º

676 93 23
                                    

David Gordon, comisario de la policía metropolitana de Londres. Un hombre de ojos verdes, cabello castaño cenizo, atractivo diría, no mucho, solo un poco se diría a sí mismo. Alguien más, del montón, eso es lo que hubiera dicho. Cansado, muy cansado diría.

El tema de los payasos le está mosqueando demasiado, sin encontrar pistas, teniendo que buscarse la vida y dar explicaciones al ser el máximo rango oficial de la policía.

Ni si quiera veía posible volver al apartamento que había alquilado, con miedo de que los payasos fueran a buscarlo a él. Vivía solo después de todo, era un blanco demasiado fácil. Lo que hacía que durmiera en la comisaria.

Con pasos pesados se acercó a su escritorio/cama, sus botas pesaban dos toneladas, había sido un día duro, los desechos de las cloacas se quedaban en su despacho, tendría que preguntarle a Margaret, la señorita de la limpieza si podía limpiarle el despacho en la mañana, mientras volvía a patrullar.

Se sentó en su sillón, quitándose las botas y lanzándolas lejos de él, abriendo ligeramente la ventana que tenía allí, hacía frío pero sus botas apestaban. Dispuesto a dormir, cruzando sus brazos sobre su pecho tras quitarse el chaleco antibalas y estirando sus piernas por debajo del escritorio, echando su cuello hacía atrás haciendo tope con la silla donde estaba sentado.

Por el rabillo del ojo vio una sombra pasar frente a él, fuera del despacho, ¿quién estaría tan tarde por allí? Podría haberlo ignorado, hasta que fijándose, notó que era Jack Conway. ¿Qué hacía el superintendente de la ciudad de Los Santos tan tarde por allí?

No dudó ni un segundo en levantarse e ir hasta él, siguiéndolo por comisaria sin calzado alguno, con la camiseta que usaba como ropa interior bajo el chaleco antibalas y sus pantalones aún de estar de oficio.

- Coño, Gordon, pareces sacado de una película de miedo. – Este le hablaba con su mismo tono de siempre, algo más desganado e irritado. Vio que en su mano tenía un café y jugueteaba con su cajetilla de tabaco, pronto fumaría.

- Conway, ¿qué está haciendo tan tarde en comisaría? Pensaba que había salido de turno a las nueve de la noche. – Este solo se alzó de hombros, murmurando entre dientes algo inaudible para él. - ¿Qué?

- Que no tengo sueño, coño. ¿Qué más dará? Un agente más en servicio. – Este alzó una ceja, suspirando levemente.

- ¿Ha cenado algo? – Este rodó los ojos, dejando en claro que no. – Anda, déjate de tanto café. Pediré un ubereats de estos. – Este fue a replicar. – Conway, tiene que comer, como todo ser humano. Y yo me muero de hambre y ni me había dado cuenta. – Fue honesto con el moreno ante él. Sus ojos castaños se notaban cansados, opacados, pero Gordon no iba a preguntar por ello. No al menos que tuviera algo en su estomago y pudiera pensar con claridad, pues todo lo que era Jack Conway era confuso, era difícil de digerir y veía como ese hombre necesitaba ayuda. Una ayuda que él no le negaría a nadie.

- ¿Me estás invitando a una cita cutre en comisaria? – David lo miró, alzando sus ojos del teléfono para mirarlo. ¿Qué tonterías estaba hablando? ¿Qué tonterías estaba pensando Gordon tras esa sentencia juguetona?

- Pediré chino, ¿algo que desees o pido menú para dos con gambas chinas? – Este iba a replicar. – Olvídelo, pediré eso y comerá. Espéreme en mi despacho. – Terminó ordenando, yendo al baño a lavarse la cara, despejarse un poco le vendría bien. Aunque viendo su reflejo en el espejo se dio cuenta de que Conway tenía razón, parecía Rick de The Walking Dead recién despertado de su coma, tan desaliñado que sufrió un poco de vergüenza, ¿por qué? Solo iba a cenar con un compañero de trabajo, no es como si fuera una cita real... Lanzó el agua fría contra su cara, tratando de retirar esos pensamientos intrusivos de su cabeza.

OrgánicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora