La noche era oscura y fría pero no mucho más que las pupilas ennegrecidas de Soobin. Mientras un vendaval gélido de invierno soplaba con fuerza y desordenaba su cabello tan negro como sus ojos, una sonrisa amarga se extendía por el rostro de Soobin, labios estirados y tensos mostrando un ápice de una hilera de dientes perlados ahora manchados por una sustancia viscosa de un tono escarlata, que los hacía parecer preciosos rubíes brillando bajo la última luna llena del año.
Yeonjun tragó saliva, su cuerpo estremeciéndose ante la visión frente a él. Su estómago se sintió pesado y frío como la nieve bajo las suelas de sus zapatos.
— Mira lo que nos hemos hecho. Mira en lo que nos hemos convertido —Soobin dijo en un bajo murmuro, su voz frágil como el cristal, astillando los oídos de Yeonjun— Es cierto lo que dicen, ¿no lo crees? —la pregunta era retórica, Soobin no esperaba que Yeonjun respondiera pues estaba más ocupado en avanzar con cautela hacia el azabache.
— ¿Y que es lo que dicen? —sin saber cómo, Yeonjun articuló, aunque su voz le pareció ajena y lejana a él mismo. Su mente estaba desconectada a su cuerpo, su cuerpo moviéndose en piloto automático mientras caminaba con pasos precavidos hacia Soobin.
La antorcha en sus manos chisporroteaba y el calor de la llama le hacia sudar, aunque las gotas de sudor eran frías y resbalaban por sus sienes en señal del estrés y nerviosismo que sentía correr por su cuerpo. Nunca había tenido tanto miedo, jamás pensó que algún día vería a Soobin con otros ojos que no fueran de amor. Pero ahí estaba él, empuñando una antorcha en su mano izquierda y un puñal de caoba con una hoja de plata bien afilada y pulida, tan reluciente que reflejaba el brillo pálido de la luna.
La sonrisa de Soobin se ensanchó y una gota de sangre resbaló de sus labios hasta la punta de su barbilla.
— El amor nos vuelve locos —respondió con cierta melancolía en su voz y en sus mirar, aquellos ojos castaños que solían emanar una calidez veraniega, ahora simplemente lucían opacos y sin vida, carentes de cualquier rastro de alegría en ellos.
— No creo que sea así —Yeonjun musitó y su voz se pudo haber perdido en el viento pero estaba ya tan cerca de Soobin que eso sería imposible— El amor nos hace lo suficientemente valientes para atreverse a hacer las cosas que no haríamos estando cuerdos.
— ¿Es eso así? —Soobin ladeó la cabeza como un pajarito y aquella sonrisa enloquecida desapareció de inmediato. Él también había avanzado algunos pasos, Yeonjun no lo había notado, hasta que Soobin se encontró tan cerca de él que sus frentes estaban a punto de tocarse, y podía percibir el aroma repulsivo de la sangre en el aliento del azabache.
— El amor nos vuelve estúpidamente valientes —afirmó Yeonjun.
Su declaración tan poco vacilante hizo a Soobin soltar una carcajada aireada y cantarina pero la alegría no estaba presente en esa risa. Por un segundo Yeonjun creyó ver un atisbo de cordura en los ojos de Soobin pero luego de un extenso segundo de silencio y tensión, el azabache volvió a su estado de demencia.
— ¿Lo suficientemente estúpidos y valientes como para tratar de salvar a alguien que no tiene salvación? —preguntó en un susurro, labios agrietados sangrando y manos cubiertas de sangre buscando a tientas la mano temblorosa de Yeonjun, la cual empuñaba el arma de plata.
Yeonjun no encontró su voz por ningún sitio, la había perdido en el segundo en el que sintió los dedos largos y empapados de Soobin cerrarse al rededor de su muñeca. Simplemente pudo asentir con la cabeza a modo de respuesta débil, pero fue suficiente para que Soobin volviera a sonreír con ese sentimiento de desolación y amargura grabado en su sonrisa.
— Entonces, vamos... Sálvame —susurro contra sus labios, la sangre manchando la boca de Yeonjun y dejándole un regusto metálico similar al hierro que le dio náuseas al instante— Por favor, hazlo.
La antorcha soltó chispas y chasquidos, y el fuego danzó junto a sus rostro, iluminando el perfil de Soobin; entintando la piel pálida con sombras rojizas y anaranjadas, sus labios rojos brillando bajo la luz de la antorcha y ojos negros rompiendo en llanto. La nieve se había acumulado en las pestañas largas de Soobin, creando un encaje de pequeños copos blancos sobre estas.
Yeonjun se quedó sin aire. Su corazón todavía se estrujaba y latía con fuerza ante la persona más hermosa que jamás había visto, incluso cuando aquella etérea criatura se había convertido en lo que había jurado aniquilar.
Él sabía que para convertirse en un vampiro primero había que morir, y Soobin lo había elegido a él para asesinarlo. Su destino había sido dictado desde el momento que sus ojos se posaron en él, y ni siquiera el amor podía cambiar el destino de los dos.
Así que Yeonjun empujó la daga contra el corazón de Soobin y sin saberlo selló el pacto que los mantendría unidos para siempre.
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Teeth and fangs | yeonbin
Fanfiction❝ En un mundo donde vampiros, hombres lobo y muchas otras criaturas cohabitan entre la humanidad, las vidas de un vampiro y un hombre lobo terminan enredándose en circunstancias muy extrañas. No todas las historias de amor tienen un comienzo románti...