Capítulo 7

4 0 0
                                    

Los rayos de sol que entraban por el ventanal me hicieron abrir los ojo. Era jueves... recordé que hoy tenía un trabajo que entregar. Pero no podía ser posible, me sentía fatal por no poder entregarlo.

Bostecé mientras me frotaba los ojos. Sali de la cama encontrándome con una nota sobre el tocador, la letra era preciosa y me sorprendió lo que decía:

"Ahí en el closet hay bastante ropa, usa lo que necesites, no te preocupes querida. Espero que te sientas como en casa".

Ziordia.

Agradecí internamente por su acto tan noble pero la verdad es que no me sentía como en casa. Estaba totalmente apartada de mi hogar... ningún lugar que no fuere ese sería considerado mi hogar.

No entiendo como todo cambio tan rápido...aun no creo que realmente no sea hija de las personas que me trataron con tanto amor.

¿Cómo deberían de estar ellos ahora? Era la pregunta que me hacía desde que tomé el avión, me sentía triste, engañada, frustrada...pero no podía seguir pensando en eso. Escape de casa para poder despejar mi mente no para frustrarme más.

Deje la nota en el tocador y busqué la puerta de baño, me mire en el espejo revisando el golpe de mi mejilla, estaba un poco morado e hinchado. Luego de varios minutos de inspección me di una larga ducha, busque ropa en el closet. Me decidí por un vestido de verano y unas sandalias, me recogí el cabello y Salí de la habitación.

De día los pasillo de la mansión se veían más bonitos, los cuadros resaltan con el color de las paredes. Baje las escaleras de caracol sintiendo un aroma bastante cálido.

Por un momento cerré los ojos sintiendo esa vibra de paz a mi alrededor. Aquí en esta mansión todo era acogedor, suspire aun con los ojos cerrados por varios minutos.

—Querida ahí estás, ven a desayunar. —dijo Ziordia con una enorme sonrisa—¿Cómo amaneciste?

Tome asiento a su lado mientras ella me inspeccionaba.

—Amanecí bien, Gracias.—mentí.

—Me alegro de que hayas podido dormir—dijo.

Pasaron varios minutos en que nos preocupamos por el desayuno que teníamos en nuestro respectivos platos.

—¿Qué estudias, querida? —pregunto luego de un tiempo.

—E-estudio bellas artes. —dije titubeando—.Oh, eso creo.

—Wow ya me estas empezando a agradar más, querida. —me dedico una sonrisa—. Sabes, me encanta el arte. Tengo un espacio para pintar, pero nunca tuve el tiempo suficiente para hacerlo—hizo una pausa melancólica—. Pero soy escritora, así que, no desperdicie el tiempo... supongo.

La mire sorprendida, recuerdo que cuando estaba inspeccionando el libro la noche pasada vi una firme que pensé que se asemejaba a su nombre.

—E-el libro...que tenía, ¿Es de usted? —pregunte algo emocionada.

—Si, así es. —dio un sorbo a su bebida. Yo por lo tanto no había acabado mi desayuno. No tenía hambre. Ziordia me observó luego de ver que no tenía intención de seguir con el desayuno, quise decirle que no quería, pero me interrumpió para luego hablar—: querida, come anda, se te enfría el desayuno.

—La verdad... no tengo hambre, pero gracias. —dije encogiendome de hombros—. Mejor cuénteme acerca de sus historias—quise desviar la conversación. Ziordia me observaba tratando de descifrar mi expresión.

—¡Pero si aún no comes nada! Mírate eres muy delgada, anda sigue comiendo y luego te cuento—dijo a modo de reproche.

¿Cómo le decía que no tenía hambre? Creo que, no hay formas, a esa mujer no se le decía que no.

Bonita OcasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora