Reencuentros

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Cuando David Gordon recibió la noticia de la llegada de nuevos agentes, leyó los nombres y sus fechas policiales. Empezando por Gustabo García, un alfa, el cual parecía ser un agente un tanto... complicado, diría. Sin embargo, eso no le importaba, necesitaban ayuda. Cuando pasó a Viktor Volkov, otro alfa, demasiados tenían y su mente simplemente lo pasó. Un informe excelente, demasiadas cosas que destacar y su entrada al FBI, cosas que parecían hablar bien de él. No fue hasta llegar al último archivo donde su boca se secó. Jack Conway, omega, marine y una trayectoria brillante. Cosa que ya sabía, pensó que tal vez sería el hijo con el que una vez se acostó, pues no había fecha de nacimiento y le resultaba imposible que él fuera el Conway que conoció.

Cuando él lo conoció, Jack debía tener alrededor de 35 años, mínimo. O eso pensaba él, la verdad es que nunca le preguntó su edad. Le servía con saber que había compartido cama durante una noche.

No había foto. No podía saberlo seguro. Se sentía como una mierda, ¿y si era su hijo y se había metido con un hombre casado? ¿Tan si quiera eran familia? A lo mejor era un apellido común en Estados Unidos, Jack era un nombre popular, nada le decía que Conway no fuera un apellido común.

Los días restantes antes de la llegada de esos tres no pudo dormir, su ansiedad le estaba jugando una mala pasada acompañándolo con insomnio.

Le extrañó que el primero en llegar fuera Volkov, Viktor Volkov era un hombre ruso, de unos 45 años de edad, tampoco podía saberlo con exactitud, este no se lo había dicho y en el informen no decía nada. Era un alfa que olía a cilantro, algo que no era de su agrado, era un aroma muy invasivo que opacaba el jengibre que él dejaba en su comisaria. Pero, le servía como agente y se llevaba bien con Cano, desde el primer día parecieron congeniar.

Dos horas más tarde entró primero un hombre rubio de ojos azules que retaba a... Su garganta se secó, necesitando dar un trago a su café. Ahí estaba el mismo Jack Conway que él había conocido, 25 años atrás. Con su pelo canoso pero su cuerpo igual de firme, se notaba que había sido marine y seguía ejercitándose, entró regañando a ese chico rubio con un piercing en su ceja.

- Buenas. – Habló el alfa rubio con olor a melisa, o tal vez era limón, ese no era su punto. Estos dos estaban mirándolo expectantes, Jack enarcó una ceja por su silencio.

- ¿Son ustedes Gustabo García y Jack Conway? – Logró preguntar, dirigiendo su mirada hacía el rubio, pues parecía más hablador que su acompañante. Tampoco recordaba al moreno muy hablador.

- Los mismos, jefe, recién llegados de Los Santos. – Gordon asintió.

- Bien, síganme. Ya llegó su compañero de Los Santos. – Ambos se miraron confundidos, sin saber de quién hablaba, cosa que el comisario notó. – Sí, llegado de Los Santos, Viktor Volkov. – El mismo David pudo ver como la cara de Conway cambiaba al mencionar ese nombre.

- Joder, ¿de verdad nos han enviado con él? Que ganas de putear. – Escuchó al rubio quejarse. – Nosotros patrullaremos juntos. – Informó directamente, sin dejar que el moreno dijera algo.

Gordon solo pudo asentir, sin atreverse a mirar los ojos de Conway. Podría, tal vez, hablar con él en privado. A lo mejor no quería reconocer que se conocían delante de ese rubio, sobre todo porque mientras hablaban en privado estos confirmaron que eran padre e hijo.

Y Gustabo tenía 32 años, es decir. Que él ya existía cuando Jack y él... Quería vomitar, se sentía como un rompe hogares.

- Bueno, entonces, somos agentes secretos, tu comodín, tus ojos en la calle, ¿no, Gordon? – El rubio lo había vuelto a sacar de sus pensamientos.

Una nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora