemplo, nadie habría inventado nada. ¿Se imaginan ?, si nadie día hubiera decidido hacer cosas diferentes no se hubiese inventado la bombilla.
A nosotros mismos nos gusta ser diferentes a los demás. A ver ¿de qué color es el abrigo con el que han venido a clase?
Rojo, gritó uno, amarillo, azul, verde gritaron otros.
Entonces empezó a hablar de mí.
Han visto que a Pedro le cuesta un poco hablar. Además, hoy es su primer día de clase, no nos conoce y todavía le cuesta más. Esa diferencia de Pedro es la que hemos notado enseguida pero, seguro que tiene muchas otras que nos pueden ayudar a todos. Ustedes tienen que ayudarme a encontrarlas.
Pero también nosotros, vamos a intentar ayudar a Pedro. Si todos somos diferentes, porqué nos vamos a reír de alguien cuando no pueda hacer las mismas cosas que nosotros. En los próximos días, su tarea es contárselo a los niños de las otras clases, para que nadie vuelva a reírse.
Cuando Pedro hable con nosotros, no vamos a tener prisa. No nos tiene que importar como habla Pedro sino, qué nos cuenta Pedro. Aunque piensen que saben lo que les quiere decir, no tienen por que decirlo antes de que el se los cuente . No le diremos que repita las cosas ni que hable más lento, no lo interrumpiremos, simplemente esperaremos a que acabe la frase. El maestro, me miró y me dijo, Pedro ¿a ti te parece bien? ¿Estás de acuerdo?
Sí, sí. De a a acu erdo. Aunque algunos mayores dejan de mirarme cuando notan como hablo, el maestro me miró hasta que acabé de hablar. Nadie se rió esta vez y me senté al lado de María que me volvió a sonreír.
Cuando salimos al recreo todos vinieron a hablar conmigo y poco a poco fui conociendo a los que al cabo de unos días ya eran mis nuevos amigos.
El maestro dijo otra vez, hoy vamos a leer cuentos en voz alta. Empezó a mirar a todos los niños y al final dijo. Pedro, ponte en pié y empieza a leer el cuento.
El profesor había dejado un libro encima de cada mesa, agarre el mío y vi el título "El patito feo"
Me puse en pié y empecé a leer "Co co como ca cada veeerano, ...", de pronto vi que uno a uno se iban levantando el resto de niños de la clase y empezaban a leer despacio y en voz bajita el cuento. Me uní a ellos y tuve la sorpresa que, al leer con ellos, no me atascaba como cuando lo hacía solo "...a la Señora Pata le dio por empollar y todas sus amigas del corral estaban deseosas de ver a sus patitos, que siempre eran los más guapos de todos..."
Seguimos leyendo, hasta finalizar el cuento, mientras veía como María me sonreía y me guiñaba un ojo.
Yo también estaba sonriendo y pensando que era verdad lo que dijo el maestro. Yo había encontrado lo bueno que tienen mis compañeros y que los hace diferentes.
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Un día de clases
Teen FictionEsta historia trata de un niño que al cambiarse de escuela sus compañeros se burlan de un problema que tiene para hablar pero con ayuda del maestro se va integrando