Coral

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Me asomé por la ventana de mi balcón, viendo como la villa poco a poco quedaba vacía ante la bienvenida de la noche, que se preocupaba por arropar a cada persona en su cama para finalmente verlos dormir.

Habría sucumbido a sus encantos tentadores, más sin embargo, había un lugar al que debía asistir con urgencia y puntualidad.

De un silencioso silbido apagué las velas que iluminaban mi habitación, tomando mi morral con los objetos que ella me había pedido, descendiendo con cuidado por el balcón hasta que mis pies lograron pisar la pedrería firme de la calle desolada.

Con una última mirada a mi hogar, y con una muda despedida, partí hacia el embarcadero, corriendo hasta el último de ellos para esperar su llamado. Mientras recuperaba el aliento sentado en la fuerte estructura de madera revisé que no faltara ningún objeto, viendo con una sonrisa el frasco, la escama y la aguja.

—¿Derian?

Al instante reconocí su voz, miré hacia el mar y a unos cuantos metros de mi pude ver cómo ella nadaba rápidamente hasta saltar a mi regazo, envolviendome entre sus brazos, siendo correspondida por los míos.

—Creí que no te volvería a ver —comentó, palpando mi pecho con sus manos, asegurándose de que fuera real.

—Escuche tu voz —le aseguré.

Nuestros ojos se encontraron, mirándose con anhelo.

—Temía que no pudieras oírme.

Acaricié su mejilla, sonriendo de medio lado al verla tan radiante y hermosa.

—No podría ignorar tu voz ni con todo el ruido de la isla.

Tras esa profunda confesión, nuestros labios se encontraron, demostrando lo mucho que se habían extrañado y lo necesitados que estaban de volver a estar juntos.

—Volvamos, haremos el rondín dentro de dos horas.

—Espera, creo que hay alguien ahí 

Al escuchar las voces de los guardias me apresuré a dejarla en el mar. Tomé la bolsa y me sumergí tras ella, ocultándome bajo la estructura de madera.

—¿Nos habrán visto? —susurró cerca de mi oído, posando sus manos en mi hombro.

—No lo creo —respondí.

Tras un par de segundos más, los dos guardias se fueron del lugar, asegurando que el sonido que habían escuchado estaba en su imaginación.

—¿No vamos? —pregunté, tendiéndole la mano.

Ella asintió, tomando mi mano y nadando hasta lo profundo del mar, dándome besos con el aire suficiente para llegar hasta el lugar donde se encontraba la piedra ritual.

Rápidamente sacó las cosas de mi bolso y me dejó sobre la piedra.

—Dolerá un poco, pero estaré contigo —prometió.

Yo solo asentí y acaricié su mejilla. 

Jamás en toda mi vida de biólogo marino me habría imaginado conocer a una sirena sólo por estudiar los corales, pero fue sin duda una de las mejores dichas que pude haber tenido.

Y al igual que los corales… ella solo podía existir en el mar.

Sin poder contener más la respiración me desmayé sobre la piedra, viendo cómo última imagen su rostro preocupado.

Te veo del otro lado

.

—¿Derian?

Su voz me despertó, haciendo que mi mente se perdiera entre los recuerdos y la realidad.

—Glia…

Su mano acariciaba mi mejilla, visiblemente aliviada de que hubiera despertado.

—¡Estás bien! ¡Funcionó! —gritó emocionada, abrazándome.

¿Funcionó?

Me senté en la piedra, sintiendo como mis piernas no me respondían, al mirarlas me di cuenta el porqué.

—Funcionó…

Miraba sorprendido la cola de tritón que había suplido a mis piernas, asombrado de que el ritual diera sus resultados.

—¿Puedes moverte? 

Con cuidado me moví hasta la orilla de la piedra, comenzando a balancear mi cola, sintiéndome seguro de levantarme y estar a su lado.

Ella me abrazó y me dió un beso tan dulce que hasta el mar se contagió.

—Ya no te volveré a perder —confesó, apoyándose en mi pecho.

—Nunca me has perdido.

Sin importar cuanto mis padres, ex novia y amigos habían tachado de locura renunciar a toda la fortuna y estabilidad terrenal que tenía, nada de eso me había llenado por completo el alma como Glia.

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⏰ Última actualización: May 03, 2022 ⏰

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Mermay 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora