Hurgando entre los cestos de las oficinas de redacción de El Cronista Sanmartiniano encontré la siguiente nota. Seguramente había sido descartada por el jefe que la habrá juzgado poco llamativa, poco informativa o simplemente insípida, carente de cualquier tipo de valoración. Me dedicaba al área de limpieza, esa era mi tarea, todas las noches luego que cada uno abandonara sus puestos me encargaba de dejar el ambiente lo más pulcro posible para el otro día. Eso me ofrecía ciertas ventajas, como, por ejemplo, la esperanza de encontrar algo medianamente útil o interesante entre los residuos, lo que se dice: pequeños tesoros. A veces eran monedas o billetes, otras veces paquetes de cigarrillos o algún bolígrafo, marcadores o lápices. ¡Una vez encontré un reloj! Obviamente no funcionaba pero de todas maneras me lo quedé, era de buena marca y lucía bien en mi muñeca, daba pena desecharlo así sin más.
Guardé el arrugado manuscrito en el bolsillo del pantalón, pensaba leerlo mientras regresaba a mi hogar. El jefe me miró con cierto reparo porque advirtió que guardaba algo, no le gustaba ni un poquito que sus empleados le ocultasen cosas. Resté importancia al asunto diciendo que era un pañuelo que se me había caído al suelo. Siguió de largo mientras revolvía su café. Cumplida la jornada me apresuré en guardar las herramientas de trabajo, tomé un poco de agua del dispenser, saludé al jefe, al guardia de la entrada y salí disparado del edificio. El colectivo venía vacío, decidí ubicarme al fondo, entre los últimos asientos y empecé con la lectura. Para mi sorpresa las preguntas formuladas por el periodista aparecían tachadas en trazo grueso así como el nombre del entrevistado. ¿Por qué razón? Ni idea, preferí no pensar demasiado en ello, he aquí la nota en cuestión:
Entrevista al famoso actor de teatro, cine y televisión: ...
P.
—Como actor uno no siempre tiene la libertad de elegir lo que verdaderamente quiere hacer. ¡Y te lo digo yo, que vengo con una carrera prestigiosa a cuestas! Pero bueno, fue lindo ser parte de este film. La historia gira en torno a un triangulo amoroso conformado por un enano, un equilibrista y una fenómeno de circo. Yo interpreto al equilibrista, que además tiene la desgracia de ser tuerto. Cuando me dieron el libreto lo primero que pensé fue: "Oh, es la mayor bizarreada que leí en mi vida". Le miento si le digo que no me cagué de risa un buen rato, lloraba ante tamaña ridiculez. Aunque vale decir que la historia toca temas que hoy están más presentes que nunca entre los jóvenes: racismo, feminismo, libertad sexual, libertad de expresión, libertad de culto, derecho a la muerte digna, derecho al aborto, derecho a la propiedad privada, derecho a portar drogas, derecho a portar armas y un largo etc. No sé cómo hizo el director, que es amigo mío, para incluir todo en el mismo paquete. ¡Un menjunje de aquellos se mandó! Igualmente, dentro de todo, la cosa salió ehmm... ¿Cómo decirlo? Bueno, lo importante es que pudimos finalizar el rodaje; lo que al principio parecía el disparate de un guionista desquiciado se terminó volviendo realidad, y espero que a los espectadores les guste, pero no sé... presiento lo peor, quizás no sea del agrado de todo el mundo... "¡maldito seas tú gran idiota! Tenías que abrir el hocico..." Perdóneme es que repaso la película en mi mente y no puedo evitar pensar que es una mierda, de hecho no debería estar diciéndole esto, es muy poco profesional de mi parte, disculpe, omita lo que dije por nuestro bien, olvídelo por favor.
P.
—A ver... nunca tenés la certeza de cómo va a quedar terminado el producto, pero como dejé en claro antes: olvídelo; es por el bien de ambos, preferiría no entrar más en detalles, no corresponde, no es mi tarea para eso están los críticos, ellos sabrán qué decir.
P.
—Ehh... ¿Me prometes que esto no va a salir publicado, bajo ningún término? ¿Sí? Pues, entonces juralo por tu vida, quiero que lo jures por tu vida, dale.
P.
No sé, no me convenció mucho tu juramento, pero bueno: la cosa es que más allá de que la pasamos regio en el rodaje, que se armó un lindo grupo y servían buenos platos y demás, algo no estaba bien y tenía ganas de confiárselo a alguien, a usted por ejemplo; como reza el famoso dicho: "el que mucho abarca, poco aprieta". Y siento que no hemos podido profundizar en nada, es una verdadera pena. Juan, el director, es amigo mío, estudiamos juntos en la facultad, nos conocemos al dedillo, de hecho: hice esta peli por él, como un gesto de amistad, nada tuvo que ver lo económico, no cualquiera se sumerge en un proyecto de tales características, esto es cosa de valientes. ¿Disculpe, fuego tiene? Necesito distenderme...
—Ah... extrañaba el tabaco, a mi esposa no le gusta que fume, pero ahora ella no está jajaja. Bueno, ¿a qué venía todo esto?
P.
—Sí, bueno, como dije: Juan es amigo mío, nos conocimos en la facultad y trabamos una gran relación, la cosa es que su libreto no parecía del todo coherente, no sé si me explico. ¡Más para un profesional como yo, con todo el prestigio ganado a lo largo de décadas! Apenas con un par de hojeadas me di cuenta que había situaciones que no cerraban por ningún lado, la premisa de por sí es una ridiculez de acá a la China. ¿Quién en su sano juicio tiene interés de ver un triángulo amoroso entre fenómenos de circo? A mi me da asco de solo pensarlo. Aun así, no me pude negar: Juan llegó a mi casa, se puso de rodillas y se empezó a arrastrar a lo largo y ancho del living suplicándome que por favor aceptara el protagónico ¿puede creerlo? Hasta donde puede humillarse uno... Era un protagónico, ¿me entiende? Todo bien con las comedias televisivas de las cinco de la tarde, pero deseaba volver a la pantalla grande y a mi edad los grandes roles escasean, como dijo alguna vez alguien: agarra lo que puedas y no lo sueltes. Pues, eso hice.
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Entrevista a un famoso
HumorUna simple entrevista a un famoso actor puede convertirse en una pesadilla. (Inspirado en una obra de David Foster Wallace).