Capítulo IV

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    Bajo la atenta mirada de la niña fantasma, Felicia sacó su celular y marcó al número de emergencias.

    —Hola vengo a informar que encontré un bebé en un basurero cerca del supermercado sagrada familia —explicó Felicia sin detenerse—. Estaba revisando la basura, buscando algo de valor y conseguí a la criatura.

    — Ya vamos a ir ¿el menor está vivo? La seguiremos llamando por aquí.

    —La bebé esta muerta. No me sigan llamando —dijo Felicia—. Este celular es de un transeúnte que pasaba por la calle y se ve bastante apresurado. Yo también tengo cosas que hacer —mintió—. Mejor apresúrense porque soy una mujer ocupada —añadio antes de colgar.

    Felicia vió a la niña fantasma que tan pronto sus miradas se volvieron a encontrar comenzó a llorar, dejando incómoda a Felicia que no sabía que hacer.

    —Ya te vendrán a buscar, por lo que deja de llorar por favor —le dijo Felicia a la bebé, más esta no la entendía y siguió sollozando.

    Felicia miró hacia los lados, se dió la vuelta y escapó de allí.

    La niña al final nunca fue consolada por quien por fin la escuchó después de largas horas de llanto.

    Cinco minutos después de irse Felicia, Gael llegó a su casa y su expresión no era para nada buena.

    Nada de lo que le dijeron era lo que quería.

    Estaba cansado de estar parado, así que se acostó en el sofá y ocultó su cara en el cojín. Si había sido su hermano quien había sido encontrado muerto, presuntamente por un asesino en serie.

    Gael giró su cabeza y vió al vacío, recordando lo que le habían dicho hace unas horas atrás.

    Tanto Nora como Gael, entraron en una oficina pequeña y ordenada. Sentada detrás de un escritoria había una señora, contempladolos con una mirada seria.

    —Hola —dijo Nora—. Soy la señora Nora. Hablamos hace rato y por eso he venido. Disculpe ¿podemos sentarnos?

    —Claro, pasen por favor —contestó la oficial en tono de voz acogedor para que no se sientan intimidados.

    —Gracias —dijo ambos en coro.

    —¿Cuándo fue la última vez que viste a tu hermano? —preguntó la oficial.

    —Hace una semana —contestó de inmediato Nora—. Ese día, tuvimos una pelea porque quería llevarlo a un centro que ayudase a los que tienen su problema... —agregó con angustia.

    «No te pregunto lo demás Nora» pensó Gael mientras asentía por lo dicho por su hermana.

    —Comprendo ¿Qué edad tenía su hermano?

    —Cuarenta y nueve —contestó Gael.

    —Me gustaría mostrarle una imágen del fallecido con el fin de saber si es su hermano o no—la oficial sacó una carpeta de uno de los cajones de su escritorio y la abrió en la mesa, permitiéndoles ver a Gael y Nora—. ¿Es esta persona su hermano?— añadió.

    —¡Dios mío! ¡No puede ser! —exclamó Nora mientras, a Gael se le salieron las lágrimas y puso una de sus manos sobre sus ojos.

    —Correcto —viendo que si era su hermano, la oficial prosiguió—. Bueno, por ahora lo que hemos recapitulado es que es un asesino en serie quien le hizo esto. No obstante, no sabemos su objetivo ni porque ataca las personas —les informo—. ¿Su hermano tuvo algún enemigo? ¿Hay alguien que usted crea que puede haber hecho eso?

    —Quizás su esposa —sugirió Gael—. Pero ella esta internada. Se volvió loca desde que su hija murió—añadió.

    —Verificaremos si no se ha escapado —la oficial frunció el ceño para luego preguntar—. ¿Ella no tiene sentido artístico?

    —No que yo recuerde —hablo Nora esta vez—. Solo sabe hacer palitos para pies y manos cuando dibuja personas.

    —Comprendo —la oficial dudo por unos segundos antes de continuar—. Su hermano murió hace unos días atrás por desangramiento —explico—. Lo mantuvieron vivo cuando lo ataron y lo suspendieron en el aire, amarrandolo a los postes de luz. Cerca de su cuerpo había unas palabras escritas con su sangre. Allí decía "el encadenado que ama sus cadenas morirá junto a ellas".

    —Que demente el que hizo eso...—musito Nora, aguantando las lágrimas.

    —Disculpa que repita mi pregunta —la oficial reiteró—. Pero ¿no se ha hecho enemigo de alguien? murió de una forma lamentablemente y podría decirse que es un tipo de tortura en esos momentos seguir vivo —inquirio la oficial, buscando algún detalle que podría servirle para su búsqueda.

    Gael estaba completamente sorprendido—¿Quién fue el hijo de puta que ha hecho esto?

    —No lo sé, pero lo averiguaremos —prometió la oficial.

    —¡Que la Virgen santísima nos proteja!—exclama espantada Nora— ¡Dios mío!

    Gael abrió los ojos y salió de sus recuerdos, se quedó mirando la pared blanca como si fuera lo más interesante del mundo.

    De repente, murmuró: —Espero que donde estes seas feliz y puedas vivir bien.

    Gael estaba indeciso sobre cómo hablar con su hija, pero sí conversaban trataría de ser lo más delicado posible. Lo que era horrible en su lado de la familia.

    La imagen de Raymond llegó a su mente y para Gael, independientemente si su hermano era un alcohólico, no era suficiente razón para matarlo, además, su mujer se había vuelto loca y su hija estaba muerta.

    Con ese pensamiento, comenzó a preparar las cosas para el entierro de Raymond. Nora tampoco se quedó sin hacer nada y contribuyó.

    Felicia llegó a su casa después de media hora y se encerró.

    Al segundo día, ya estaban cremando a Raymond en la tarde. El velorio fue corto y solo los familiares más cercanos fueron, la directora de la antigua escuela de Felicia no se presentó.

    Al final, Gael no había hablado con Felicia, le dejó el asunto a su esposa. En las últimas horas atrás tan solo la veía a su hija, queriendo decirle algo, pero no le llegaban las palabras a la mente.

    Felicia estaba igual que él, manteniéndose en silencio durante todo el velorio, exceptuando cuando se despidió de su tío.

  El hombre en el ataúd se veía mejor que en vida. Ya no se encontró sucio y hasta llevaba ropa formal negra.

    Sin embargo, su alma no estaba allí.

Escalofríos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora