Adiós

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La mañana parece ser más fresca que cualquier otra. A lo dentro del campo se divisa una particular cabaña que de alguna manera parece atraer cual imán a Charlotte. Dicho deseo de entrar en la singular morada se hace mayor conforme se acerca, a pesar de tener dificultades para distinguir en donde se encuentra.

Con la mente nublada con miles de recuerdos borrosos, apenas puede recordar su nombre, sin embargo al entrar encuentra una cara más que familiar; su rostro se inunda de una extraña alegría que destacaba de las facciones de satisfacción al lograr haber llegado sin antes caer inconsciente.

-¡Te he extrañado tanto! Han pasado 6 meses desde que estás aquí. No puedo creer que después de tanto tengas aún que seguir en este lugar. ¡Si tal vez me hubieras hecho caso desde el inicio, no necesitarías molestar a la bondadosa mujer que te ha ayudado hasta ahora!...-

Una anciana preparaba en una pequeña fogata una infusión de diferentes hierbas que parecen ser curativas; Martín aún sigue en recuperación.

Charlotte se abalanza a besos y abrazos al enfermo que tenía vendajes sueltos por todas las partes de la habitación, y a pesar de todavía tener unos cuantos dolores, aceptó los besos y abrazos de la susodicha, al parecer él también ansiaba verla.

-¿Aún piensas que me duele, mujer? Fue difícil pero lo logré. Yo también te quiero muchísimo.-

En aquel momento la anciana dejó que los dos jóvenes encontrarán sus labios para demostrarse que el amor aún es latente en el alma de los dos, sin embargo -Es la hora de marcharse Charlotte- fueron sus palabras.Ese fue el preciso lapso en el que un destello de luz atravesó su mente y sus recuerdos se volvieron tan vividos como la primera vez en la que tuvo consciencia de ellos.

Flores, flores y más flores...

En aquel viejo cuarto del hospital, hace exactamente seis meses, se encontraban los dos anteriores jóvenes ya mencionados, Martín en su lecho de muerte. Las múltiples máquinas simulan la muerte en vida de éste, y Charlotte no puede contener las lagrimas que la ahogaban. Toma unas gasas que se encontraban en la pequeña mesa de un lado y comienza a quitarle todas las gotas de sangre que salían de una manera desesperada de sus ojos, y entre un sonido ronco y algunas aflicciones del llanto comienza a pronunciar lo último que escucharía:

-Sé que no pude hacer nada para mantenerme más tiempo a tu lado, sé que es imposible que sigas aquí, pero sabes que no me gusta verte de esta manera, si soy yo lo que te ata, deja de preocuparte por mi, estaré bien con el tiempo...-

Su llanto fue aún más fuerte cuando fue obligada a dejar la sala por simples horarios que cumplen con normas estrictas del hospital, el cual tenía una hora concreta de visitas. Fue la última vez que pudo percibir la respiración del hombre, artificial, pero respiración al fin y al cabo.

Su vida se había marchado en una de las peores circunstancias que uno puede perder al ser amado. Y ya habían sido 6 meses; no debía de estar ahí.

-¡Charlotte!- Escuchó como la llamaban desde aquella vieja habitación llena de recuerdos; donde alguna vez vivió feliz con Martín. -¡Charlotte Despierta! Es hora de que vayas a buscar un trabajo, de rehacer tu vida, no te quedes estancada.- Le decían mientras recobraba la consciencia, finalmente pudo verlo.

Los meses siguientes entró en una nueva etapa, es cierto, ya no estaba Martín, pero lo único que faltaba para que por fin llegara a donde tenía que ir, era que Charlotte lo dejase ir.

Recuerda que la ultima vez que lo vio fue un par de días antes de su boda, con un ramo de rosas en la mano y una sonrisa más brillante que cualquier constelación, le decía -Ahora puedo estar más tranquilo, mi bella mujer.-

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⏰ Última actualización: May 07, 2017 ⏰

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Epifanías de un naufragioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora