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|Un poco de tiempo juntos|

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Nerviosa, la pequeña movió un poco el hombro de su papá para despertarlo, pero ni siquiera se inmuto. Probó moverlo más fuerte, llamar más alto, dar pequeños golpecitos, pero nada. Su padre seguía noqueado en el sillón.

—Papá... Papi... —dio dos toques en su mejilla como un último intento desesperado. No se despertaba—. Uhg, duermes como un oso.

Se dio por vencida, pero seguía dándole pequeños toques en la mejilla, pero ni siquiera se inmutaba.

Su mamá le contó que su papá tenía un trabajo difícil como oficinista. Tenía que estar en una computadora todo el día y hacer cosas aburridas, de esas partes no tan divertidas que tenían los adultos. Yuji también dijo lo mismo cuando le pregunto, pero parecía tan nervioso que empezó a cuestionarselo.

De esa forma, sabía que su papá no era un simple oficinista, pues siempre trataba de ocultar sus moretones bajo esas camisas de botones apretadas que su mamá adoraba.

Por eso siempre llegaba a casa cansado. A simple vista podía notar sus ojeras y la poca energía en su voz, como si estuviera a punto de colapsar. Aun así, hacia un esfuerzo para pasar tiempo con ella hasta que era hora de dormir. Kento siempre la llevaba hasta la cama en sus brazos y esperaba hasta que ella se durmiera para darle las buenas noches.

Esos eran los momentos lindos que tenían en la privacidad de su hogar, cuando todo estaba bien. Podía soportarlo porque sabía que él la amaba tanto como ella a él.

Pero a veces... Dolía.

Dolían las noches en las que se quedaba esperándolo, lista para darle la bienvenida, pero nunca llegaba.

Dolía escuchar los comentarios de los vecinos cuando la veían pasar, pensando que no los escuchaba a pesar de estar a unos cuantos pasos.

Dolían las burlas de los demás niños por "no tener un padre". No importaba cuántas veces trato de explicarles que su padre era el mejor, eran tan tontos que no la escuchaban y seguían burlándose de ella.

Seguía observando a su padre dormir, tan tranquilo. Aún pensaba que era el mejor padre de todos y seguía amándolo, pero deseaba con todas sus fuerzas que solo tuviera un poquito más de tiempo para jugar y presumirle lo genial que era a todo el mundo. Solo un poco, no mucho, no quería molestarlo.

Para su sorpresa, su padre dejo salir un largo suspiro y abrió los ojos, encontrándose directamente con ella. Ambos ojiazules se miraron unos largos segundos, en los que Kento frunció el ceño y la miró con sospecha.

—¿Que estás haciendo ahí? —le pregunto, estirándose. Su pequeña, contenta, subió al sillón y se acostó junto a él, entre sus brazos.

—Mami está haciendo galletas. Quería que la ayudarás si no estabas muy cansado —explico, no pudiendo contener su felicidad—. No se lo digas, pero creo que a ti te quedan mejor. 

Kento sonrió. Sentía su pecho inflarse de orgullo.

—Aun hay cosas que tengo que enseñarle —respondió—. ¿Y por eso estabas mirándome dormir fijamente? ¿O hay algo que quieras decirme?

Pues claro. El conocía perfectamente a su hija. Esos ojos cristalizados no eran por la idea de su madre cocinando.

O puede que sí.

Sayuri hizo un puchero. Era difícil esconderle cosas a su padre. No hubo ni una sola vez en la que ella se saliera con la suya en sus travesuras. No serviría de nada mentirle. Era como un detective.

—¿Cuando saldrás de vacaciones en tu trabajo? —pregunto tímidamente escondiéndose en el pecho de su papá. Kento acarició su larga cabellera rubia.

Supo al instante a lo que se refería con esa pregunta.

Claro que había tratado de pasar más tiempo con su familia. Era todo lo que deseaba en la vida, pero ya no era como en la oficina, que podía pedir permisos casi todo el tiempo y se lo consederian, por su excelente desempeño. Ojalá y fuera así de fácil.

—No estoy muy seguro —respondío.  finalmente.

Estaba al tanto de cómo su hija se sentía al respecto y porque. Le dolía que su princesa pasara un mal rato por su culpa.

Por eso... Debería ser más fácil para ella si volviera a su antiguo trabajo.

—Es que... Estaba pensando, si no estás muy ocupado... ¿Podríamos ir a ver una película este fin de semana? —su tono de voz parecía disminuir con cada palabra que pronunciaba—. Es una nueva que he querido ver desde hace un tiempo. ¡Es muy buena! ¡prometo que te gustará! ¡Y a mamá también! Después podríamos ir a caminar y... Y después... 

Se lo debía, eso lo tenía más que claro. No había nadie en el mundo que amara más que a su familia, y no estar con su niña tanto como quería era una espina que no podría quitarse jamás. Solo ver su expresión cuando salía por esa puerta le rompía el corazón en millones de pedazos que solo volviéndola a ver podían reconstruirse.

Por eso, escucharla hablar tan entusiasmada por un poco de su atención, fue suficiente para sentir su pecho oprimirse. Sayuri lo noto, y sus ánimos disminuyeron con el paso de los silenciosos segundos.

—Tienes trabajo, ¿Verdad? —murmuro ella, cubriendo su rostro con su cabello.

—Es importante, y no puedo posponerlo.

—¿Más importante que yo?

Kento se apresuró a negar con la cabeza, pero su hija ya estaba levantándose del sillón.

—Esa bien, lo entiendo —fingío tranquilidad—.  El trabajo de papá es más importante. No hay problema. Esta bien.

—Sayuri, eso no es verdad. Me importas más que cualquier otra cosa.

—Pero no es suficiente como para poder quedarte.

Kento no supo que decir. Tan solo se quedó en silencio, viendo a su hija tragarse sus lágrimas mientras jugueteaba con sus dedos.

—Estoy cansada de ser paciente. Quiero a mi padre conmigo, eso es todo —sus ojos, llenos de lágrimas, atravesaban a Nanami más que cualquier cuchillo—. ¿Por qué es tan difícil?

El mayor la envolvió en sus brazos y dejó que llorará, que se aferrara a él como si fuera su mundo. Sus pequeños brazos rodeando su cuello, las lágrimas mojando su pecho... Todo hizo conjunto para que el corazón de Kento se rompiera una vez más.

Lo mejor sería que dejara de ser un hechicero, por el bien de su familia.

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⏰ Última actualización: Jul 05, 2022 ⏰

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Familia casi perfecta [Jujutsu Kaisen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora