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Narra Gustabo

- Tu querido padre sabe cosas. - Dijo Pogo mientras me levantaba del cadáver.

- No sabe nada. - Respondí limpiando una gota de sangre de mi mejilla. - Tiene suposiciones. - Respondí volviendo hasta mi casa.

- Y esas suposiciones le van a llevar a ti. Sabe demasiado. Pégale un tiro, es todo por tu seguridad, Gustabo. - Medité las palabras de Pogo.

- No es tan fácil acribillar a balazos a un superintendente. - Respondí. - No es como quien mata a esta gente. - Subí a mi piso y entré cerrando. Guardé el cuchillo donde siempre y fui hacia el baño, no sin antes poner la ropa en la lavadora y empezar a lavarla.

- Cítale en alguna parte y listo. Con solo un par de tiros estará muerto. Además, tienes buena puntería. Son todo ventajas. - Ladeé la cabeza dándole la razón. - No te ha tratado bien, no te trata bien. Liberate de él y ten la felicidad que mereces. - Entré en la ducha y encendí el agua limpiándome de sangre.

A lo mejor era sencillo, a lo mejor podía pegarle dos tiros a Conway.

A lo mejor podía ser feliz.

A lo mejor matar a Conway era la forma de lograr esa felicidad que su ausencia me había arrebatado.

- ¿Y si sale mal? - Pregunté. - ¿Y si antes me dispara él? - Volví a preguntar. Salí de la ducha atando una toalla en mi cintura.

Con la mano limpié un poco el espejo que se había empañado por el vapor del agua y miré mi reflejo.

- Con un poco de suerte terminarás en perpétua. Y ahí ya discutiremos si el suicidio es la mejor opción que pudrirte entre rejas. - Tragué saliva por las palabras.

Suicidio.

¿Lo había considerado? Sí. Antes de aprender a convivir con Pogo había pensado en suicidarme.

Pero ahora no. Ya no.

- ¿Y si no tengo esa suerte? - Pregunté de vuelta. Realmente mis ojos cambiaban ligeramente cuando hablaba Pogo y cuando hablaba yo.

Cuando Pogo hacía acto de presencia, mis ojos perdían el brillo y mis pupilas se dilataban. Cuando hablaba yo, todo volvía a la normalidad.

Y, sorprendentemente, Conway se había dado cuenta de eso. Se había fijado en esos pequeños detalles.

Y tenía que matarlo.

- Si no tienes tanta suerte, vas a terminar en el cementerio. ¿Prefieres ser enterrado o incinerado? - Preguntó Pogo. Rodé los ojos saliendo del baño yendo hacia mi habitación.

- Prefiero no morir, simplemente eso. - Respondí sentándome en la cama. Miré la hora, eran solo las cuatro de la mañana y aún quedaban muchas horas para ir a trabajar. - Si cito a Conway, irá con Horacio y Volkov mínimo. Y armado, por supuesto. No se fía de mi.

- No creo que vaya acompañado. Y si lo hace, ya sabes que toca. - Pude notar la voz de Pogo en mi oreja, como si fuera alguien real.

- No voy a matar a mi hermano, Pogo. Es la única persona que no me ha abandonado en estos años y no puedo dispararle. - Suspiré pasando mis manos por la cara en señal de agobio. - Volkov no me importa tanto, pero Horacio no. Ese es mi límite.

- ¿Como prefieres suicidarte? ¿Ahorcado? ¿Pot deshidratación? Empieza a pensarlo porque como no les pegues un tiro esas van a ser tus preocupaciones. - Advirtió Pogo de forma seria. No podía traicionar así a mi hermano.

No podía.

¿No?

[...]

La mañana siguiente me dirigí al despacho de Conway en busca de unas novedades que ya sabía.

Entré con mi café en la mano, Volkov hablaba en ruso por teléfono mientras Conway escribía sobre las fotos en distintos rotuladores.

- ¿Buenos días? - Pregunté sentándome y agarrando una de las fotos escritas.

En ella, Conway, apuntaba características de la víctima y de la herida. La foto que sostenía era sobre una de mis víctimas.

Una puñalada en el centro del pecho, perforación ligera del corazón, perforación de la aorta.

- Ha habido otra víctima y sigue el patrón de las anteriores. - Asentí dejando la foto y bebiendo de mi taza. - Esta estaba, también, en un callejón. Todo estaba igual a las anteriores. Solo que esta vez el asesino parecía estar enfadado. ¿Has dormido bien, Gustabo?

Conway seguía con sus ideas absurdas.

- Por supuesto, tan bien como cuando tenía cinco años y te fuiste de casa. Esa noche dormía muy bien, y cuando me desperté, se fue todo a la mierda. - Respondí. - Buen provecho. - Di un trago a mi taza.

- ¿Puedes dejar ese rencor? Han pasado 26 años, Gustabo. Supéralo ya. - Chasqueé la lengua y leí el informe de autopsias.

- Voy a superar eso cuando mueras, Conway. Tenlo presente. - Dijo Pogo en voz baja.

Aunque hubiera podido decirlo perfectamente.

Make the stars envy your red colorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora