CHAPTER FOUR

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Recuerdo el día en el que conocí a (T/n), estaba haciéndose una trenza, sentada a los pies del trono de la Reina. Su Majestad me llamó con urgencia, pero quedé harto asombrado al ver a aquella deslumbrante y bellísima joven, con expresión seria y ojos brillantes. Victoria me saludó alegre y me presentó a la muchacha.

Querido, ésta es (T/n) Tudor, mi delicada y dulce mariposa. Quiero que os llevéis bien. Tendréis que trabajar juntos en ocasiones. La edad no debe impedir forjar una amistad entre vosotros.

Me dirigió una mirada rápida y sonrió. Su sonrisa me decía que las palabras de la Reina eran pura blasfemia. No tenía nada de delicado, y mucho menos de dulce. Pude comprender con el tiempo que (T/n) Tudor era el cielo y el infierno a la vez. Sonreía amable, actuaba rudo y la palabra «perder» no estaba en su vocabulario. La chica de mis sueños, sin duda.

No me gusta decirlo, pero sí, al verla experimento algo similar a «las mariposas en el estómago» y eso llamado «amor».

—¡Ciel! —repentinamente, me empujó y caí al suelo.

Me agarré la cabeza, puesto que me había golpeado con la piedra que componía la acera. Sentí un líquido carmesí brotar de mi frente.

—¡Muérete! —gritó, lo siguiente que escuché fueron varios disparos—. ¡Sherab, ayúdame!

Abrí los ojos y los centré en ella. Su abdomen estaba sangrando. ¿Qué había pasado mientras me encerraba en mis recuerdos?

—¡Bocchan, dé la orden! —me miró, parecía un poco... desesperado..

—...¡Sebastian, mátalos..! —ordené en un chillido ahogado.

Me levanté y observé la escena. Habían varios hombres armados, unos veinticinco.

—Mierda, Ciel, ¿¡en qué estabas pensando!? —corrió a mi lado, agarrando su herida, y pasó un pañuelo por mi rostro—. Estás sangrando.

—Tú también, ¿te han dado? Y... ¿de dónde han salido? ¿Qué quieren?

—Cruzaron aquella calle y aparecieron todos, nos quieren muertos sea como sea. Sebastian y Shreab los están deteniendo ya, pero han llamado a la policía, por eso nos debemos ir de aquí ahora mismo —me agarró de la mano con fuerza y me levantó de un tirón—. Tenemos que tratar tu herida, Ciel. Te necesito vivo para la misión —trató de sonreír.

Salimos corriendo, ella más bien me arrastraba. Llegamos al carro y cogió las riendas de los caballos.

—Agárrate, iremos rápido —advirtió.

No tardamos mucho en llegar a su mansión me ayudó a bajar y la niña de cabellos rosados nos abrió la puerta.

—¡Ama, ¿qué le ha pasado?! —sus manitas tomaron las nuestras y nos llevó hasta el salón.

—Anny, ¿qué ocurre? —salió un chico de unos quince años, ojos grises y piel pálida—. Hola, cariño. ¿Qué te pasa? Te noto apagada. Deberías probar a  maquillarte.

Supuse que ése era el horrible prometido de (T/n).

—Me han disparado, idiota, es normal que esté mal —se quejó molesta, antes de dejarse caer en el sillón grisáceo de la sala.

—Ese vestido te sienta fatal, deberías quemarlo —opinó con desdén, apuntándola.

—Calla, infeliz —dije. No iba a soportar que la tratara de esa forma.

—Cierto. Anny, lleva el botiquín a mi cuarto, querida —la niña asintió y fue a paso rápido y gracioso—. Ciel, vamos a mi habitación.

Asentí y la seguí. Su habitación era muy bonita. Paredes azul marino, cortinas negras y una cama de matrimonio con un juego sábanas color carmesí. Se sentó en el colchón, aún con la mano en la zona que desprendía sangre sin cesar.

—Ven —palmeó su lado—. Voy a vendarte la cabeza, te está sangrando mucho.

—Ni hablar —me opuse—. Lo tuyo primero.

—¿Esto? No es nada, estoy bien —sonrió con falsedad—. No podría soportar perderte...

Eso no me lo esperaba.

—Quiero decir... Que no soportaría perderte en medio de una misión. La Reina se enfadaría y me echaría la culpa a mí.

—Y yo no sé qué haría sin ti.

Maldición, lo he dicho en voz alta.

—Oye, Ciel —acarició mi mejilla con suavidad—. Sé que es parte de la promesa el que te portes amable conmigo, pero no hace falta que me mientas.

¿Acaso cree que estoy mintiendo?

—Cuando vuelva, Sherab se encargará de mi herida, pero lo primero eres tú, Ciel.

—¿Y si mueres? —alzó una ceja al escucharme—. Hay posibilidades de que mueras.

—Ya he dicho que no importa —habló firme. No lo pude evitar, me dio un escalofrío.

—Sebastian —dije, él apareció—. Tardaste mucho. Cura a (T/n), es una orden.

—Sherab —también surgió de la nada—. ¿Os han seguido?

—Creo que sí, ama. Lo siento.

—Lleva a Anny a la bodega —suspiró—. Esperaremos un ataque.

Se puso en pie y empezó a desabrochar su vestido. Me ruboricé y aparté la mirada.

—Trae unas pinzas, gasas, alcohol de noventa grados y unas tijeras —mandó—. Además, tráeme la caja de granadas y explosivos.

Le dirigí una mirada tímida y fugaz. Estaba en ropa interior.

—Duele como un demonio —se quejó.

Sherab fue a acatar las órdenes de su ama. Me quedé estático contemplando el perfecto cuerpo de (T/n)

—Creo que la Reina no debe enterarse de esto... —suspiró, forzando una falsa risa—. Otra cosa más que le oculto... La lista se está haciendo larguísima.

Promess [Ciel Phantomhive x lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora