- Prólogo -

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Si hablábamos de fuerza bruta, no había cosa en la que Katsuki se quedará corto, aún si eran trampas, provocaciones, golpes o simples gritos, se llevaba a todos por calle y no había quien fuese capaz de frenarlo, así era, simplemente disfrutaba de saber que poseía inteligencia e ingenio en algo, pues jamás había sido muy bueno en nada relacionado al estudio o bien las ciencias sociales.

Era otra cosa de si mismo que no podía cambiar, y había aceptado aquello desde ya hacia unos años, aún si le costó varias lágrimas y noches sin dormir, a una edad corta, ahora era capaz de reconocer que tenía fallos, y que no era bueno en muchas cosas, sin embargo, sabía sus puntos fuertes, sabía en qué podía intervenir y en qué no, y eso lo había mantenido en un estado bastante tranquilo de paz y balance que el mismo no sabía cómo manejaba.

Pero ahora, justo en ese momento.

Estaba jodido.

Y de la peor manera que jamás pensó que lo estaría, porque bien se sentiría mejor si le hubieran humillado en una pelea, o si hubiese recibido una paliza bien merecida de alguna venganza estúpida del internado, pero no, su problema radicaba, en aquel chico de ojos heterocromaticos y cabellos bicolores que descansaba tranquilamente a su lado, si fuese cualquier otra cosa, hubiese pasado de ello, se lo hubiese dejado a Lida y no se hubiese molestado en tratar de saber que hacer, o si fuese un conflicto, seguramente lo hubiera arreglado a golpes, pero no, aquel chico, no era algo que su limitada mente pudiese manejar, con sus suaves formas y la inocencia de sus ojos al mundo de la gente común. No podía gritarle que dejara de ser tan...el, y bajo ningún medio pensaba ponerle un dedo encima de forma violenta.

Eso lo asustaba.

Jamás había dudado de brindarle un buen golpe a cualquiera. Contando el hecho de que siempre estaba rodeado de brutos iguales a el o bien con un pelirrojo al que no le podía meter uno por temor a terminar muerto, y porque le quería mucho para hacerlo, de forma que aquello se le complicaba profundamente porque sabía perfectamente de dónde provenía ese sentimiento de inconformismo y nervio que le recorría el cuerpo últimamente.

Era un chico dulce, ingenuo si tenía el derecho a decirlo, y le parecía sumamente amable para ser una persona, de alguna forma, era lo más puro y frágil que quizá había visto fuera de su pequeño amigo de la infancia –al que quería como un hermano, aún si no lo aceptaba–  que parecía compartir también varias características con aquel chico.
No podia evitar pensar que seguramente se llevarían bien.

Su mayor problema radicaba no solo en ese sentimiento, si no, también en sus impulsos, en los cuales había abandonado todo solo para acompañar a aquel niño a su hogar, del cual había escapado por razones que aún no entendía bien, podía aceptar que no había tomado vacaciones en mucho tiempo, y que pasaba la mayor parte de su vida en aquel internado, sin embargo, eso no cambiaba el detalle de que sus vacaciones no estaban planeadas de esa manera, si iba a tomarlas, esperaba pasarse todos los días en una playa paseando con alguna chica por un ligero romance que no tardaría más de una semana en olvidar, pero no, se encontraba sentado en aquel lugar, con los párpados cansados, rodeado de gente, cuidando de un chico que dormía plácidamente en su lugar, recargando la cabeza en el vidrio de la ventana de transporte, siendo el la única limitación entre el dulce chico y todas las personas que pasaban al lado de forma descuidada y que la hacían gruñir de forma molesta cada vez que lo empujaban por el hombro y amenazaban de despertar al más bajo con el movimiento ocasionado y el traqueteo del viaje.

¿Su mejor manera de describirlo? Un perro cuidando de su dueño.

Se sentía un perro, e irónicamente ,de forma que odiaba, un perro demasiado feliz.

Y como si no fuese ese el mayor de sus problemas, pronto te sentiría como perro abandonado, porque ciertamente aquello no podía durar para toda la vida, y en algún momento, llegarían a aquel lugar donde pertenecía el más pequeño, al cual aún era incapaz de llamar por su nombre en busca de no afianzarse más a el mismo, porque sabía perfectamente que cuando ese viaje acabará, tendría que regresar, solo, a seguir con la misma vida aburrida y vacía que tenía, que si bien estaba llena de placeres humanos, ya no se veía capaz de apreciar de la misma manera, porque hasta ese viaje nunca se había planteado pasar un fin de semana sin beber almenos una cerveza y hacer estupideces con sus amigos, siempre con Uraraka cuidandoles la espalda.

The Boy On The Train || BakuTodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora