Capítulo 1: En distintas órbitas

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Jamás imaginas que tanto puede influir una persona en tu ser hasta que coliciona contigo y te rompe en mil pedazos.

C

uando entre a la preparatoria no era más que una pequeña estrella buscando brillo propio. Timida y temblorosa topé con personas cálidas que me daban ese aire de hermandad y aceptación que buscaba desde el divorcio de mis padres así como también topé con seres que bien podrían haber sido concebidos por dos cubos de hielo.
El profesor que entró a mi primera clase, de expresión severa pero de voz amigable pidió que nos presentaramos y dijéramos un hobby propio y cuando tocó mi turno casi me derrito de los nervios. Un nudo en la garganta y la mirada de mis nuevos compañeros  sobre mi me paralizó pero la ansiedad que me provocaron esos tres segundos de silencio me hizo reaccionar y escupir rápidamente unas cuantas palabras.
- Hola, mi nombre es Yvette Zavala, vengo de la secundaria No. 24 y no tengo idea de que rayos me apasiona.
Voltie de reojo esperando la aprobación de mi nuevo grupo aunque debo admitir que no me sorprendió ver la cara de indiferencia de la mayoría, los ojos de aburrimiento de algunos otros, pero lo que definitivamente no me esperaba era toparme con la mirada fija del chico que había cruzado la puerta justo después del maestro y el cual no había notado su presencia por ponerme a buscar una estúpida libreta para anotar lo que fuera a decir el estúpido profesor. Si tan solo hubiera levantado la vista antes no me hubieran sorprendido esos ojos cafeces tan profundos como expresivos, su barbilla varonil y simétrica que se asomaba de esa sudadera oversize, y esos labios delgados pero elegantes qué eran como el punto final de la más hermosa frase jamás escuchada. Isaac Martínez, sentado desde el fondo del salón, junto sus manos como aplaudiendome en silencio. Helado e inexpresivo bajo la mirada con toda la aburricion del mundo.

Me sonroje tanto que sentí el calor no solo en el rostro sino también en todo el cuerpo y el sudor saliendo de mis manos. Baje la mirada rápido y al dar unos pasos hacia mi asiento noté levemente como perdía las fuerzas en las piernas.  -Esos ojos. Pensé -Esos fríos ojos.

Ese mismo día conocí a a mis nuevas amigas Sofía: chaparrita, morenita, cabello largo y rizado pero agarrado en una cebolla con un lápiz amarillo del número 2, pestañas largas y ojos coquetos, sonrisa bien alineada y unos hoyuelos matadores, alegre y decidida. Y Marisol: chaparrita, delgada, tez dorada y ojos redondos e inocentes, dedos largos y delgados que se movían tan elegantes como amables, una princesita.
Pasamos los ratos libres platicando. Note que de ellas aprendería todo lo que ignoraba sobre música, chicos y matemáticas desde que me fui a vivir con mi papá al rancho donde vivía.
Ellas escuchaban mis preguntas y yo escuchaba sus respuestas atenta. Hacía mucho tiempo que no tenía con quién platicar. En el rancho, con mi silencioso papá y mi madrastra amargada no había mucha opción que digamos, así que hablar o simplemente estar con ellas fue un buen respiro de aire joven y fresco para mí, aunque no me apena decir que también disfrute los momentos de silencio.
A medida que avanzaba el día en la escuela traté de evitar, lo más que pude, volver a chocar miradas con Isaac. Mi cuerpo no soportaria esa tensión tan grande de nuevo. 

Mi madre fue a buscarme 40 minutos después de la hora que le dije que debía ir por mí y para colmo de males no dio con la puerta de salida de la escuela así que tuve que caminar a través del campo de educación física y pasar por las aulas de talleres de la escuela. Tuve curiosidad.
-Ya te espere yo, ahora espérame tu a mi madre... - pensé.
En cada puerta voltee a ver que había dentro. La primera puerta ajedrez, aburrido. La segunda puerta, debate. Una muerte lenta. La tercera puerta, guitarra. Muy bonito pero nací sin oido acústico. La cuarta puerta no tenía nombre pero estaba entre abierta así que "la curiosidad mató al gato" y me asomé a ver de qué trataba ésta: era un cuarto amplio e iluminado. De extremo a extremo las paredes eran de espejos altos y limpios. El salón estaba vacío pero sonaba el final de una canción dramática  en los altavoces. En medio del salón había alguien tumbado en el suelo acesando de cansancio, sudando y sin camisa. Se levantó de un solo brinco hacia adelante. Pude observar de espaldas su cuerpo: Brazos gruesos y tonificados. Espalda marcada y musculosa. Las gotas de sudor resbalaban a lo largo de ella solo para juntarse y crear gotas más grandes y pesadas. Llevaba un pantalón blanco transparente, qué dejaba ver los músculos tensos de sus piernas. No soporté más y emití un leve gemido que salió tibio de mi.
El volteó y entre su cabello lacio y empapado en sudor  pude ver los mismos ojos qué había visto en la mañana.
Me quedé un segundo petrificada deseando morir sin haber existido jamás en la tierra. Su mirada se relajo y cambio de asombro a desinterés en un segundo. Dió la media vuelta y camino como todo un dios hacia una esquina del salón donde tenía su cosas.
Calor.
Calor en todo el cuerpo.
Calor como si estuviera saliendo del mismísimo sol.
Corrí de allí como pude, con el corazon agitado y sin voltear atrás esperando que de verdad no me hubiera reconocido. Vaya si todos traemos el mismo pedorro uniforme. Y no es como que si no tuviera una cara común
-¡Hola mi amor! ¿Cómo te fue en tu primer día de prepa? -Me dice mi madre.
-Bien mamá, bien pero por favor arranca que necesito largarme de aquí ya.
-¡Ay hija No me asustes por favor,  ¿Qué pasa?
-Nada mamá, qué es que tengo tarea y quiero empezar ya para no atrasarme por favor.
-Bien hija pero tranquila, no te alteres. Mejor ve pensando que quieres comer, pero eso sí, yo no cocino hoy, ¿¡Heeeee!?

Cuando llegue a casa puse mi música a todo volumen para que el ruido matara las imágenes en mi mente.
Pero esas imágenes en mi mente eran más ruidosas que cualquier cosa en el mundo.

La colisión de planetas estaba por comenzar.

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⏰ Última actualización: May 07, 2022 ⏰

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