One-shot

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—¡Delicioso!

Agitada por el trabajo, Honoka Tanaka terminó de ayudar a deshacerse de los restos humanos que había dejado el demonio habitante de aquel templo budista, hasta que el pilar de la flama, Kyōjurō Rengoku, le puso un alto.

—¡Delicioso!

Por lo que Honoka sabía, aquel enemigo no era una luna superior, pero era un demonio problemático que el Patrón quiso detener ipso facto debido a la imperdonable gula que se había cobrado muchísimas vidas humanas.

—Justo como se esperaría de un pilar —masculló Sota, su compañero, a un lado de ella—. Míralo, ni siquiera se ve cansado.

—¡Delicioso!

—Y come como si se acabase de despertar, aunque seguramente lleva más de veinticuatro horas despierto —terminó de decir, mirando con admiración al mencionado.

Y así era.

Kyōjurō Rengoku inspiraba respeto y admiración, aún entre sus compañeros pilares. No había miembro de este círculo de élite que hablase mal de él o tuviese alguna queja en contra suya.

—¡Delicioso!

Luego de la batalla, en pleno amanecer, el pilar había aceptado un desayuno simple por parte de la brigada kakushi, mientras los miembros de este hacían su trabajo correspondiente en el sitio.

Kyōjurō Rengoku estuvo dispuesto a irse de ahí si su trabajo ya se había terminado, pero no pudo rechazar la buena comida que le ofrecieron. Aunque claro, era bien sabido por todos los que alguna vez tuvieron el honor de interactuar con él que para, por lo menos, satisfacer un poco su hambre, se necesitaba de mucho más alimento que el que se le dio.

De cualquier forma, el pilar de la flama no renegó ante sólo una charola de comida. Lo aceptó con gusto.

—¡Delicioso!

Incluso a más de cinco metros, Honoka podía escucharlo disfrutar del desayuno. Claro, él no quiso recibirlos gratuitamente como pudo haberlo hecho; aseguró que pagaría por cada bocado, y seguramente eso haría.

—Creo que está a punto de terminar —le dijo Sota a Honoka—, recibe la bandeja y pregúntale si necesita algo más antes de irse.

—De acuerdo —masculló ella, un poco nerviosa.

En la mayoría de los casos, más que un honor, estar cerca de un pilar era casi un riesgo; claro, sólo si estos eran tan impacientes e intimidantes como Sanemi Shinazugawa, o exigentes y duros como Obanai Iguro.

Uno podía simplemente esperar excentricidad si se veía a Tengen Uzui, o un ambiente tranquilo y armonioso si se hablaba de los dos pilares mujeres, Mitsuri Kanroji y Shinobu Kochō.

Hasta ahora, Honoka no había tenido el honor de estar cerca del resto de los pilares, pero cuando se hablaba del señor Rengoku...

—¡Gracias por la comida! —exclamó con ese vigor que le caracterizaba—. ¡Estuvo deliciosa!

—Disculpe, señor —habló ella poder sin mirarlo a los ojos, cosa que técnicamente no sería un problema de no ser porque él miraba al frente, casi ignorando su existencia—. Me preguntaba si necesitaba algo más.

—¡No, gracias! —se levantó del tronco de uno de los árboles caídos donde se había sentado, y le extendió la bandeja vacía a Honoka—. ¡Ya he descansado lo suficiente! ¡Ahora debo partir!

—Entiendo señor, entonces no lo retengo más. Gracias por su esfuerzo.

Palabras que todo kakushi debía expresar ante sus superiores. Cualquier falta de respeto era severamente castigada; y aunque Honoka estaba segura de que el señor Rengoku no era de aquellos que castigasen por cualquier cosa, tampoco quería correr el riesgo.

𝙴𝚡𝚙𝚕𝚘𝚝𝚊́𝚗𝚍𝚘𝚝𝚎 𝙴𝚗 𝙻𝚊 𝙲𝚊𝚛𝚊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora