Capítulo 1: Experimento metafísico

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Año 2014. Barcelona, España. Después de años de trabajo ya estábamos a punto de poner a prueba las leyes de todo lo vivo y lo muerto. Las leyes que rigen nuestra percepción de lo real y de lo metafísico. Dejar en evidencia todo lo que existe y cuestionarlo. Era un hecho que todo lo inanimado puede estar vivo si se combina de la forma correcta: una forma más allá de lo físico.

Estábamos a punto de crear un ser superior, diferente, que pueda solucionar los problemas del mundo... Algo que mucha gente no deseaba que ocurriera por razones egoístas. Hemos recibido advertencias, amenazas de muerte y nos han retirado la financiación varias veces. Algunos miembros de mi equipo habían abandonado el proyecto, pero otros se habían quedado junto a mí hasta el final. Aunque yo supiera todo lo que había que hacer y cómo hacerlo, tener un pequeño equipo era crucial, ya que yo tenía una responsabilidad aún más grande que atender... Cinco años atrás, nació el fruto de una relación que se fragmentó de golpe. Un hermoso niño que tengo el orgullo de llamarlo hijo. Yo había elegido su nombre de pila, pero su primer apellido era lo único que lo ataba a su padre aparte de la sangre. A veces, el mundo tira piedras a mi tejado e intenta hacerme la vida imposible por el proyecto, sin embargo, ahí está el pequeño Alexei, apoyándome en todo momento solo por amor. Él me hacía recordar que todos habíamos sido buenos e inocentes en algún momento de nuestras vidas y mi equipo y yo aspirábamos a esparcir la bondad y el equilibrio por el mundo. Nuestra ambición era encontrar al nexo que pudiese unir a toda la raza humana.

Mi equipo de ingenieros, físicos, matemáticos y químicos, aunque bastante reducido, pretendía crear dos androides alimentados por infinitio, capaces de pensar y sentir más allá que un humano. Dos máquinas que llegarían a comprender lo que nadie comprende, de ver la energía del mundo y de todo lo que lo habita. El primer androide, bautizado como Meta·Bot iba a ser encendido en un experimento. A los ojos de la prensa y del mundo, mi equipo y yo insuflaríamos vida al robot en nuestra nave industrial de la zona franca de Barcelona. El primer día de enero, a las ocho de la mañana, salí de casa con Alexei agarrado de la mano. Lo subí al coche y le até el cinturón. Arranqué el coche y me dispuse a conducir hasta el laboratorio. El momento que cambiaría el rumbo de la historia y de mi vida estaba a punto de llegar. Meta·Bot era el elegido para llevar a la humanidad por el camino correcto. Aparqué el coche a unos cien metros de la nave industrial, quité la llave del contacto y respiré hondo por unos instantes. Cuando vi todos los medios de comunicación que habían acudido, los nervios recorrieron mi cuerpo. Debía dar la talla.

Escuché el tono de llamada de mi teléfono móvil y al mirarlo, me di cuenta de que era un número oculto. Salí del coche un momento y me quedé vigilando a Alexei, que seguía adentro. Descolgué la llamada.

-¿Hola?- dije.

-Hola, Karla. Sé que no quieres saber nada de mí, pero quería decirte que...

Para mí, esa era la voz del abandono, de la traición.

-Cállate, Anton. Con lo que hiciste, ya da igual todo lo que me quieras decir- dije muy enfadada y colgué la llamada.

Abrí la puerta del coche, le desaté el cinturón a Alexei y me lo llevé a la nave industrial. Le tapé la cara mientras pasábamos por delante la gente con cámaras y micrófonos y me comenzaron a hacer preguntas. No obstante, les pedí que esperaran quince minutos y que después las respondería todas. Dejé a Alexei con mi mejor amiga y mi compañera de más confianza, Binata. Ella era la persona del equipo que había sufrido más con el proyecto, ya que fue ella quien puso la mayor parte del dinero y la que ha recibido más críticas y amenazas por parte de los que están en contra de nuestro objetivo. Incluso intentaron asesinarla... Me puse mi bata de laboratorio y le pregunté si ella quería ser quien hablara con la prensa.

-Creo que tú eres la persona más indicada para hablar ante el mundo, Binata. Tú eres quien ha sacrificado más por el proyecto, quien lo ha sacado adelante.

-Eh... No, Karla. Sin tus ideas, sin tu percepción única, sin tus conocimientos y sin tu ambición, todo esto no existiría. Eres la columna sobre la que se sostiene todo. Además, tú eres la que se expresa mejor ante el público- contestó ella.

-¿Estás segura?

-Completamente.

Me dirigí a los medios de comunicación y me concentré en dar las mejores respuestas posibles.

-¿Estáis seguros de que el infinitio es una fuente de energía fiable y segura?

-Sí, aunque hay que tratarlo con cierta cautela, como cualquier fuente de energía existente. Sin embargo, es increíblemente más efectiva que todas las demás

-¿Tenéis pensado intentar expandir el uso del infinitio por el mundo?

-Tengan por hecho que lo haremos y, además, con la ayuda de nuestro androide.

-¿Y si no funciona el experimento?

-Trabajaremos hasta el agotamiento para que funcione. Ahora, si me disculpan, voy a preguntarle a mi equipo si están listos y preparados.

-¡Una cosa más, Karla! ¿Tienes algo que declarar ante la súbita desaparición de tu esposo, Anton, hace cinco años?

-No, nada que decir- dije y fui a ver a mi equipo.

Me coloqué enfrente del androide, aún inactivo y tapado con una tela, y pregunté uno a uno a todos los integrantes si tenían preparada su parte.

-¿Saúl?

-Preparado.

-¿Binata?

-Preparada.

-¿Benson?

-Preparado, Karla.

-¿Yuka?

-Preparada.

-¿Y mi pequeño Alexei está preparado?- dije mientras me agachaba y le ponía las manos en las mejillas.

-Sí, mamá. Quiero ver al robot. ¡Los robots son muy chulos!

-Pues este robot va a ser tu favorito. Tenlo a tu lado durante el experimento, Binata. Tengo que calibrar los acumuladores de infinitio sobre la marcha, mientras le insuflamos energía a Meta·Bot.

Me dirigí a los medios de comunicación y quité la tela del robot y todos se asombraron.

-¡Este es Meta·Bot, el futuro nexo entre toda la humanidad!

Me puse delante de la mesa de calibración, que estaba justo enfrente de Meta·Bot. Benson bajó una palanca amarilla y las luces de la nave industrial se apagaron.

-Flashes y luces cegadoras no, por favor- dije.

Apreté un botón y la energía del infinitio comenzó a fluir por los tubos de metal que rodeaban al robot. Fui aumentando la potencia poco a poco y la cara de Meta·Bot comenzó a brillar. Su metálico cuerpo era humanoide, de un color grisáceo, con partes de carbono negras. Su cabeza no tenía cara, sino una pantalla en la cual se verían sus ojos y tal vez su boca. Medía tres metros, aunque era bastante delgado para que no intimidase tanto. Al cabo de un minuto, la potencia de la energia estaba alcanzando niveles críticos y en ese momento se decidía si el experimento tendría éxito o no. El infinitio hizo que los tubos metálicos se cubrieran de una luz blanca, lo cual era un suceso catastrófico: el experimento había fallado. Apagué los acumuladores y Yuka intentó parar y desconectar el reactor de infinitio. No obstante, la energía seguía fluyendo, potenciándose cada vez más y emitiendo cegadores destellos blancos y dorados de luz. El robot se comenzó a mover con espasmos y contorsiones extrañas, a la vez que los acumuladores de infinitio desprendían pequeñas ondas expansivas. La pantalla del robot se encendió totalmente y nos iluminó con una pura y blanca luz. Dejó de hacer espasmos y se desprendió de los cables y tubos de energía, flotando en el aire al igual que lo haría un ángel. Los acumuladores de infinitio dejaron de lanzar ondas expansivas y del reactor salió una energía dorada que se dirigió a Meta·Bot. Alrededor del androide se formó una áurea de luz y energía y este salió volando de la nave industrial, rompiendo el techo.

-¡El robot vuela, mamá!- dijo Alexei, rompiendo el silencio que había reinado en el laboratorio por unos instantes.

-Sí... Vuela.

Meta•BotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora