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Cuando Jack Conway recibió la carta médica diciendo que era un omega, su mundo se llegó se vino abajo. No solo porque se veía más débil que los demás, eso podría trabajarlo con muchísimo ejercicio y varías drogas que le ofrecían. Pero, siendo marine, nacido dentro del cuerpo de soldados de la Marina de Estados Unidos supo que su vida sería un infierno.

Y lo fue tal cómo lo predijo. Los primeros años después de su aparición fue un completo infierno, sus compañeros lo trataban como el juguete de la compañía.

Fue el propio capitán quién se reía de él, diciéndole que nunca tendría una familia, que solamente era un idiota más que nunca sería nada más que un ser para abrir sus piernas.

Cosa que hizo.

Jack tuvo que aprender a defenderse. Le costó años, pero lo consiguió llegando a ser mínimamente respetado alrededor de sus 19 años. Aunque en el cuartel aún había rumores acerca de él, sobre todo cuando quedó embarazo.

Jamás le dijo a nadie de quién era su hija. Pero, para ese entonces conoció a Julia. Julia era omega también, pero se amaban, sin tener en cuenta sus roles naturales y sociales. Jack Conway era realmente feliz con su mujer. E incluso llegaron a concebir un hijo. Matthias Conway.

Pero, su mundo se vino abajo, después de que al volver de una misión los encontrara muertos. El cuerpo de su esposa presentaba cosas que jamás deseó haber visto en ella. Cuando lloró al lado del cuerpo de su esposa supo que todo estaba acabo. Claro que sabía quién lo había hecho, pero no podía hacer nada contra ellos.

Sobre todo cuando sus superiores se rieron negándole la baja por defunción. Había estado 10 años con Julia, 10 años donde sus superiores siempre ejercían presión de cualquier manera posible para que la dejara. Y este nunca lo hizo, ni con las torturas mentales, ni con los abusos físicos.

Por ello la hicieron desaparecer, ella y su pequeña familia que habían conseguido.

Después de ese día no contaba el tiempo, solo pasaba ante él, entre misiones, drogas y más abusos. ¿Por qué seguía ahí? No lo sabía. Solo conocía ese mundo. A veces pensaba en huir. Pero nunca lo hizo.

Ahora ya ni sabía su edad, simplemente era un omega roto. Era completamente estéril. Más cosas que añadir para que sus compañeros se rieran de él. Al menos, nadie lo tocaba y podía centrarse en sus misiones, le habían ofrecido un trabajo en Estados Unidos. Dejándolo en un punto físico.

Aunque ahora se dedicaba a beber en un bar, junto algunos militares ingleses. Habían estado de misiones, unas maniobras simples donde les habían enviado a estos dos ejércitos, pensando que habría algún tipo de complicaciones.

Los ingleses hablaban animados, sobre todo hacía el sargento Gordon. Un hombre rubio de ojos azules. Este hablaba orgulloso de su hijo.

- Aquí llegó el cadete de la policía. – Escuchó que decían y allí vio a un joven alfa, rubio cenizo de ojos verdes, mostrando una sonrisa nerviosa a todos. – Conway, este es mi hijo, David Gordon, acaba de entrar en la policía metropolitana de Londres.

- Felicidades, chaval. – Le dijo tras dar un trago a su whisky, este no dejaba de mirarlo tras decir un leve gracias. Jack lo ignoró, siguiendo bebiendo como si nada importara en esa vida, y es que de cierto modo, nada le importaba. Si podía terminar con su vida, estaría gustoso de hacerlo.

Sin embargo, mediante la noche avanzaba, las miradas del joven Gordon no dejaban de estar sobre él, lo había pillado varias veces mirándolo, aunque este en seguida apartaba la mirada o incluso, podía sostenerla por unos segundos.

Una nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora