Un día estaba en mi casa y bajé al segundo piso, exactamente a la habitación de mi tía. Aunque su ventana estaba cerrada, decidí abrirla, pero aparentemente mi prima no quería ello, comenzamos a forcejear la ventana y esta no resistió nuestra fuerza y se cayó hacia mí.
La ventana se había roto en varios pedazos pequeños y grandes, uno de ellos cayó en mi brazo cortándolo profundamente. Mi tía se alarmó y llamó a mi abuela, esta le restó importancia a la herida y solo la lavó y le puso una curita. Cuando mi mamá llegó, mi abuela le contó lo sucedido y le mostró la herida, ella alarmada me llevó a urgencias rápidamente. Los doctores me pusieron puntos para cerrar mi herida. Después, debía ir para que me los quiten una vez que cerrara esta. Hasta ahora, tengo la marca de los puntos que me hace recordar la molestia que sentí con mi prima.
Finalmente, ella y yo aprendimos que no debemos forcejear las ventanas ni cosas de vidrio y que la mejor opción es dialogar para que no vuelvan a pasar este tipo de accidentes.