Epílogo

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No paraban de perseguirlo y él sentía que ya no podía correr más, sus músculos estaban
resentidos y el no estar acostumbrado al cuerpo en el que se encontraba era un impedimento
aun mayor para poder escapar con éxito. El solo cumplía con su trabajo, uno no muy honesto y
para nada legal dentro del mundo en el que existía, pero al menos era algo que le aseguraba que
su hermano y él pudieran comer por más días.

Jamás hubiera pensando que le mandarían a secuestrar al hijo de una familia real, ahí
comprendió por fin porque siempre Gustabo le decía que tenía que pedir más información sobre
los encargos que les realizaban. Aunque su instinto tuvo que haberlo alertado cuando le
ofrecieron tanto dinero por algo que parecía, hasta antes de hacerlo, tan simple.

Ya ni siquiera pensaba hacía dónde se estaba dirigiendo, lo único que quería era dejar de
escuchar los gritos de los guardianes del castillo que se encontraban persiguiéndolo sin
descanso. Pero sabía que un factor esencial para sobrevivir a ese tipo de situaciones era tomar
conciencia del entorno que le rodeaba para ver cómo podía aprovechar del mismo para huir o, en el peor de los casos, camuflarse. Tomo impulso y corrió lo más que su cansancio le permitió para ganar unos segundos de tranquilidad en los cuales podría analizar su siguiente paso a tomar.

El bosque había cambiado, no era para nada parecido al que se encontraba a los alrededores del
castillo, ¿qué tan lejos había corrido? ¿Ya habría pasado frontera que delimitaba hasta dónde
podían llegar los humanos? La vegetación a su alrededor se encontraba más viva, como si esta
no hubiera tenido que enfrentar la calamidad de la mano del hombre pero que si se encontraba
marcada por las diversas huellas de gran tamaño esparcidas por todo el suelo.

Rápido, analiza, crea una escapatoria; se repetía mentalmente pero escuchar el sonido de los
apurados pasos y el crujir de las ramas al ser aplastadas que cada vez se acercaban más a él no
le dejaba hacerlo del todo bien. Podría intentar invocar a Gustabo para que lo ayude a acabar
con los que le perseguían pero eso podría tomarle todo el tiempo que le quedaba y no le
garantizaba el conseguirlo.

— Estoy jodido... — susurro para sí mismo.

Pensaba que era el momento de apostarlo todo al intentar llamar a su hermano hasta que se dio
cuenta de un detalle.

— Son pisadas de lobo... — se acercó a la que tenía más próxima, de cuclillas, la examinó para
poder determinar en la especie en específico que la había realizado. — No he podido correr
demasiado, tiene que ser de alguna que pueda vivir cerca de los humanos.

Y todo encajó, hombres lobo. Recuerda que cuando le estaban encargando su misión le
comentaron que existía una pequeña comunidad de estos a las afueras de la ciudad, no muy
lejos de la casa real en la que tendría que infiltrarse pero que no deberían de ser un problema
para él. Lo poco que sabía era que ellos no eran agresivos y contaban con un tratado en el cual
ellos no se inmiscuían en ningún asunto de los humanos mientras estos tampoco dañaran a los
suyos o a sus tierras.

Podría transformarse en lobo, ver si conseguía refugio al menos por unas horas para poder
recuperarse del todo y luego continuar con su camino a casa, no es como si no lo hubiera hecho
antes. Aunque una vez más, el estado físico en el que se encontraba no le aseguraba poder
hacerlo del todo bien o, aún peor, podría quedarse en esa nueva forma por más de lo esperado
hasta que recupere fuerzas y pueda regresar a la original.

Apretó los dientes, los pasos detrás de él ya solo se escuchaban a una distancia más que
cercana, el peligro era cada vez más latente en sistema nervioso

SAME SOULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora