El calor abrasaba la piel de Izan y de Dana, otro misterio que los dejaba preocupados era que desde el accidente el sol no se había movido un centímetro del lugar donde estaba anclado.
-¿Dana, que hora debe de ser?- pregunto Izan mientras andaba camino de la cueva que Dana le describió, donde estaba ella con el hombre antes de ir a la ciudad.
-En teoría tendríamos que estar por las once doce de la noche.
Izan estuvo a punto de preguntar por la razón de que el sol seguía hay, pareciendo mediodía, pero se dio cuenta que era estúpido preguntar, no sabría nada, otra consecuencia del “accidente” pensó.
-¿Falta mucho para llegar?- pregunto Izan. Ya avían salido de la ciudad, estaban andando por un camino de arena desértico, no había más que piedras y arena, ja era difícil divisar la ciudad.
-No, ya estamos, es ahí, en esa roca.
Izan alzo la mirada para delante y encontró una roca de dimensiones bastante grandes y a medida que se acercaban vio que había un hueco dentro la piedra, “por eso le llaman cueva, porque es como una cueva” pensó Izan.
De repente, salió un hombre de unos treinta años, negro y algo fuerte, cojeando de la cueva.
-¿Cómo es que has tardado tanto?- pregunto el hombre
-Lo siento Phil, me seguían y he tenido que huir, entonces he encontrado a Izan.
Izan saludo con un gesto tímido. A Phil solo le basto mirarlo y tanto Dana como Izan vieron como a Phil se le caía una lagrima al mirarlo, era tristeza, melancolía, algo había pasado para que se pusiese tan triste. Seguidamente se pasó la mano por la cara, se secó la lagrima y le dio la mano: -Encantado Izan.
La silla en la que se sentaba Dana era cómoda, era de madera, pero aun así la mejor silla de madera que jamás había probado en su vida, pero ese hecho no importaba mucho, ja que el hecho por el cual se sentaba era porque observaba al cuerpo de su madre dentro una tumba, estaba en el funeral de su madre.
- Te quiero mama, espero que entiendas el porque de mis actos.- le hablo a la fallecida.
Una mano le toco el hombro, ella giro el cuello lentamente.
Era un hombre de unos treinta y cinco, gordo y con perilla blanca.- No t’he esperaba ver aquí, teníamos un trato.
-Un trato es un trato- no le negó Dana- pero mi madre se a muerto y pienso estar aquí te guste o no.
El hombre dejo escapar una sonrisita.- Voy a dejar que te quedes, pero tienes que ser totalmente sincera, ho en cinco minutos tienes que estar a quinientos metros de aquí.
-Jon, ya que somos sinceros, tu también tienes que ser-lo.
-Totalmente conforme.
-¿Tu savias no que estaba aquí?
El hombre, Jon, echo una sonrisita.-Dana, yo sé dónde estás, donde has estado toda tu vida y donde estarás, por mucho que te crees libre, nos perteneces y no nos gusta perder cosas.
Dana cerro los ojos y miro hacia el suelo lamentando un echo del pasado.
-Ahora te toca a ti.
-Por favor Jon, no me dejaras en paz ni para despedirme de mi madre?
-No, porque se que este no es la razón principal por la que estás aquí, tu madre, también la querías y mucho, no me extraña que te despidas, pero hay alguien más y sabemos quien es, ¿me equivoco?
Dana lo miro fijamente –Si, te equivocas.
-Muy bien, el trato era simple, ser sinceros no lo has sido te quiero en cinco minutos a quinientos metros.- Jon se levantó. Dana tuvo el impulso de golpearlo, pero vio que tenía a cinco hombres armados vigilando sus movimientos, así que se levantó para irse corriendo hacia el coche, pero alguien le cogió el brazo, Jon.
-Por cierto, lo tenemos, el contrato con tu madre ja ha terminado, nos has servido de mucho, no queríamos que te fueras, así que empieza tu nuevo contrato, ahora ya no cuidamos a una vieja, cuidamos a tu hijo.
Izan intentaba dormir, pero se le hacía difícil, el sol seguía dando luz y calor y Phil no paraba de hacer ruidos de dolor cada vez que Dana le curaba la herida “es por tu bien” repetía. Así que Izan se levanto.
-Veo que te has despertado.- dijo Dana.
-Sinceramente, no he podido dormir.- le dijo Izan poniéndose de pie.
Dana sonrió – Yo tampoco podría.- le contesto.- Acompáñame a la ciudad, necesitamos más medicinas para la herida.
Izan asintió con la cabeza y se puso camino la ciudad junto a Dana.
Al llegar a la ciudad se dirigieron a una pequeña farmacia que se hallaba a dos manzanas de donde se encontraba la casa donde se conocieron. Izan cogió un cuchillo para cualquier cosa y ayudo a Dana con las medicinas, ella le decía los nombres y el buscaba, en poco rato casi llenaron la mochila, de repente Dana se paro en seco y izo un movimiento de silencio Izan. Escuchaban pisadas, Izan se puso de espaldas al margen de donde tendría que estar la puerta con su cuchillo. De repente entro un hombre rubio, de unos veinticinco en la sala, Izan se abalanzo encima de el con el cuchillo, se puso a sus espaldas y le acerco el cuchillo al cuello.
-No te muevas.- dijo Izan
-Tranquilo, no soy ningún peligro, no me mates, estoy con mi mujer, que no sabemos qué está pasando.- dijo el hombre mientras levantaba las manos, como expresando que era inocente.
Izan giro la vista y allí vio a una mujer de unos veinte, veintitrés rubia, con las manos en la boca, asustada.
-Déjalo, no son ningún peligro.- dijo Dana.
Izan acato la orden.
-Gracias.- dijo el hombre, la mujer fue corriendo hacia él y se dieron un abrazo.
-Venid con nosotros, cuantos más seamos mejor- pidió Dana.
Los dos hicieron una cara de alivio.
-Vamos, ya podemos volver, ya tenemos suficiente.- ordeno Dana.
Los cuatro se fueron hacia la cueva.
-¿Cómo hos llamáis?- pregunto Izan de camino.
- Yo me llamo Mike, ella es Susan. Encantados, muchas gracia.
-No es de nada. Yo soy Izan, ella Dana.
Dana que iba en cabeza giro la cara e izo una sonrisa.- Ya casi estamos es ah…-
Dana se quedo ha mitad de frase, vio a Phil, echado en el suelo, parecía herido. Se puso a correr hacia el. Estaba en el suelo, inconsciente, tenia un gran golpe en la cabeza del cual le salía sangre. Dana lo lavo y puso a Phil echado en la cueva.
-¿Qué le ha pasado, se ha caído no?- pregunto Izan.
Dana se lo miro, luego miro a Mike y a Susan.- No, le han golpeado.