Antes de que la noche que caiga y el sol desaparezca aquel pequeño e insignificante ser ha logrado atravesar todo tipo de obstáculo que la vida le ha impuesto. Ha superado el dolor de la pérdida de un ser querido, ha vivido la felicidad infantil que se obtiene tras satisfacer un capricho, ha experimentado el deseo provocado por lo más primitivo del ser humano, ha pasado por los engaños, el uso y el maltrato de los demás seres que han pasado por su vida, y tras todo esto, aquel pequeño ser ha llegado a la más Cruda y real afirmación que alguien pueda realizar:
He de caminar por ríos, montañas y valles para descubrir que la venganza no es más que una necesidad humana. He de pasar tormentas, huracanes y terremotos para aprender que el ser humano busca que los demás sientan lo mismo que aquel individuo ha sentido. He descubierto que el propósito inaudito del ser humano es hacer que los demás sientan lo mismo que han sentido. Lo digo por experiencia propia, he deseado el mal a aquello que me lo han hecho, he deseado la desgracia a aquellos que me han traicionado, y sobre todo, he deseado la muerte a aquellos que me han matado. Claro que lo último no ha de hacerse, pues es un pecado, sin embargo todos han de saber que la vida misma es un pecado, y que cometer uno más no afectará a esta.
El mundo está en llamas y he aprendido que solo se enfría cuando la luna sale. Aunque puedo refutar esto, pues las pasiones viven de noche y la guerra brilla en la oscuridad. Así que, no hay momento de paz en este mundo y aunque sigan pasando ríos, montañas y valles, aunque siga ocultándose el sol y la luna, aunque pasen los años, los humanos siempre buscarán un momento de luz y serenidad y este, en las pequeñas mentes de muchos, solo será concebida tras la venganza.
Sin embargo, de que sirve esta tan aclamada venganza, si al final, se sentirán tan vacíos como lo hacían en un principio.