its a windy afternoon, can't afford to buy my food.

153 10 6
                                    

Algo que había aprendido Jules de ese extraño país, es que no era tan raro como lo pintaban.
Claro, había un par de cosas que no había visto antes, y costumbres diferentes, pero honestamente ahora sentía que le habían vendido la idea falsa de la vida perfecta. Pero bueno, por lo menos no había tanta delincuencia. 

Las ojeras decoraban sus ojos avellana mientras caminaba vagamente por las calles del tranquilo vecindario. Cuando llegó por primera vez, se le hizo fascinante lo lindo que era todo, pero luego de un tiempo se le hizo un tanto aburrida la rutina de todos los días. Se había quedado sin lugares para ver y ya no tenía mucho sentido que digamos. Julian era la clase de persona que se despertaba todos los días con un propósito encima, y si no lo tenía entonces no valía la pena hacerlo. Cuando algo emocionante le tocaba en la semana, no paraba de parar en ese evento específico hasta que llegaba el día.

Con los audífonos negros en los oídos, miraba con desinterés sus pies al caminar. Por alguna razón esos converse negros desgastados tenían cierto encanto para él. No había mucho ruido ese día, solo el incesante cantar de los pájaros que le rompía las bolas cada mañana. Y así, con mitski de fondo y el sueño encima se dirigió al minimarket más cercano, para comprar las cosas del desayuno.

A diferencia de la familia convencional, Jules no tenía. Sus padres habían muerto en un trágico accidente y desde ese momento el pobre muchacho se había tenido que ingeniárselas solo... ¿qué? ¿creíste que hablaba en serio? claro que no. Jules si vive solo, pero sus padres no están muertos. Bueno... solo uno. Su madre trabaja bastante por lo que casi nunca está en casa. Julian lo tomó como una excusa para "independizarse" así que pasa la mayor parte del día solo, siendo el vago de mierda con pobre estabilidad mental de siempre. Estar solo todo el tiempo no es algo tan malo, o sea; podría ser peor. Puede hacer lo que quiera, sin que nadie lo molestara, aunque era un poco aburrido de vez en cuando.

Tenía amigos, claro. Amigos que vivía a miles de kilómetros de distancia en otros países, con un horario y vida diferente y con quienes se comunicaba por medio de una pantalla, pero después de todo estaban ahí para cuando los necesitaba, que para él era lo más importante. La pequeña tienda por suerte no quedaba tan lejos de su casa, así que en un par de minutos ya había llegado adentrándose con un suave "buenos días" para no llamar mucho la atención. Era un poco ser el único y tener la vista de la cajera clavada en él. De todas maneras no la podía culpar, no era como si hubiera algo más interesante que ver que al chico de pelo oscuro.

— ¿Se quedaron sin oreos? — preguntó con un toque de desespero luego de buscar por el pasillo de la confitería. Eran sus galletas de chocolate favoritas, las únicas que les gustaban. 

La cajera removió uno de sus airpods y lo miró con desinterés. Bajó la mirada perezosa hacia su celular y luego de revisar algo lo volvió a ver, bostezando antes de por fin hablar.

— sí, flaco. Se acabaron ayer. Las traen el miércoles.

A Jules se le cayó el mundo encima.
Era domingo.

Salió con el humor de culo del establecimiento, no sin antes haber pagado con la tarjeta de su vieja. Hacía un poco más de frío que lo normal ese día, por lo cual iba bien abrigado; eso lo decepcionaba un poco ya que el abrigo tapaba su polera de Pink Floyd que tanto había tardado en conseguir. Llegó como 2 meses después por aliexpress. Aparte de virgen, drogo. Bueno, mentira, las bolas no las tiene como para fumarse un porro. Ahora deseaba haberse puestos sus botas y no los malditos converse que estaban a dos pasos de desintegrarse. La puta madre, pero que mañana de mierda. Y todo por no conseguir la bolsa de oreos.

De la nada, un raro sonido le llamó la atención. Venía de un callejón. Jules, siendo el ser humano más inteligente retrocedió para quedarse tieso en la entrada del estrecho sitio, con cara de pelotudo. Claramente se iba a meter a ver, porque era curioso y medio estúpido. Hasta a él mismo le sorprendía que no lo habían agarrado y secuestrado todavía; parecía que no le aplicaba la teoría de Darwin, aunque ese día lo iba a averiguar. Un estornudo resonó por las paredes del callejón, que lo tomó un poquito de sorpresa. Pensó que tal vez un mapache rabioso le iba a saltar a la cara, pero parecía tener un poco de suerte ese día... a menos que se tratase de una persona rabiosa.

alien blues.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora