Noviembre

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—Hueles a chocolate —me dijo, dibujando una ancha sonrisa.

—¿Disculpa? —pregunté, levantando la mirada para encontrarme de frente con sus grandes ojos color miel.

—Llevo un rato mirándote y hueles a chocolate. Chocolate amargo y con un toque a frutos secos. —Su nariz, respingona, hacía un divertido movimiento de vaivén cada vez que pronunciaba la letra «u». Me quedé callado, desconcertado. Sin saber si me estaba tomando el pelo y sin dejar de mirarla, acerqué disimuladamente la nariz a mi hombro en un ridículo intento de olerme a mí mismo. Casi de inmediato decidí que aquello era absurdo y reculé girando de nuevo el cuello. El resultado fue un espasmódico ademán más que una maniobra de cercioramiento. No estaba ayudando a darle sentido a aquello.

Había empezado a frecuentar aquel café hacía aproximadamente tres meses. Por alguna extraña razón, estar en casa se había convertido, de la noche a la mañana, en algo alienante e incómodo. Llevaba varias semanas en las que apenas podía concentrarme. Cuando intentaba hacer algo, la inquietud que se había instalado a convivir conmigo no me dejaba dedicarle a ello más de unos pocos minutos. Me costaba dormir por las noches y me despertaba temprano y con la sensación de estar en un lugar extraño, desconocido. Ese sentimiento se aliviaba durante el día pero jamás se iba del todo. Entre aquellas cuatro paredes ya no podía relajarme, no podía dormir y no podía centrarme en nada. Ya no me atrevía a llamar a aquello «hogar».

Por las tardes, en la cafetería, solía pedir un café solo y sentarme en uno de los sillones individuales que tenían junto a la entrada. Estaban dispuestos formando una hilera que recorría la pared del local en toda su anchura. A veces, dos o más sillones permanecían cara a cara después de haber sido recolocados por alguna pareja o grupo de amigos que no encontraba una mesa libre. Otras, todas las butacas miraban hacia el interior del local, paralelas unas a otras en una formación casi militar. Acompañaban al café un libro o el ordenador portátil que usaba para escribir. A veces ambos, a intervalos. El día en que M se acercó a hablar conmigo, estaba enfrascado en Norwegian Wood (en la novela de Murakami y no en la canción de los Beatles, me refiero. Aunque podría haberlo estado en cualquiera de las dos, o incluso en ambas simultáneamente. Solía leer mientras escuchaba música de forma habitual). Ese día había olvidado los auriculares en casa, así que dejé que el ajetreo de la cafetería fuera la música de fondo que ambientara mi lectura –hasta que M la interrumpió.

M era una chica menuda, de pelo castaño a media melena que caía desordenado sobre sus hombros. Tenía un rostro especialmente infantil, aunque su complexión ligeramente angulosa y el deje de sus gestos, precisos, me decían que ya debía de superar la veintena. Era una chica callada, ensimismada. Solía perderse en un libro, una revista o un periódico que tomaba prestado de las lecturas que el local ofrecía. Estaba convencido de que a ambos se nos enfriaba el café a menudo por despistarnos demasiado.

Cuando empecé a frecuentar la cafetería, M ya estaba allí. Solía aparecer los martes y jueves por la tarde. De hecho, no recordaba haberla visto venir nunca ningún otro día de la semana; incluso en las semanas en las que yo prácticamente hacía pleno. En cuanto a su nombre, realmente no lo sabía. No era la primera vez que veía a clientes pedir sus bebidas usando un pseudónimo o abreviando su nombre para evitar malentendidos. Era una de esas cafeterías en que, una vez tu comanda estaba lista, el empleado llamaba el nombre que habías dado para que fueras a recogerla. El ruido del local solía inducir a equívocos al nombrar las bebidas, y en ocasiones el dueño no aparecía. Usar nombres simplificados era, por tanto, una práctica habitual. Sin embargo, era la primera vez que veía a alguien llevar esta convención hasta su máxima expresión, haciendo su pedido bajo una sola sigla: «M». La primera vez que lo vi me pregunté si sería la inicial de su nombre, o quizás su letra favorita. Quizás tenía algún significado especial para ella, o tal vez había sido una elección aleatoria. Nunca lo sabría, pero era algo que me llamó la atención desde el principio.

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2022 ⏰

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