Capítulo I

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Era una mañana común, las personas corriendo de un lado al otro, hablando, riendo y como siempre, había una chica sola, mirando hacía una ventana, tal y como todas las mañanas, era tranquila, no tenía otra intención más que esperar a que empezara su clase. Las personas entrando al aula hacían un sonido particularmente molesto y ruidoso. Susurraban una y otra vez sobre un chico nuevo. Pero creo que será mejor que se los explique yo. Me llamo Dante, soy el chico nuevo del que tanto hablaban los chismes, vengo de Italia y tengo 17 años, vine de intercambio a Japón por algo del trabajo de mis padres. No estaba acostumbrado a ver lo que veía, a hablar como hablaban, teniendo en cuenta que mis padres me habían pagado clases de japonés desde que tengo memoria. Recuerdo que todos se me quedaban viendo distinto, supongo que no es muy normal ver a alguien como yo en Japón, pero ¿que podía hacer? Supuse que los chismes viajarían a la velocidad de la luz, claro, el chico nuevo, y, encima, de otro continente. Soy bastante tímido, este sentimiento no me gusta mucho.
Llegando a la clase, me pude dar cuenta de que la lección ya había empezado, esperaba ver a la mayoría algo desilusionadnos, sin jugar de importante, como mencioné antes no me gusta la atención. Al llegar al la puerta de mi clase, me di cuenta de que todo estaba bastante callado, no quería interrumpir, pero no me quedaba de otra ¿verdad?

— ¡LAMENTO LLEGAR TARDE!- ¡Qué pena! ¡qué pena!- pensé.
Todos me estaban viendo, no sabía qué decir o qué hacer, esto era algo nuevo para mí, nunca había destacado en nada y me gustaba no hacerlo , la verdad. Toda la clase se quedó callada, como si yo fuera una clase de celebridad, claramente no estaba cómodo sintiendo todas esas miradas en mí, solo en mí.

— ¿Así que tú eres el nuevo?- dijo alguien de la clase, lo dijo con un tono algo burlesco, como si yo no hubiera cumplido sus expectativas de "extranjero". Físicamente soy alto, de ojos verdes y un pelo marrón que se desvanece en un tono más claro. Usualmente camino encorvado y tengo que admitir que estaba lo suficientemente nervioso como para empezar a temblar.

— Pase por favor y preséntese- dijo el profesor a cargo en ese momento.

Creí que iba a vomitar, pero empecé a avanzar y a entrar a la clase, intentando ignorar que todas las miradas estaban en mí, pero... de todas ellas una me llamó la atención, era una chica con el cabello muy claro y unos ojos violeta, se veía tan delicada como una flor...

— H-Hola...Me llamo, Dante..- dije con una voz bastante temblorosa y con mi mirada directamente hacia el suelo.
La miraba de reojo, parecía que no le importaba mi prescencia, miraba hacia una ventana con una mirada aburrida y cansada, y por primera vez sentí que tuve la iniciativa de hablarle a alguien.

— Ahora preséntensen ustedes- dijo el profesor, refiriéndose a los estudiantes de esa misma clase.

Cuándo las palabras dejaron de salir de mi boca, sus ojos se dirigieron hacía mí . Yo tenía una sonrisa nerviosa que lentamente se fué pintando en su rostro, que era eso que sentía, no escuchaba a nadie más en el salón, ni llegué a ver a nadie más. Ellos seguían presnetandose, pero no me importaba, no me importó nada más que eso que sentía, ese sentimiento nuevo. Las demás personas tenían un sonido para nada molesto ni mucho menos ruidoso, me sentí ¿tranquilo? Creo que nuestras miradas se entrelazaron unos segundos antes de que ella volviera a ver hacía esa ventana, pero sentí que fueron los segundos más largos de mi vida y sin darme cuenta y sin quitar su mirada de esa ventana.

— Un gusto, Dante, mi nombre es Kazumi- dijo vagamente.

Su voz era tan cálida, al escucharla decir mi nombre me sentí como un niño "Kazumi" "Kazumi" "Kazumi" que nombre tan hermoso, y no era para menos, aunque siendo honesto, parecía ser la chica popular de todo salón, pero...había algo en ella que era distinto, se veía solitaria y perdida. Nuestras miradas se entrelazaron una vez más, esta vez tenía una mirada perdida, no abrió la boca para decir nada más, creo que fue muy obvio lo asombrado que estaba. También, debo añadir que noté lo nerviosa que estaba, no dejábamos de mirarnos ¿habrá sentido lo mismo? Fué como estar en un salón vacío, solo nosotros dos. Esto era completamente ilógico, ni siquiera la conozco, solo sabía su nombre, nada más ni nada menos. No tenía sentido.

Mientras lo descubría Donde viven las historias. Descúbrelo ahora