Pasado Presente
Sereno, en calma, el tiempo se detenía y la mente de Izan estaba totalmente en blanco. El viento acariciaba su rostro que había caído en un gran sueño. Poco a poco el joven de dieciséis años fue abriendo los ojos, primero vio azul, el cielo, luego algo blanco y bonito, una nube abrió un poco más los ojos y diviso algo metálico a toda velocidad, un avión, descontrolado hacia uno de los edificios que se situaba en la calle de la cual estaba echado en el suelo durmiendo. Su primer impulso fue correr desesperadamente lejos del avión que en breve iba a colisionar cerca de donde él estaba. Empezó a correr por el asfalto, saltando por encima de los cadáveres y esquivando a los coches en llamas, corrió sin control hasta que hubo un gran ruido de motor cerca de donde se encontraba, se puso las manos en los oídos y salió volando tres metros a causa de la explosión del avión.
Envuelto en ceniza y de piedra, Izan volvió a abrir los ojos con miedo. Lo que esta vez vio era a una mujer, una mujer muerta. Se apartó raídamente para atrás, se levantó y entonces lo vio, toda la ciudad era un mar de cadáveres, miles y miles de coches en llamas y unos encima de otros, y algunos aviones cayendo a lo lejos produciendo explosiones de grande tamaño. Una escena horrorosa, digna de ser infierno, pero lo que más atemorizaba era no escuchar ni un solo grito, era una ciudad muda.
Andar por las calles observando mientras una lagrima le caía era lo único a lo que se agarraba Izan, pasar por delante de lo que era su casa tres veces parecía no ser suficiente para darse cuenta de que estaba destruida y que la gente de dentro estaba muerta. Finalmente se dispuso a entrar en la casa, se paseó por el salón, observo con melancolía algunas fotos y preso por la tristeza i la desilusión de ver que no estaba soñando, decidió irse a la cama.
El sueño parecía no llegar, lo que si llegaban eran las lágrimas y las preguntas. En el camino a su casa, entre las vueltas que dio, no diviso ninguna puerta, ni de casa, ni de coche, de nada, habían desaparecido ¿Por qué no hay puertas? Se preguntaba, al igual que ¿Por qué todos han muerto y yo no? ¿A caso soy especial?
El sueño en la carretera fue intenso, pero corto y llevaba bastante tiempo sin dormir y los ojos se le fueron cerrando poco a poco hasta que el sueño se apodero de él. Durmió sin cesar hasta que una mano le tapó la boca y lo lanzo de la cama de la cual estaba echado al suelo y lo empujo debajo. Asustado intento chillar, pero la mano le bloqueaba la boca, se giró y a su lado vio a una mujer blanca de unos veinticinco años, morena i hermosa que se ponía el dedo delante de la boca pidiéndole silencio. En otras ocasiones quizá no hubiese acatado ordenes, pero era la primera persona que veía y parecía que intentaba ayudar-lo, su cara le transmitía confianza. De repente, mientras los dos estaban echados debajo de la cama un hombre entro en la habitación, Izan solo le pudo ver los zapatos, eran negros i brillantes, ando hasta la mitad de la habitación, se sentó encima la cama i escucho como cogía la foto de la cual Izan durmió abrazado, en la que salía el con su familia, la soltó y se marchó poco a poco de la habitación.
El impulso de Izan fue salir de ahí abajo, pero la mujer lo cogió del brazo.
-Aun no salgas, podría oírte, espérate un rato por precaución.- susurro la mujer.
Izan volvió a colocarse como estaba antes.-Quién eres?-pregunto.
-Me llamo Dana, encantada.- le acerco la mano con símbolo de saludo.
-Izan.-respondió a la vez que termino el saludo.-sabes que pasa?
-No, me levante en el hospital, estaba saliendo de mi turno…
-Eres doctora?- interrumpió Izan, una doctora sería lo más útil que podría pasarle en esas circunstancias si pasase algo.
Dana sonrió-Sí, soy doctora.
-Perdón, te he interrumpido.
Dana volvió a sonreír. –No pasa nada, tranquilo, bueno, estaba saliendo de mi turno cuando de repente me he desmallado, al despertarme, me encontré con esto. Por suerte, me encontré con un hombre, los dos salimos de la ciudad y nos fuimos más lejos de la ciudad, aquí hay muchos muertos, volví para coger comida y vi al señor que ha entrado matando a un hombre delante de mí. Me he puesto a correr, pero creo que me vio, vine a esta casa y te encontré en la cama y hasta hay ya te lo puedes imaginar.
Hubo unos segundos de silencio.
-Gracias, me has salvado la vida.
-No me las des, yo he atraído al hombre, ahora sabe que estamos vivos, quizá nos he condenado.
Otros segundos de silencio corrieron en la habitación.
-Bueno, creo que ya podemos salir.- dijo Dana.
Izan afirmo con la cabeza y salieron.
-Vente conmigo. Cuando más gente seamos mejor.
-Tienes razón.-afirmo Izan.
-Voy a coger comida abajo, tu encárgate de los medicamentos si encuentras alguno.-Ordeno Dana
-Eso está hecho.
Mientras Dana salía por el sitio donde tenía que estar la puerta, Izan se fue a coger la foto que había encima de la cama. La cogió y entonces se asustó, el hombre había tachado a todos los miembros de su familia con rotulador menos a él, Izan la soltó y la foto cayo lentamente otra vez encima la cama.
-¡Mama, mama!- chillaba Izan desconsolado. Estaba en una habitación oscura, en el suelo y llevaba lo ojos vendados y las manos atadas.
-¡Silencio!-chillo un hombre al entrar en la sala. Lo golpeo con una porra y se largó de la sala murmurando “malditos niños, cada secuestro igual”