Parte Única

1.7K 100 38
                                    

La puerta del apartamento se abrió, todo estaba cubierto por una profunda oscuridad sin embargo eso no dejaba por hecho que el lugar se encontrará vacío, desde el primer momento logró sentir la presencia de su inesperado inquilino

- ¿que haces aquí Dazai? -su voz sonó firme logrando que el nombrado formara sobre su rostro una sonrisa que reflejaba completa malicia al mismo tiempo que encendia la lámpara que se encontraba al lado del amplio sofá

- así que lo olvidaste, no me sorprende - se puso de pie acercándose a paso lento junto al mafioso quien sin tomarle importancia dejaba su gabardina y sombrero en el perchero de la entrada - siempre le has puesto más atención a tu trabajo que a lo nuestro pero ya no es algo que me sorprenda

- no lo olvide - cerro sus ojos quedando inmóvil tras sentir un par de manos posarse sobre su delgada cintura haciendo que el espacio existente entre ambos cuerpos desaparecía por completo

- entonces sabes lo que tienes que hacer ¿cierto? -

No hubo palabra que respondiera, el silencio los envolvió permitiendo que suaves caricias fueran otorgadas a lo largo de su cuerpo, aun sobre la ropa, las manos del detective se pasearon por su abdomen y vientre plano sin llegar a arrancar las prendas que cubrían su blanca piel, se inclinó sobre la extensión de su hombro depositando pequeños besos en su cuello provocando bajos suspiros por parte del de menor altura, suspiros que con el pasar de los segundos fueron transformándose en jadeos

Entonces solo se detuvo obligándolo a darse la vuelta y ver su rostro sonrojado

- tienes diez minutos si no estas listo te castigare- obedeciendo su orden el pelirrojo se alejo con dirección a la habitación

No era la primera vez que llevaban acabo ese tipo de juegos, tenían sus reglas, sabían hasta donde llegar sin sobrepasar los límites establecidos por ambos, ese era su juego de sumisión y dominación, de sadismo y masoquismo.

El tiempo establecido llegó a su fin y tal como lo espero Nakahara se encontraba de rodillas en la orilla de la cama con una sola prenda cubriendo su cuerpo, su delgado boxer de licra; camino al tocador donde una a una dejó varios instrumentos que utilizaría para jugar con el pequeño cuerpo de su amante manteniendo su mirada en el reflejo asegurándose que se mantuviera en esa posición

- ¿recuerdas las reglas? -tomo un antifaz negro y lo que parecia ser la cuerda de una correa

- no llamar de otro nombre al amo a menos que sea permitido, no tener contacto visual con el amo o habrá castigo físico - se detuvo pocos segundos mordiendo su propio labio inferior con algo de nerviosismo- el amo no se detendrá sin importar las súplicas a menos que sea pronunciada la palabra de seguridad

- bien, las recuerdas - se colocó detrás suyo para cubrir sus ojos, con la vista anulada el resto de los sentidos aumentarían el placer - ¿cual es la palabra de seguridad?

- rojo- ladeo su cabeza dejando su cuello descubierto sintiendo como unía la cadena con la gargantilla de cuero, de esta forma tendría más control sobre sus movimientos y si dejaba marcas en esa zona no serían demasiado visibles

-tus manos atrás- paso a paso comenzo a atarlo, sus brazos quedaron envueltos por las cintas negras sin posibilidad de moverlos, las llevó a su pecho uniendolo con un anillo de acero a la gargantilla y de ahí bajarla por sus piernas aún por encima de la prenda obligando al pelirrojo que se recostara elevando su cadera.

Las caricias se volvieron más rudas y descaradas, sus largos dedos pasaban por su ingle rozando su hombría haciendo que se estremeciera debajo suyo, las reacciones del menor le animaban a continuar.

Gime Mi Nombre ★ SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora