Único Capítulo

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Era un día como cualquier otro, el sol brillaba, los pájaros cantaban, las personas paseaban de un lado a otro, los esclavos laborales encerrados en un espacio de dos metros por dos metros sentados enfrente de una máquina por más de ocho horas para recibir una miseria de pago, y los alumnos se encontraban en sus tiempos escolares. Todo un día normal para cualquiera, excepto por un pequeño problemita que se estaba originando en una escuela secundaria en la ciudad de Musutafu, cerca de la Prefectura de Shizuoka, en Tokyo. Japón.

-¡Mire! ¡Solo mire lo que le hizo a mi pequeño Toru!- eran las quejas a gritos exagerados de una señora ya en sus cincuenta años, lagrimeando dramáticamente, mordiendo un pañuelo.

Con un joven mocoso de dieciséis años de edad, golpeando hasta en lugares donde no. Apenas si se le reconocía el rostro de tantos golpes.

La situación era la siguiente, un total de cinco personas estaban reunidas en la oficina del director de la secundaria. Con el personaje de mayor autoridad sentado en su escritorio, y enfrente de él, separadas por una pequeña mesa de centro, sentadas en pequeños sillones. La señora dramática y su hijo machacado estaban sentados en el que estaba a la derecha.

-¿¡Cómo asumirá la responsabilidad de esto director!?-.

-Por favor, cálmese señora Konoe...- pedía el director, con una ligera gota de sudor, no se sabía a ciencia exacta si se debía por los nervios o el cansancio de los gritos de la señora.

-Es porque no obtiene suficiente su maldita leche de mami este idiota- murmuró entre dientes ya irritado Bakugo. El cual se encontraba sentado en el otro sillón, junto a su madre.

-¡Katsuki! No empeores las cosas- pedía la siempre bella, hermosa y por sobre todo sexy y voluptuosa Mitsuki, golpeando en la cabeza a su rubio hijo explosivo -¡Lo lamento muchísimo! Por todos los problemas que ocasionó el idiota de mi hijo-.

Se levantó de su asiento, para reverenciarse enfrente de la señora y su mocoso, ocasionando que en la sala se forme un silencio incómodo y tenso. Hasta el momento en el que la señora Konoe, se levantó de su asiento, mirando fijamente a Mitsuki, de pies a cabeza, incomodando a la susodicha.

-¿Pasa algo?- preguntó Mitsuki encontrándose ya muy incómoda por la mirada penetrante de la señora enfrente suyo

-Evidentemente, de usted es de quien aprendió tales modales ¡Y mire nada más ese outfit tan simple, vistiendo como una escort de clase baja!- volteó la mirada la señora Konoe, arrogante apuntando vulgarmente -No me es de extrañar que su hijo sea así-.

-¿¡Quieres decir eso otra vez, vieja bruja!?- dichos comentarios, ocasionaron que se dejara a la luz, el verdadero carácter de Mitsuki, una de las cosas que heredó Bakugo.

-¿¡Señora...!? ¡Tiene que tomárselo con calma...!- se alteró el director, levantándose temeroso de su escritorio, tratando de calmar el ambiente.

Mientras tanto, un joven de cabellos verdes y rizados, con algunas cuantas pecas en su rostro, estaba fuera de la oficina del director, pegado a la puerta, escuchando la discusión que se generó.

-Ella en verdad es de temer- murmuró entre sorpresa y nerviosismo aquel rizado, Izuku, ese es su nombre.

-¿Cuántas veces van hasta ahora Katsuki? ¿Qué no piensas en la graduación?- volvía a regañar Mitsuki, solo que ahora situados en un diferente lugar, ahora en la casa de los rubios explosivos.

Poca atención le ponía el pequeño demonio explosivo y bravucón que tenía como hijo, el cual estaba sentado en el sofá.

-¡¿Me estás escuchando pequeño desgraciado engreído?!- gritó Mitsuki ya harta del desinterés y la falta de respeto de su hijo, golpeando la mesa con fuerza.

Waru Mama no Yudan!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora