Todo estaba tranquilo en la calle de "Harmet Pride" N°48, donde se extendían una hilera de casas de dos pisos y frondosos jardines.
Unas calles más allá se encontraban los comercios más visitados por los vecinos de aquel barrio. La tienda de comestibles de Matilda Prims era la primera a la vista, donde padres llevaban a sus hijos para comprarles unos cuantos caramelos por portarse bien y hacer sus tareas. A su derecha se podía observar una tienda un poco más grande, ocupando más espacio a lo ancho que a lo alto. Diferentes tipos de jóvenes se reunían para mostrar sus habilidades con el patinete para impresionar a las chicas delante de aquel comercio de granizados y comida para el hogar. En frente se observaba un pequeño puesto de periódicos al que ya sólo le quedaban revistas de chismorreo y de allazgos científicos. No era de extrañar, pues el sol ya se ponía para dejar paso a la oscuridad de la noche, sólo alumbrado por el resplandor de la luna llena y las estrellas.
Era una tarde bastante tranquila, donde una joven de unos 14 años caminaba junto a un pequeño de no más de 9 años de edad.
- Por favor, sólo quiero una varita de regaliz para el caminos a casa - Suplicaba con sus grandes ojos azules el joven de no más de un metro de altura. Daba saltitos al lado de la joven para captar su atención.
- Estamos a menos de cinco minutos de casa, Nik. La cena ya debe de estar lista. No me gustaría que después de que el tío Miguel se haya esforzado tanto le digas que no tienes hambre.
- Te prometo que si me compras la varita de regaliz no dejaré ni una miga en el plato que haya cocinado papa. Por faaaaaaa, Janet. La tienda de Matilda Prims está justo al lado. - Dijo con un deje de súplica al que Janet se resistía con dificultad.
- Está bien - Cedió con los ojos cerrados de la exasperacion que sentía. - Pero cómo no sea cierto...
Dejó la frase en el aire. Le gustaba hacer eso con su primo pequeño para infundarle un pequeño sentimiento de temor. Le divertía ver como la cara pálida y pecosa de Nik se contorsionaba en una mueca de miedo y concentración al tratar de imaginarse que podría pasar el día en el que no cumpliera su palabra.
El sol aún brillaba aquella calurosa tarde de mediados de agosto. No por mucho tiempo, se recordaba Janet, pues miraba el reloj un poco con impaciencia por querer volver a casa. Tenía hambre y mañana había quedado con unos amigos del barrio para demostrar sus habilidades con el patinete. Pero como bien sabía ella, no podía decirle que no a Nik. Era un muy buen niño que hacía sus tareas y nunca protestaba. Caminaba un poco más adelante de donde se encontraba Janet, pues estaba muy feliz por la golosina que pronto tendría el placer de disfrutar.
- Buenas tardes joven Nikolas, ¿Qué le trae por aquí? - Pregunto una señora pequeña y regordete con una berruga en el mentón. A su sonrisa le faltaban algún que otro diente, y sus oídos ya no funcionaban tan bien como antes, pero era una señora que era adorada por todos los niños.
- Buenas tardes señora Prims. Me gustaría una varita de regaliz por favor. - Pero la señora Prims no le había oído bien y pedía que se lo repitiera un poco más alto. - UNA VARIAT DE REGALIZ - Grito todo lo fuerte que sus pequeños pulmones le permitían.
- Pues claro, Aquí tiene joven Nikolas. ¿Algo más? - Pero negué con la cabeza y le dí la moneda de 5 libras como pago. - Muchas gracias, vuelban pronto. - Se despidió cariñosamente, y poco después cerró su negocio. Y no era de extrañar, eran las 20:00, y ya ningún niño podía encontrase a esas horas por la calle.
El camino de regreso transcurrió tranquilo. Jugaban a juegos como saltar las grietas de la vieja calle de piedra o a palabras encadenadas para pasar el rato. Todo estaba muy tranquilo durante aquel atardecer. Aunque no se sentía bien. El anaranjado cielo no se estaba transformando en un violeta o en un azul, como sucedía todas las noches. Ni siquiera se hacía gris por la posibilidad de lluvia. No, aquella tarde el cielo se volvía de color verde.
ESTÁS LEYENDO
Janet Vaddel - Marauders era -
RandomHogwarts, magia, animales fantásticos... Todo eso parecía sacado de un cuento de hadas y brujas, uno contado hace muchos años. Janet aún se acordaba de la ilusión de su padre al contarle como algún día podría estudiar como él en aquel mágico colegi...