Perseguida por la bala

2 0 0
                                    


Gritos ensordecedores, caos, golpes, "sálvese quién pueda".... Posibles formas de diversión en el mismísimo averno y mi realidad hace menos de 24 horas.

Un Lunes de Octubre y con el fresco viento otoñal acariciando mi cabello, me bajé del bus del instituto sin esperar nada nuevo, un par de clases aburridas, miradas perdidas con la mente en blanco, ojear Instagram a escondidas de vez en cuando, y.... ¿Un disparo?...

- CUERPO A TIERRA - Gritó uno de mis compañeros aterrado por la situación

Todos obedecimos sin rechistar, no es que fuera la persona que mejor me cayera, pero en casos de extrema necesidad como este no es que ser sumisa fuera una opción, sino una obligación en caso de querer salir viva.

Pedro, nuestro profesor de música, decidió entreabrir la puerta para revisar si había sido una broma de mal gusto. Todo permaneció en silencio los aproximadamente 10 segundos de paz después de aquel susto, tranquilidad que se fué al verlo salir lleno de furia y bajando a todos los santos en menos de lo que canta un gallo, con paso firme y contundente, hasta detenerse en la encrucijada que conectaba aquella clase con el pasillo principal de la segunda planta.

- SALID AHORA MISMO DE VUETRO ESCONDITE, NO OS IRÉIS DE ROSITAS-

- SABÉIS PERFECTAMENTE QUE TENÉIS UN PAR...-

Dejamos de escuchar su voz de la nada, así que otro curioso decidió asomarse al hueco que Pedro había dejado abierto entre la puerta y su marco.

El segundo balazo, aparentemente proveniente de una escopeta nos alarmó a todos, pero más al probre desgraciado que se había asomado, pues cuando se giró, pálido y con una entrecortada voz, nos dijo que había visto a nuestro profesor recibir dicho escopetazo.

La tensión empezó a notarse cada vez más en el ambiente y la gran mayoría tenía ganas de desatar un episodio de histeria colectiva.

Al ver que el compañero de clase sentado a mi derecha agarró una fuerte bocanada de aire como si fuera a soltar un grito de los que se oyen a kilómetros mi actoreflejo fué cubrirle la boca y decirle en voz baja:

- Como se te ocurra gritar te corto la lengua con las tijeras de aquella mesa...-

Empezamos a escuchar pasos de los polizones por el pasillo, cada vez más fuertes, más notorios, más cerca de nosotros.

- Vale... Este es el plan, hay que esconderse, rápido y en silencio, y, bajo ningún concepto, gritar, venga, 3... 2... 1... - Dijo el compañero más avispado

Todos corrimos hacia donde creíamos el lugar más resguardado justo antes de que 3 tipos enmascarados entraran por la puerta lanzando perdigones perdidos, algunas impactando en los que no les dió tiempo a esconderse. Todos vimos morir a compañeros, amigos y hasta a amores secretos...

Uno de los más valientes, o mejor dicho, inconscientes, al ver a una de sus amigas morir trató de darle un golpe por detrás a uno de los enmascarados, algo que pagó con su vida al ser degollado y colgado de los pies en el centro de la sala, junto a su cabeza reposando en uno de los pupitres... Recuerdo esa escena algo no tan triste, sino sádico, ver cuerpos desmembrados y sesos por todas partes no es algo propio de un ser humano que esté en sus cabales...

Inspeccionaron poco a poco tratando de encontrarnos a todos y mientras tanto mediante señas yo y los otros 3 refugiados detrás de la puerta tratamos de averiguar que hacer. Nos acabamos decantando por salir de uno en uno mientras no miraban, comportamiento que otros supervivientes replicaron poco a poco, hasta que el despiste de los atacantes terminó.

- ¿En serio pensasteis que os ibais a librar?-

Esas palabras me provocaron un intenso escalofrío que me recorrió la columna desde su base hasta el hueso occipital, sólo una reacción en cadena que desataría mi instinto de supervivencia. Al haber sido la primera en salir, estar cerca de la esquina del cruce y tener un oído agudo, pude reaccionar; me deslicé por debajo de las grandes mesas de repuesto para la clase de plástica que utilizábamos como refugio, menos mal que actué de manera rápida y fría, o de otra forma, la ráfaga de balas que se dirigió hacia la puerta me hubiera dado a mí también.

- SE NOS ESCAPA UNA -

Sentí el verdadero pánico al escuchar esos gritos, uno de ellos, esta vez desarmado, alertaba a sus compañeros de la esquina sur para que el resto fueran en mi captura.

- Mierda... - Susurré antes de echar a correr.

Bajé rauda las escaleras teniendo a unos auténticos asesinos persiguiéndome. Tuerce a la derecha, continúa por la izquierda, salta, agáchate... Y finalmente... Escóndete. Desde el principio siempre supe que nos serviría para algo más que gastar bromas chorras a los profesores, ser la clase más rebelde de todo el instituto nos tenía que servir de algo, por suerte me acordé de ello en el momento más oportuno. Todas las clases tenían pupitres, la mesa del profesor, dos pizarras, y por último, un armario sin puertas al lado de una columna, absolutamente todas las clases lo tenían pegado a la pared, menos la nuestra, y ahí mismo es donde vi mi oportunidad de salvación.

Era tan aterrador como lo parecía, aquello de ver como tus persecutores irrumpen en la habitación que alberga tu escondite apenas 3 segundos después de ocultarte no es plato de buen gusto, mis próximas horas consistieron en contener la fuerza de mi respiración para que el que encargaron vigilar aquella zona no se percatara de mi presencia.

Se movía por toda la habitación mirando el teléfono, silbando, riéndose, completamente despreocupado, y yo sólamente podía esperar y rezar porque se me ocurriera un plan para salir ilesa de esa situación.

Se sentó en un pupitre de espaldas a mí, esta es mi oportunidad.

De un movimiento rápido agarré la navaja que había dejado en una silla cercana y se la
hundí en el hueso temporal del cráneo, una vez muerto tomé su pistola y salí
corriendo hasta la puerta de salida hecha de cristal, la cual rompí de un disparo.

Dejo mi testimonio sobre este suceso en esta carta porque es el motivo que
justifica lo que estoy a punto de hacer, la pérdida de todos aquellos que me apoyaron en las buenas y en las malas, sacar mis instintos primarios y tener que matar para vivir, el no haber podido decirle a esa persona lo que en verdad sentía por ella, a tan corta edad todo me supera, así que en esta, mi carta de suicidio, dejo mis últimas palabras, "Yo, habiendo sido la única superviviente, soy la última victima de aquel tiroteo escolar".

Sociedad de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora