Me cansé de ser la que le sonríe a todo el mundo, la que usa como escudo la sonrisa para que los demás no le pregunten el motivo de su noche en vela, el motivo de sus ojeras o el motivo de sus ojos hundidos.
Me cansé de ser la que despierta pensando en que sonrisa ponerse hoy, si la de todos los días o una nueva.
Me cansé también de ayudar a gente que no lo necesitaba cuando yo, por dentro, estaba mucho peor que ellos.
Lo que pasa, es que la gente mira por cada quién y a nadie le importan los problemas ajenos. Que si alguien te ofrece su mano, es porque, tal vez, en la otra, esconda un puñal.
Y confías, confías hasta tal punto en el que el dolor del puñal ya no significa nada, porque de la costumbre, el dolor se hace ínfimo.
Me cansé, si, me cansé.