Prologo

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Ella aceleraba el paso cada que entraba a la oscuridad entre los postes de luz. Siempre esperando lo peor, miraba de un lado a otro, hacia enfrente y hacia atrás. Sabía perfectamente que nadie en las obras negras que rodeaban la calle saldría, aunque su vida dependiera de ello. Pero esto era lo normal, o al menos Samantha lograba convencerse de ello; salir tarde de la facultad y caminar con su hermano veinte minutos hasta llegar a su hogar, dormir y repetirlo mañana.

Pero él no estaba ahí y Samantha caminaba sola en la oscuridad iluminada esporádicamente por focos amarillentos. Cada paso más decidido que el anterior, el sonido de la grava resonaba por las calles y solo le faltaban un par de cuadras más para llegar al puente que la separaba de su casa. Otro par de postes de luz después y miró de reojo las casas del otro lado de la calle, había un grupo de hombres ahí.

No noto que la miraban pues los cientos de lombrices que salían de la calle sin pavimentar llamaron más su atención. Mas por instinto que por otra cosa, empezó a trotar hacia el puente y como segundo instinto se quitó sus lentes para limpiarlos sin delicadeza con su suéter. -Solo imagino cosas- pensó, los lentes estaban empañados después de todo. Aunque ese no fue el caso.

Las lombrices seguían saliendo y Samantha empezaba a sudar, las brisas heladas de la noche cambiaron de la nada a pesado calor con olor a metano. Y, como si sus oídos hubieran rejuvenecido, podía escuchar pasos detrás de ella, ¿apresurados? ¿Cómo si fueran varias personas? Su mente empezaba a temer lo peor, quería voltear, pero todos los músculos de su cuello se lo negaban.

-Ya estas a nada del puente- Y empezó a correr, su mochila y la cámara vintage de su cuello rebotaban mientras su respiración se aceleraba. Sus ojos volvían a lagrimear y antes de que una lagrima cayera al suelo llego al puente. El tren que pasaba debajo estaría a nada de llegar, ya que las ventanas y el concreto empezaron a temblar.

Ahí, en medio del puente, Samantha reunió el coraje para mirar detrás de ella. Los cientos de gusanos que la seguían se agrupaban cerca, tan cerca que podía sentirlo; como si esas cosas estuvieran en su piel. Era un hormigueo uniforme por todo el cuerpo y que lo paralizaba. La silueta empezaba a tomar forma humana, alguien gigante.

Esa cosa se seguía acercándose, la oscuridad que formaba su figura se hacía más y más grande a como se acercaba al puente y al poste de luz parpadeante que lo iluminaba. Samantha se tragaba su miedo y su saliva, esta noche solo tenía un lugar al que quería llegar, pero sus piernas no sentían lo mismo, únicamente con su presencia la figura la paralizaba. Ambas cosas sucedieron al mismo tiempo, un tren estaba por pasar debajo del puente y la abominación era completamente visible.

Fue lo último que vio. Algo que no debería sentirse familiar debajo de luz amarilla...

Los demonios de VíctorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora