Abrió los ojos, riñendo por lo bajo a la luz del sol que se colaba entre las cortinas, como si así pudiera espantarla y alargar aquella noche tan perfecta. Se le escapó un bostezo, y después se le perdió la mirada en la suave curva del cuerpo que se intuía bajo las mantas. Observó durante un momento el largo cabello, de color morado oscuro, que se desparramaba y contrastaba contra la blancura del cojín sobre el que reposaba. Le cubría parte del rostro, ese rostro que conocía a la perfección. No pudo evitarlo. Le rodeó la cintura con un brazo y se pegó a su espalda, hundiendo el rostro en su nuca. Su piel preservaba el aroma del jabón. Olía a leche, a azúcar, a miel.
Al notar su cercanía, él se arrebujó durante un momento y soltó un suspiro, entrelazando los dedos en los suyos. Notaba su respiración acompasada, oía sus leves ronquidos, y sabía que seguía durmiendo. Era mejor así. Debía estar agotado, y quería que descansara. Además, al ser domingo, su única ocupación era pasar el día juntos. Tras desayunar y pasar un rato en casa, le llevaría a un restaurante a comer, y después a dar un largo paseo por Hyde Park, aquel lugar tan emblemático para ambos.
Pero antes le dejaría reponer fuerzas, ya que habían pasado toda la noche haciendo el amor. Se lo habían tomado con calma. Se habían probado, habían disfrutado, habían robado el aliento contrario hasta fundirse en un solo ser. Adrien se había deshecho entre sus brazos mientras le dedicaba toda su atención, y las paredes habían oído los miles de gemidos que iban a morir contra ellas. Había sido una conmemoración de su amor en toda regla, pero no era para menos, ya que justamente ese día celebraban que hacía un año que sus miradas se habían encontrado por primera vez.
Besó su cuello, y dejó los labios apoyados en su piel, probando su sabor. Había pasado un año, y Adrien era tan distinto... pero sin perder su esencia, aquello que había hecho que se enamorara como un loco de él. Lo que hacía que siguiera igual prendado. Jamás olvidaría aquel encuentro en el parque que cambió su vida por completo, ¿cómo iba a hacerlo?
Aquel día en la oficina había sido una locura. Un miembro de su equipo se había equivocado con unas facturas, y él, asumiendo la responsabilidad que le correspondía, había tenido que arreglar todo el percal. Una hora después ya estaba hasta las narices, y lo último que quería hacer era pasar más tiempo entre aquellas cuatro paredes rodeado de compañeros de trabajo que miraban hacia otro lado cuando parecía que necesitaba ayuda. En cuanto vio que ya era la hora de su descanso cogió la cartera, un libro y su móvil, y se fue sin despedirse de nadie.
Estaba tan estresado que incluso le mereció la pena la caminata de diez minutos que separaba su lugar de trabajo de Hyde Park. La hizo gustoso, tarareando para calmarse mientras la bolsa del Tesco Express que contenía su almuerzo ondeaba al ritmo de su paso. Era uno de aquellos días benevolentes en que apenas unas nubes esponjosas y blancas moteaban el cielo azul, y el sol brillaba, creando un clima atemperado. Tuvo que desabrocharse un par de botones de la camisa por el camino.
Vagó un momento por el parque al entrar, aunque enseguida se dirigió hacia un enorme árbol que proporcionaba sombra y bajo el que no había nadie. Por la enorme extensión de hierba la gente se sentaba o estiraba para comer y charlar, pasar el rato con la familia, estar en pareja... Algunos valientes se dedicaban a correr por los caminos que se entrelazaban mientras otros se acercaban a The Serpentine para observar a los patos y los cisnes, y darles algo para comer. También había un par de chicas cantando y tocando la guitarra, y un grupo de amigos que boxeaban entre ellos. A él le encantaba aquel parque. Era un enorme pulmón verde en medio de la ciudad, y respiraba vida. Cualquiera podía perderse en él durante horas y no pasar dos veces por el mismo sitio, o acabar en Kensington Gardens casi sin darse cuenta.
Sacó su sándwich de huevo y bacon, una bolsa de patatas, un refresco y un par de naranjas y comió tranquilamente al resguardo del calor, apoyado contra el tronco del árbol. O al menos hasta que tuvo que salir de ahí, pues el lugar estaba lleno de hormigas que trataban de colarse dentro de su camisa y coger parte de su almuerzo. Frustrado acabó sentado en medio de la hierba, pero al lado de uno de los caminos, donde no había bichos. Mientras retomaba su comida se dedicó a observar a los patos, que se deslizaban perezosamente por la superficie del agua, apartándose de ella sólo para recoger las migajas de pan que les lanzaban mientras sus patitos les seguían.
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Más que a nada en el mundo (Gay/BL)
Short StoryIan sólo quería disfrutar de su rato de descanso en soledad, comiendo y leyendo un buen libro. Pero apareció Adrien, y su vida nunca volvió a ser igual. La historia de un encuentro fortuito, del amor más allá del sexo. Código en SafeCreative: 15062...