Prólogo

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Douma era un demonio que le encantaba devorar mujeres, pero, un día se harto de ello: le parecía algo monótono y aburrido. Si él quisiera, podría darse a sí mismo un festín con cuantas mujeres quisiera; esa era la única satisfacción que por lo menos le causaba placer. Si ya no sentía lo mismo que antes, cuando las devoraba, entonces ya no había absolutamente nada que le causará emoción alguna. Y precisamente eso lo tenía muy, pero muy frustrado, durante toda su miserable existencia siempre se sintió vacío como si le faltara algo para estar completo. De nada le servía ser fuerte e inmortal sino tenía una razón para vivir, como cualquier persona que nace con un propósito, él ni siquiera entendía el porqué habia nacido. Se consideraba a sí mismo un ateo, no creía en los dioses, ni en nada de eso, pensaba que las personas que si creían en ellos eran muy estúpidas, por no darse cuenta de algo tan simple como ello.

Aun así, fingía y sabía como engañar y manipular a otros. Con sonrisas falsas y con palabras que según él eran sinceras: no solo imitaba estas emociones para engañar a otros, sino para ocultar y consolarse a sí mismo de que tal vez algún día, su existencia tenga algún propósito. Tenía un culto que lo adoraba y que obedecían todo lo que él dijera.

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Durante la noche mientras estaba cazando, su olfato olió desde lo lejos un olor a sangre corrio lo más rápido que pudo y viendo desde lo alto de una gran árbol, a su próxima víctima. Está era apenas una niña de ocho años, al parecer se había lastimado la rodilla, ella estaba llorando, pero aún así trataba de levantarse. Era muy pequeña y débil. Él podía ver en ella una gran determinación (a pesar de que tenía una herida un poco profunda) no se daba por vencida. Se acerco a ella y le dijo:

—Vaya, vaya que tenemos aquí, ¿Estás perdida pequeña?

Ella lo miró enojada y confundida, le pareció extraño ese sujeto, en especial sus particulares ojos arcoiris.

—No, no estoy pérdida simplemente me resbale y caí.

—Si quieres puedo ayudarte, ya que estás herida, te puedo cargar y así llevarte hasta tu ca...

—NO!!! No quiero, además no te conozco.

Su herida era algo profunda y cada ves sangraba más. El olor a sangre, era como una droga deliciosa que nublaba sus sentidos. Creía que nunca, durante toda su vida había probado algo tan exquisito. Deseaba devorarla, podria hacerlo aquí mismo; ella no tenia escapatoria. Se acerco lentamente e iba a hacerlo cuando de pronto.

—¡¡Shinobu!! ¿Donde estas? ¡Respóndeme!

—¡Hermana!, ¡Aquí estoy!

—Que alivio. ¿Por qué te separaste de mí? sabes perfectamente que no puedes andar sola y mucho menos en el bosque.

—Perdón no queria preocuparte, solo vine a este sitio a recolectar estas flores, son para hacer la medicina.

—Bueno dime, ¿Estás bien? ¿Nadie te hizo daño?

—ah veras, ese hombre de allá...

Nadie se encontraba allí. Shinobu quedo extrañada, pensó que solo era parte de su imaginación; porque nadie es tan rápido como para desaparecer así como si nada, y no dejar rastro.

—Mmm... no, no es nada volvamos a casa.

Douma las observo mientras ellas regresaban a su hogar, por primera vez en su pecho sentía algo que no podía explicar: era como si su corazón empezará a latir. Se sentía emocionado y con ansias de volver a ver a esa pequeña de ojos violáceo.

 Se sentía emocionado y con ansias de volver a ver a esa pequeña de ojos violáceo

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