Aquel líquido rojo caía sobre las hojas rasgadas del cuaderno, aquellas con líneas trazadas a lápiz que contenían sus temores, sus secretos, sus viejos y olvidados sueños. Tembló ante el estruendo en la puerta, ante los gritos furiosos y los golpes secos contra la puerta de madera oscura, la voz ronca del hombre detrás de ella exigía que saliera, pero sabía que aquello solo sería una sentencia de muerte para su corta vida.
Soltó el filoso utensilio escolar y se apresuró a tomar su mochila, vaciando los libros del colegio y tomando un par de prendas de cambio y aquella lata gastada que escondía atrás de la cajonera con los ahorros que había recolectado desde su llegada ahí. No dudo mucho cuando se lanzó por la ventana aterrizando dolorosamente en la escalera de emergencia, sobresaltado al perro del vecino de abajo, aún así no se detuvo ni por el dolor ni el mareo que provocaban sus repentinas acciones. Bajo con velocidad, llegando al callejón que dividía ambos edificios y siguió corriendo lejos de ahí, lo más lejos que pudiera, pues había una sola cosa en sus cabeza mientras sentía a lo lejos como aquella mirada lo penetraban con furia.
Debía de huir de ahí lo más rápido y lejos posible que pudiera.
...
Sus pulmones ardían, su cara seguramente debía de estar roja del esfuerzo que hacía y sus piernas temblaban a cada pisada que daba, pero aún así no se detenía. Sabía que la estación estaba lejos, a lo sumo en un día común tardaría unas dos horas o una y media si iba con apuro, pero el tenía la necesidad de llegar ya dónde aquel sitio, conseguir un pasaje lo más lejos que pudiera y dejar atrás todo aquello.
Corria sin parar, ignorando los semáforos en rojo, las bocinas de los autos que frenaban de golpe por el o a la gente que lo miraba con molestia cuando pasaba rápidamente empujándolos, abriéndose paso por las oscuras calles de aquella ciudad que parecía nunca dormir.
Un golpe seco provocó que callera de lleno dónde el suelo frío y rasposo, su respiración agitada, su mirada algo nublada y el mareo le habían impedido mantener el equilibrio y seguir corriendo, aún así se levantó, no se de tendría asta sertir que al fin estaba lejos, y eso sería cuando estubiera bajando del autobús en algún lugar lejos de la ciudad.
- lo siento - murmuró a duras penas debido a lo seca de su garganta y su agitada respiración, sin mirar a la persona que tenía en frente, solo siguiendo su camino sin importarle que quedará como un maleducado o algo por el estilo.
Aún así, la mirada verde del contrario se había quedado fija en su figura, en lo agitado que estaba, en como corria con apuró sosteniendo una pequeña mochila, trayendo le a la mente un viejo y doloroso recuerdo. Sacudió la cabeza y decidió seguir su vieja, cuando algo metálico choco contra su zapato, se agachó a recogerlo, era pequeño, plateado y con una cuerda color rosa, lo detallo curioso, notando la pequeña escripcion en ella.
Porque aquel nombre le era familiar.
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un circo de lágrimas
Ficção Geralla magia existe, no como muchos piensan, pero existe, solo hay que abrir el corazón y empezar a creer ciegamente en que los sueños se cumplen.