Parte 1: Sin esperanzas

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Taehyung se detuvo frente a la tienda, el olor a carne a la barbacoa y papas fritas inundó su nariz e hizo agua su boca. Apoyó su mano contra el vidrio empañado para quitar la capa fina y protectora del agua condensada pudiendo por fin mirar dentro, la gente hacía fila civilizadamente esperando para ser atendidos, la comida desfilaba por aquí y por allá.

Su estómago gruñó.

Bajó la vista apenado, a pesar de que nadie lo había escuchado. Apretando con fuerza su vientre se alejó del vidrio para seguir caminando, una sola súplica vagaba en su mente "Que haya comida".

Caminó alrededor del edificio de ladrillo visto hasta llegar al contenedor verde de residuos, aguantó la respiración y abrió la tapa de plástico, a pesar de esto, la podredumbre que salió de allí junto a las moscas hizo que volteara sus ojos.

Saltó dentro del contenedor y sus pies aplastaron las bolsas negras y verdes de basura, algo se movió bajo sus suelas, las bolsas vibraron y un chillido disonante quebró sus tímpanos, una rata gris salió corriendo hacia la oscuridad del contenedor, la espuma de su boca manchó sus zapatos desgastados y le hizo temblar violentamente.

Se arrodilló apoyando su cuerpo contra el oxidado hierro verde del contenedor y comenzó a abrir las bolsas. Papel higiénico usado, carne de color verde y purulenta, pan reseco y cubierto por una capa de moho verde, líquidos marrones y negros densos.

Podrido. Lo único que había eran cosas podridas. Pronto el olor lo había invadido por cada poro de su ser, y aunque su cuerpo también apestaba, había sido demasiado para él. Dejó la bolsa llena de mierda y salió del contenedor, sin embargo, un grito a su espalda hizo que su cuerpo se helara por completo.

—¡Hey! Maldito vago asqueroso, deja eso en el contenedor, pedazo de hijo de puta...

Escuchó algo que golpeó la pared a su lado.

Crack

Mas líquido, parecía como si el hombre le hubiera arrojado un frasco de pepinillos podridos, el olor a vinagre envejecido y a podredumbre salpicó hasta manchar parte de su cara, los pequeños trozos de vidrio salieron como proyectiles clavándose en algunas partes de su piel desprotegida.

Corrió. Taehyung corrió. No era consciente de a dónde, los sonidos a su alrededor llegaban ahogados, risas, gritos, bocinas, ruido de los coches frenando en seco.

Un golpe brusco le quitó el aire, sus pies perdieron el suelo y todo se quedó a oscuras cuando su cara chocó contra la acera.

El día siguió pasando, la gente siguió caminando. Nueva York podía ser cálida para algunos y tan fría e injusta con otros. Los primeros copos blancos de la temporada comenzaron a caer, danzando de un lado hacia el otro con la brisa de invierno, pero nadie se fijó en el delgado, enfermo y sucio Taehyung, al final de todo era uno más de los cientos de indigentes de la zona, y al igual que todos los demás, era cubierto lentamente por la primera nevisca del año.

No fue hasta que sonaron las doce campanadas de la catedral de San Patricio que el chico logró volver en sí, el día había dado lugar a la noche y la luna lo ocupaba todo.

Temblando y con mucho esfuerzo logró levantarse usando la pared a su lado, las luces de la calle encandilaban sus ojos, sus piernas quemaban por el esfuerzo de llevarlo, su ropa se rasgaba contra la pared rugosa, pero arrastró lentamente sus pies caminando un paso a la vez, apartando la nieve y rompiendo la escarcha helada bajo sus pasos.

Mientras avanzaba contra el frio gélido e ignoraba el hambre que hacía temblar sus huesos, se llevó una mano a su bolsillo, sus frágiles dedos rozaron la pequeña caja de madera, algo que acarició con cuidado abrazando su destino.

Síndrome de Peter PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora